“Con los fusiles, salimos de la fábrica y marchamos hacia la ciudad. Cuando comenzamos a actuar, no teníamos contacto con nadie. No estábamos relacionados con ninguna fábrica. Pero mientras avanzábamos, se nos unían obreros, siempre más numerosos, algunos armados”. Joven obrero de Budapest
Luego de la II Guerra mundial, los países del este de Europa son invadidos por el Ejército Rojo y quedaron bajo dominio de la URSS estalinista en la primavera de 1945 en Hungría. Allí, desde 1947 la burocracia del Partido Comunista, garantizaría la subordinación de la clase obrera y los campesinos pobres a la burocracia soviética. De esta manera, contradictoria, se instaura una revolución socialista “desde arriba”, y no a la inversa, como la Revolución Rusa de 1917, de “abajo hacia arriba”: dio por resultado un Estado obrero deformado.
Lo que sigue, es la breve historia de una revolución, que quiso conquistar libertades políticas que comenzaban a garantizar los consejos obreros, manteniendo la propiedad colectiva de los medios de producción, pero barriendo a la burocracia estalinista de los altos mandos del PC y por lo tanto del propio Estado. Es importante tener en cuenta que la muerte de Stalin en marzo de 1953 alentó cada vez más a los trabajadores y la juventud a cuestionar a la burocracia soviética.
El 23 de octubre de 1956, los estudiantes, en una manifestación masiva en Budapest, la capital del país, demuestran la solidaridad con Polonia, que exigen la independencia de la URSS y el retiro de las tropas del Ejército Rojo. Rápidamente se suman los obreros. El presidente Gerő, por radio prohíbe la manifestación, pero no hizo más que derramar aceite sobre el fuego. Los reclamos centrales eran la elección de nuevos dirigentes del PC, libertad de prensa y el retiro de las tropas rusas del país. La multitud reunida frente al edificio de la radio para exigir que se transmitan sus reivindicaciones es recibida a los tiros por la AVH (policía política), convirtiendo lo que era una manifestación pacífica en el inicio de la revolución.
Surgen los consejos obreros por fábrica, luego por distrito, finalmente se pondrá en pie el Consejo Central del Gran Budapest, la capital del país (aunque no llegó a desarrollarse a nivel nacional). También se ponen en pie comités de estudiantes revolucionarios e intelectuales. Todas son verdaderas brigadas, llamadas “combatientes por la libertad”. El ímpetu del pueblo fue tal, que hasta niños y niñas de entre 8 y 12 años, combatieron armados, y con sus pequeñas manos, habían ido a enfrentar los tanques soviéticos con botellas de petróleo encendido, desafiando a la muerte.
Con el paso de los días, se radicalizan las consignas y además de la reinstalación de Nagy en el gobierno entre el 27 y 28 de Octubre (en el que todos confiaban que, desde adentro del gobierno, se encargaría de llevar adelante una autorreforma y llamaría a elecciones libres) exigen el retiro de las tropas soviéticas, elecciones en base al sistema multipartidario de todos los partidos que defienden la revolución, formación de un gobierno obrero democrático, propiedad realmente socialista de las fábricas y de ninguna manera capitalista, mantenimiento de los consejos obreros, restablecimiento de los sindicatos independientes, derecho de huelga, libertad de prensa, y la lista podría continuar en lo que León Trotsky previó como una revolución política, que devuelva el poder a los trabajadores, y pelee por la revolución mundial.
Toda revolución es acompañada por masacres y linchamientos. “La venganza de las masas es tanto más terrible cuanto que los contrarrevolucionarios, que han sublevado su ira, son más brutales y crueles. Los Avos recogieron lo que habían sembrado: fueron quemados por el fuego encendido por la burocracia de la que habían sido su fuerza de choque” relata el historiador trotskista Pierre Broué. Y tanto más odio causó entre los obreros la presencia de la AVH, cuando la revolución descubrió los sótanos secretos, un laberinto de túneles repletos de armamentos, ropa, alimentos e innumerables salas de tortura a donde fueron a parar cientos de “opositores” obreros, jóvenes e intelectuales. Tan odiada era la policía política que una vez linchados y colgados cabeza abajo, los ciudadanos los seguían golpeando, escupiendo y apagando los cigarrillos en la carne muerta, en una danza espeluznante.
