martes, junio 02, 2020

Ringo Bonavena

El pueblo que veló en masa a Ringo Bonavena no se fijó en la moral aparente de su asesinato. La gran prensa “occidental y cristiana” tampoco, pero en este caso la explicación es el dinero, pues de otro modo no hubieran podido explotar el crimen para aumentar la tirada.
El instinto popular, en lo esencial, no falla: está acostumbrado a ver caer a sus ídolos de la peor de las maneras, y esto nunca ha mellado su convicción ni sus pasiones.
Los trabajadores saben muy bien que son muy pocos los boxeadores que escapan a un destino amargo. El capitalismo ha convertido al deportista en una simple fuerza de trabajo, con la diferencia de que su capacidad para producir beneficios se agota en un muy breve lapso de tiempo. El boxeador está obligado a molerse a golpes sin ningún cuidado por su porvenir psíquico y físico, para amasar la mayor cantidad de dinero posible, con vistas a un largo y penoso futuro.
Pero otra cosa más: el boxeador, contra lo que aparenta, no es una fuerza de trabajo independiente. Es explotado por una gran sociedad de capitalistas, cuyo monopolio domina absolutamente el “deporte”. Para ellos también, el boxeador es una fuerza de trabajo rápidamente perecedera, razón por la que hay que exprimirla a fondo.
La fragilidad y dependencia del deportista boxeador (salido invariablemente de un hogar humilde) lo lanza, con bastante frecuencia a querer ascender dentro de la misma variante de negocios de sus promotores. Lo que el pueblo sabe es que su ídolo ha sido la víctima de un sistema (los periodistas dicen la “maffia”), en realidad es el capitalismo con su inevitable prostitución del deporte.
Algunos han comentado que “tenía un corazón grandote”. Es probable; pero este juicio de la gente es la forma invertida que ha elegido para decir que otro boxeador más ha sido liquidado por el sistema de explotación del hombre por el hombre.

Jorge Altamira
Publicado en Adelante! N°3, 2/6/1976.

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