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lunes, junio 01, 2020
Estados Unidos: viva la rebelión popular, abajo el fascismo, fuera Trump
El asesinato cruel de una persona negra, George Floyd, ha desatado una rebelión popular sin precedentes que cruza de este a oeste los Estados Unidos.
“No puedo respirar”, la queja de Floyd a un policía que lo estranguló durante ocho minutos y cuarenta segundos con su rodilla, ha cruzado el mundo entero. Se ha convertido en el estandarte de una humanidad que descubre que sus pulmones, antes que el Covid-19, son destruidos por un estado policial, por una política fascista y por el régimen capitalista en su conjunto.
La represión policial ordenada por los estados y por Trump contra las manifestaciones multitudinarias ha sido brutal – gaseadas con gas pimienta y balas de goma. Lo único que ha logrado ha sido el incremento de la movilización, que cumple una semana y se ha extendido a 12 ciudades. Estados y municipios han declarado el toque de queda y movilizado a la Guardia Nacional – una fuerza armada local que depende, en última instancia, del Pentágono. Tanto los gobernadores y alcaldes republicanos como demócratas.
Trump reaccionó con una política típicamente fascista, que viene alentando desde hace tiempo. “Sean duros y peleen”, incitó a la policía por su medio preferido, Twitter. “Cuando los saqueos comienzan, empiezan los disparos”, advirtió. “Esto no va a parar, amenazó, hasta que los buenos muchachos no apliquen la fuerza aplastante”. Trump ha puesto al ejército mismo en estado de apresto. El fascista se apresta a librar en Estados Unidos las guerras que protagoniza afuera. Ya una vez observó que el retiro militar norteamericano en ciertas zonas bélicas serviría para que los soldados vinieran a pelear adentro. Un observador comentó, en un gran diario europeo, que esta bravata le puede salir a Trump por la culata, o sea extender más aún el levantamiento popular.
El cruel asesinato de Floyd fue un detonante, más allá de que la defensa de la vida de las personas negras está instalada en Estados Unidos como una consigna de combate (“black lives matter”). Un combate que creó la única situación revolucionaria en la historia de este país, la guerra de secesión y la lucha por la emancipación de los esclavos, que fue también una lucha por la propiedad de las plantaciones agrícolas.
La pandemia ha provocado en EEUU cien mil muertes, en especial entre latinos, afroamericanos y la población más pobre. En el país más rico y poderoso, millones de personas solamente alcanzan a comer por medio de la asistencia social. La crisis económica desatada por la pandemia ha llevado la desocupación al 15% de la población activa y añadido cuarenta millones de desocupados. El desempleo significa la pérdida del seguro de salud, y en numerosos casos los despedidos no perciben el seguro de desempleo. Sobre las masas trabajadores estadounidenses se ha abatido un cataclismo social. Trump se ha colocado como el principal responsable de la pandemia y de su letalidad como consecuencia a su oposición al distanciamiento social preventivo. En cuanto al derrumbe económico, ha inundado de paquetes de rescate al gran capital, frente a las carencias fenomenales de la población laboriosa. El estallido de ese polvorín sólo necesitaba una mecha. Los asesinatos policiales en Estados Unidos superan los mil y pico por año, y afectan a latinos, migrantes, negros y blancos – jóvenes, mujeres, trabajadores.
La construcción de un proceso fascista en Estados Unidos es una consecuencia de su retroceso en la economía mundial y de la decadencia capitalista en su conjunto. Las guerras económicas que ha lanzado Trump contra los estados capitalistas rivales, incluidos aliados militares, alteran la viabilidad de las condiciones políticas que han prevalecido en Estados Unidos. En el marco de una crisis social creciente, una política de guerra plantea la necesidad de regimentar los conflictos sociales por medio de una coerción supra-constitucional. Trump, que corre el riesgo de perder las elecciones próximas, ha comenzado a cuestionar la transparencia del proceso electoral, en una suerte de proto golpismo. Trump ganó la Presidencia, en 2016, pero no las elecciones. Hizo campaña prometiendo un muro contra México, y en el gobierno envió el ejército a la frontera y encarceló a miles de migrantes. Ataca en forma violenta a los opositores y a los medios que lo critican, y ha desarrollado un gobierno por decreto (“órdenes ejecutivas”). El insospechable Financial Times menciona ahora que Trump ha dado “un poder político y financiero creciente a los departamentos de policía” - lo mismo que Bolsonaro está haciendo en Brasil. El asesinato cruel de Floyd ha sido visto como expresión de este fascismo en desarrollo, y más cuando el asesino fue llevado ante la Justicia sólo cuatro días después del crimen, en tanto sus cómplices en el hecho continúan inimputados.
Este cuadro de conjunto no solamente explica el levantamiento popular – mucho más importante es que define su contexto. Inicia una confrontación histórica de clases en momento de viraje de política interna de Estados Unidos y del mundo. La cuestión del racismo pierde la generalidad que podía tener en las últimas décadas, ni qué decir de que podía tener una salida mediante el ascenso social, para entrar en un campo político definido: la lucha contra el fascismo, contra el poder político que pretende movilizar a todo el aparato del estado en una guerra civil, e incluso reclutar para ello a los sectores medios perjudicados por la bancarrota capitalista. Una lamentable definición del opositor eventual a Trump en las elecciones próximas, Joe Biden, ilustra el impasse del conjunto de la burguesía. “Dejemos de ser racistas”, dijo, para sacar de escena al aparato policial, al fascismo y al Estado, y responsabilizar al conjunto del pueblo norteamericano – que también sufre la brutalidad policial. Biden es el candidato de la burguesía afroamericana y de la burocracia negra del Partido Demócrata.
Pero como dice también el diario mencionado - “el relato acerca del rol protector de la policía está quebrado”. Lo prueba el incendio de numerosas comisarías.
Al cuestionar “la violencia”, no de la policía sino de los manifestantes, la intendenta demócrata de Atlanta declaró: “si quieren sacar a Trump, vayan a votar en noviembre”. Estas ´exhortaciones´ han quedado fuera de lugar. Estados Unidos, después de esta rebelión, toma la posta a Chile. Nadie puede prever las peripecias por las que pasará aun la crisis política norteamericana, pero la calle, las huelgas, las ocupaciones de empresa cobrarán mayor importancia que las elecciones.
La consigna “viva la rebelión popular norteamericana, fuera Trump”, trasciende las fronteras de Estados Unidos. Las manifestaciones de apoyo al levantamiento se desarrollan en todo el mundo; los regímenes sociales y políticos, por un lado, y los explotados, por el otro, enfrentan los mismos problemas – sin salida bajo el capitalismo.
Manos a la obra.
Jorge Altamira
01/06/2020
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