Mientras que la prensa estalinista quería hacer pasar lo que era una revolución por un “levantamiento fascista”, surgieron más de dos docenas de diarios, de los sindicatos, consejos obreros, partidos y estudiantes, reemplazando a los oscuros y repetitivos cinco diarios controlados por el PC. Resurgió un repentino florecimiento de nuevos escritores, especialmente entre la juventud. “Se había roto el hielo de once años y la democracia, imposible de contener, había inundado la vida de las personas” relata Peter Fryer.
Hacia el 2 de Noviembre, el comité revolucionario de las fuerzas armadas se declara listo para luchar contra toda intervención extranjera y cualquier intento reaccionario. El gobierno envía una delegación a negociar con los rusos “en pie de igualdad”, pero son arrestados. Dos días más tarde, la ciudad se despierta con el rugir de los cañones rusos, convirtiendo a la ciudad en una montaña de cadáveres, escombros, hambre, desesperación. “La ardiente energía de esos once días de libertad se extinguió con una última llamarada gloriosa”. Así describe Peter Fryer, periodista y testigo presencial, enviado por el Daily Worker (diario del PC Británico) a cubrir la “contrarrevolución fascista”. Todos sus informes desde Budapest, fueron censurados y es expulsado del partido, al mejor estilo estalinista. Este concluye: “Me doy cuenta muy bien de que el PC Británico se ha desacreditado por la deshonestidad política y los errores de sus dirigentes, así como su abandono por los principios socialistas (…) estos líderes han dejado de ser comunistas. Su actitud hacia la Revolución Húngara es la prueba final”. Años después, Fryer llevará hasta el final sus conclusiones e integrará las filas del trotskismo.
En La Revolución Traicionada, a finales de los años 30, León Trotsky anticipa este tipo de revoluciones y ofreciendo un análisis y un programa:
“La revolución que la burocracia prepara en contra de sí misma no será social como la de Octubre de 1917, pues no tratará de cambiar las bases económicas de la sociedad ni de reemplazar una forma de propiedad por otra. La historia ha conocido, además de las revoluciones sociales que sustituyeron el régimen feudal por el burgués, revoluciones políticas, que, sin tocar los fundamentos económicos de la sociedad, derriban las viejas formaciones dirigentes (1830 y 1848, en Francia; Febrero de 1917, en Rusia). La subversión de la casta bonapartista tendrá, naturalmente, profundas consecuencias sociales; pero no saldrá del marco de una transformación política” (…) “No se trata de reemplazar un grupo dirigente por otro, sino de cambiar los métodos mismos de la dirección económica y cultural. La arbitrariedad burocrática deberá ceder su lugar a la democracia soviética. El restablecimiento del derecho de crítica y de una libertad electoral auténtica, son condiciones necesarias para el desarrollo del país. El restablecimiento de la libertad de los partidos soviéticos y el renacimiento de los sindicatos, están implicados en este proceso. La democracia provocará, en la economía, la revisión radical de los planes en beneficio de los trabajadores. La libre discusión de los problemas económicos disminuirá los gastos generales impuestos por los errores y los zigzags de la burocracia. Las empresas suntuarias, Palacios de los Soviets, teatros nuevos, ’metros’, construidos para hacer ostentación, dejarán su lugar a las habitaciones obreras. Las “normas burguesas de reparto” serán reducidas a las proporciones estrictamente exigidas por la necesidad y retrocederán a medida que la riqueza social crezca, ante la igualdad socialista. Los grados serán abolidos inmediatamente, y las condecoraciones devueltas al vestuario. La juventud podrá respirar libremente, criticar, equivocarse, madurar. La ciencia y el arte sacudirán sus cadenas. La política exterior renovará la tradición del internacionalismo revolucionario”.
Sin embargo de la predicción de Trotsky sólo vimos el inicio, la revolución húngara al ser aplastada, terminó hundiendo al país en la restauración capitalista que años más tarde, llevada adelante por la propia burocracia soviética, transformándose ella misma en los “nuevos ricos" al igual que en Rusia, la encargada de volver hacia atrás la rueda de la historia, como un film que se proyecta desde el final hacia el principio. Luego de la caída del muro de Berlín esa restauración capitalista terminará de completarse.
Daniel Lencina
@dani.lenci
Viernes 23 de octubre
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