jueves, octubre 29, 2020

Una lectura realista de la “autocrítica” del FMI

Los diarios y portales oficialistas han celebrado lo que presentan como una “autocrítica” del FMI en relación a su política con el gobierno macrista. Un párrafo del informe que acaba de publicar el organismo alerta sobre “los riesgos de remover rápidamente los controles de capitales”. Los amigos del gobierno, sin embargo, leen apresuradamente o, simplemente, entienden lo que quieren entender. No dicen que el informe señala, a renglón siguiente, que la apertura de capitales tuvo lugar “antes de establecer una estructura macroeconómica creíble”. El Fondo no abjura, por lo tanto, del libre movimiento de capitales: apenas señala que esa libertad debió estar precedida por un ajuste violento.
 En diciembre de 2015, Macri liberó el cepo y unificó el mercado de cambios, lo que llevó el dólar único de 9 a 15 pesos. A partir de allí, abrió un ciclo de endeudamiento que terminó con el estallido financiero y monetario de abril de 2018. En el medio, tuvo lugar una rebelión popular y un agravamiento de la crisis financiera en Estados Unidos –el reflujo de capitales impuesto por ambas cuestiones dejó al régimen macrista colgado del pincel. 
 La derecha postmacrista critica al jefe del PRO por no haber acompañado la devaluación de diciembre del 2015 con el despido de 500.000 empleados públicos. Con seguridad, esa decisión hubiera anticipado en dos años a la rebelión popular que tuvo lugar contra el cambio en el régimen de movilidad jubilatoria. Por temor a ese desenlace, Macri se mantuvo en el “gradualismo”.
 Los derechistas argentinos juegan con el diario del lunes, y el FMI también. Al autocriticarse por el auxilio financiero a Macri, el “organismo” señala que aquel financiamiento de 2018 debió haber estado acompañado de “un plan creíble”, o sea, por una reestructuración social antiobrera. Era lo que faltaba para convertir a la crisis financiera y cambiaria de abril de 2018 en una crisis revolucionaria. 
 ¿A qué viene la autocrítica del Fondo? Por cierto, no se trata de un debate entre historiadores o académicos de economía. La perorata sobre los “errores del pasado” son una poderosa advertencia al gobierno F F y a sus pretensiones de cerrar un acuerdo con el FMI que, por un lado, recicle la deuda de 44.000 millones de dólares contraída por Macri, y, por el otro, auxilie a la Argentina con dinero fresco para sus reservas (aquel préstamo tiene un tramo de 13.000 millones que aún no se desembolsó). La advertencia de los técnicos fondomonetaristas tiene un doble sentido. Por un lado, subrayan que no cederán recursos para continuar financiando una fuga de capitales. Para algunos, eso significa que el gobierno debiera hacer lo que hizo Macri en diciembre de 2015, o sea, que devalúe y unifique la cotización en un valor mucho más cercano a los actuales dólares “libres” que a su valor oficial. Pero acá viene la segunda advertencia del FMI: esa liberación debería ser acompañada, para usar sus propias palabras, de un “plan macroeconómico creíble”. Otro funcionario del organismo, Alejandro Werner, que hace una semana atrás tiró la línea del “fracaso del FMI en Argentina”, le añadió otro requisito: “Un consenso amplio de la sociedad”, o sea, un acuerdo político con la oposición macro-radical. Como se ve, donde los voceros del gobierno ven una autocrítica, debe leerse el plan económico y político del FMI para Argentina, que no es más que una suerte de macrismo recargado. 
 La paradoja de los devaneos económicos del gobierno F F quedan a la vista: Fernández-Guzmán tramitan el auxilio del FMI para evitar una megadevaluación y un cimbronazo económico y social de alcances imprevisibles. Pero el FMI exige ese cimbronazo –y las alteraciones políticas del caso- como condición para cualquier auxilio financiero Los propagandistas del oficialismo, que fantasean con la “humanización” del capital internacional, ven un salvavidas donde asoma la guillotina. 

 Marcelo Ramal 
 28/10/2020

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