El viaje del líder histórico de la Revolución a Estados Unidos, en la segunda quincena de septiembre de 1960, había sido un rotundo éxito. Las entrevistas con notables personalidades mundiales y su discurso en la Asamblea General de la ONU acapararon titulares de los principales diarios del orbe. No es de extrañar el gran recibimiento del que fuera objeto a su llegada a La Habana y que cientos de miles de personas se congregaran el 28 de ese propio mes frente al entonces Palacio Presidencial (hoy Museo de la Revolución) para escuchar su rendición de cuenta al pueblo sobre su periplo por el vecino país norteño.
Durante su intervención el Comandante en Jefe se refirió a la actitud hospitalaria y caballerosa del pueblo estadounidense, tan distinta a la del Gobierno de ese país. En medio de su exposición, se oyó explotar un petardo en las cercanías. El pueblo comenzó a corear: “¡Paredón!, ¡Paredón! ¡Venceremos!, ¡Venceremos!” y a cantar a coro el Himno Nacional entre gritos de “¡Viva Cuba!, ¡Viva la Revolución!”. Fidel retomó la palabra: “Vamos a implantar, frente a las campañas de agresiones del imperialismo, un sistema de vigilancia colectiva revolucionaria”.
Y así nacieron los comités de defensa de la Revolución (CDR), que cuadra por cuadra en las grandes ciudades, al igual que en pequeños poblados y zonas rurales, mantuvieron una estrecha vigilancia sobre los elementos desafectos y cualquier sospechoso trasiego de armas y explosivos. En coordinación con los órganos de la Seguridad del Estado, desempeñaron un relevante papel en la neutralización del terrorismo contrarrevolucionario.
Tiempos difíciles
Eran tiempos difíciles. Milicianos obreros y campesinos junto con tropas regulares del Ejército Rebelde batían en las serranías villareñas a agrupaciones de bandas de alzados organizados y pertrechados por la CIA, en lo que luego se denominó Primera Limpia del Escambray. En el terreno económico la Revolución no solo tenía que luchar contra el poderoso imperialismo yanqui sino también contra los capitalistas nacionales.
Desde que con la promulgación de la Primera Ley de Reforma Agraria se había agudizado el diferendo entre Washington y Cuba, muchos de los grandes propietarios criollos comenzaron a sabotear la producción de sus empresas. Retiraban cuantiosas sumas de dinero de los fondos operativos y los sacaban del país hacia bancos fundamentalmente estadounidenses, otros empezaron a emigrar al extranjero dejando a la deriva sus negocios y originando serios conflictos laborales. Algunos de ellos se dedicaron a financiar a los grupos subversivos que venían proliferando para apoyar los planes de agresión que el codicioso vecino norteño gestaba contra la Isla.
Ante esta situación, el 13 de octubre de 1960, el Consejo de Ministros acordó la aprobación de las leyes 890 y 891. La primera dispuso la nacionalización, mediante la expropiación forzosa, de todas las empresas industriales y comerciales, así como las fábricas, almacenes, depósitos y demás bienes y derechos relacionados con estos.
382 entidades nacionalizadas
Entre las 382 entidades nacionalizadas estaban 105 centrales azucareros, 18 destilerías, seis empresas de bebidas alcohólicas, siete alimenticias, dos de aceites y grasas, tres fábricas de jabones y perfumes, cinco lácteas, dos de chocolates, nueve de envases, tres de pinturas, tres químicas, seis metalúrgicas básicas, siete papeleras, 60 textiles y de confecciones, un molino de harina, 16 de arroz, 47 almacenes de víveres, diez tostaderos de café, tres droguerías, 13 tiendas por departamentos, una imprenta, 11 cines y circuitos cinematográficos, ocho compañías ferroviarias, 19 de construcción, una de electricidad y 13 marítimas.
Entretanto, la Ley No. 891 determinó la nacionalización de la banca privada para adecuarla a los requerimientos de la economía cubana, declarando que la función bancaria solo podría ejercerla el Estado a través de los organismos creados al efecto con arreglo a las disposiciones legales vigentes. Solo dos propietarios privados mantuvieron sus operaciones: The Royal Bank of Canada y The Bank of Nova Scotia.
Cuando se anunciaron al día siguiente por la prensa estas dos legislaciones se hallaba de visita en Cuba el presidente guineano Sekou Touré, quien pudo constatar personalmente cómo el pueblo demostraba su adhesión y simpatías a las medidas adoptadas por el Gobierno Revolucionario. Algo que también conmovió al mandatario africano fue la política educacional del país, pues si en poco más de 20 meses se habían convertido cuarteles en escuelas y creado miles de aulas con sus correspondientes plazas de maestros, en aquel 14 de octubre quedaba constituida la Comisión Nacional de Alfabetización, la cual orientaría la campaña que durante 1961 erradicaría en la Isla uno de los más terribles males padecidos en el Tercer Mundo.
Reforma Urbana
Todavía faltaba otro duro golpe a la burguesía criolla. Ese mismo 14 de octubre se adoptaba la Ley de Reforma Urbana (nacionalización de las viviendas) que eliminaba la especulación en el arrendamiento urbano, una práctica de los “casatenientes” (propietarios de numerosos edificios y moradas destinadas a ser alquiladas). La legislación garantizaba a los poseedores afectados una renta vitalicia que oscilaba entre 250 y 600 pesos mensuales.
En una comparecencia televisiva Fidel explicaría la extraordinaria justeza de la medida: “La Ley de la Reforma Urbana se concibió desde la época del Moncada. Además, es el único punto que faltaba del Programa del Moncada […] El principio fundamental de esta Ley era convertir en propietario de las casas a los arrendatarios. ¿Por qué? Porque en realidad el arrendatario está pagando casi durante 15, 20, 25… hay familias que llevan 30 años pagando casa. Han pagado la casa varias veces. Nunca son dueños de la casa”.
Al subrayar que con las leyes recién promulgadas se había cumplido en lo esencial el Programa del Moncada, “el documento que guía, o los principios que guían, la conducta del Gobierno Revolucionario en este momento”, y se cerraba una era decisiva y fundamental de nuestra historia, concluyó: “Entramos en una nueva etapa; los métodos son distintos; nuestros principios están hoy sintetizados en la [Primera] Declaración de La Habana”.
Pedro Antonio García
Fuentes consultadas: Informaciones aparecidas en los diarios Revolución y Hoy en los meses de septiembre y octubre de 1960. El texto periodístico Nacionalizar quiere decir pasar a poder de la nación, de Eugenio Suárez y Acela Caner (Granma, 12 de octubre de 2015).
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