La crisis que viene sacudiendo a Estados Unidos ha hecho de las elecciones que están en camino un episodio convulsivo. Trump ya ha anunciado que empezará con las demandas judiciales para obstaculizar el recuento de votos desde la propia noche de la elección.
Gran parte de la izquierda y los movimientos de lucha se han sumado de alguna manera a la campaña de Biden, siguiendo la lógica del mal menor y señalando la amenaza que representa Trump contra los trabajadores, las minorías raciales y sexuales y las mujeres. El desmanejo criminal de la pandemia, el abandono de los trabajadores a la crisis económica mientras se realizaron rescates millonarios al gran capital y la promoción de grupos fascistoides y amenazas golpistas han hecho mucho para reforzar la campaña de Biden.
La fórmula Biden-Harris en sí misma no entusiasmó a nadie. En un país conmovido por movilizaciones que plantean una transformación social, se han planteado explícitamente como defensores de una agenda conservadora y de opresión imperialista reforzada en el exterior. Para que quede claro el mensaje, Biden ha planteado que está evaluando la designación de ministros republicanos en un eventual gabinete.
La izquierda demócrata a la espera de un cargo
Han existido múltiples debates entre la militancia de izquierda contra la utilidad de apoyar a elementos probados del gran capital como lo son Biden y Harris. Estos pruritos no han afectado a Bernie Sanders, candidato dos veces fallido del ala izquierda del Partido Demócrata. Sanders ha empezado una campaña para ubicarse como Secretario de Trabajo de un eventual gabinete de Biden. La pelea por un cargo subordinado muestra que preveen una exclusión de los lugares principales. El planteo de Sanders ya ha entusiasmado a la revista Jacobin(27/10), principal publicación de los Demócratas Socialistas que desarrollan la idea de construir una base propia desde el cargo (¿conocerán, aunque no los mencionan, los antecedentes históricos de Juan Domingo Perón?).
En su convención de 2019 DSA había definido que sólo apoyaría como candidato presidencial a Bernie Sanders. La moción se llamaba «Bernie or Bust», Bernie o reventar. De acuerdo a eso, cuando este admitió su derrota en la interna demócrata, no sacaron ningún pronunciamiento oficial de apoyo a Biden.
Sin embargo, en los días posteriores, la presión política para apoyar al candidato oficial del partido fue aumentando, y la dirección de DSA cedió completamente. No tuvo éxito en revertir el planteo votado en la convención formalmente llamando a votar a Biden, algo que una minoría de la Comisión Política Nacional propuso como moción en abril. Sin embargo, el grueso de las figuras públicas y dirigentes efectivamente se han pronunciado por Biden y han trabajado para asociar a DSA orgánicamente a su campaña. Han lanzado una solicitada de decenas de dirigentes, cada uno con su cargo parlamentario o dentro de la organización clarificando esta intención política.
La convención de la juventud de DSA a principios de agosto anticipó, sin embargo que este alineamiento no será automático. Allí se dio una dura lucha fraccional, con sectores minoritarios que presentaron duras mociones contra la orientación de la dirección. Los dos ejes fueron el rechazo a Joe Biden, planteando una moción que lo repudiara por las denuncias que existen contra él por acoso sexual, y una moción diciendo que DSA debería participar activamente de las luchas por vidas negras. Detrás de esta moción hay una impugnación de la pasividad de la organización frente a la rebelión popular.
El Colectivo Tempest, una tendencia interna de DSA que participó de la Conferencia Latinoamericana y de Estados Unidos convocada por el FIT-U, ha hecho un llamado a constituir un partido socialista independiente, llama a votar a presidente a Howie Hawkins, candidato del Partido Verde y activista sindical y publica polémicas contra el voto a Biden promovido por la dirección de DSA y mostrando que la estrategia de “ruptura sucia” que viene reivindicando Jacobin termina siendo un verso para no construir nunca una organización independiente de los demócratas. Todos estos planteos críticos de Tempest y otras fracciones de izquierda como Emerge de Nueva York, evitan sacar conclusiones de los límites insalvables de los Demócratas Socialistas y su tipo de organización “amplia” y electorera para convertirse en el tipo de organización independiente y de luchas de clases que proponen. Todos vaticinan que la convención de DSA prevista para mediados de 2021 será el centro de duros choques políticos.
Black Lives Matter se reconvierte como lobby electoral
En el Movement for Black Lives y Black Lives Matter, la presión a jugar electoralmente dentro del Partido Demócrata ha arrastrado a buena parte del movimiento. BLM presentó una plataforma política junto a las diputadas demócratas de izquierda de “el escuadrón”. Alicia Garza, una de las cofundadoras de BLM, planteó en una entrevista a Democracy Now (27/10) que la contradicción de que la comunidad negra es masivamente una base electoral del Partido Demócrata pero sus intereses son atacados por este cuando llega el poder puede ser superado… yendo a votar más masivamente por él para hacer sentir el peso de su electorado. La política “identitaria” sin análisis del carácter de clase y de dominación imperialista del Partido Demócrata y el Estado yanqui son un camino sin salida para los oprimidos.
BLM conformó un Comité de Acción Política (PAC) que es la forma legal de canalizar donaciones electorales (Político 9/10). Su propósito es poder volcar los recursos millonarios que la clase capitalista ha estado donando al movimiento para promover a los candidatos locales que más representen sus reivindicaciones. En la medida en que esto se centra casi exclusivamente en candidatos demócratas, se aprecia el éxito de los capitalistas en canalizar sus recursos hacia BLM. Es un salto de integración al régimen político para su dirección.
No todas las voces del movimiento negro van en el mismo sentido. Glenn Ford, editorialista del combativo sitio nacionalista negro Black Agenda Report (29/10) dice que gane quien gane, gana el “duopolio”, alerta que los demócratas son incluso más guerreristas que Trump y que el triunfo del tipo de coalición amplia que promovieron los Clinton y Obama y hoy repite Biden tiene su triunfo principal no en poder ganar a Trump o no, sino en neutralizar e institucionalizar a los movimientos de lucha, desde las protestas negras, al movimiento de mujeres y los sindicatos.
Una situación similar atraviesa el movimiento de mujeres, donde la masiva marcha a Washington tuvo elementos fuertes de reivindicación del Partido Demócrata y la fallecida jueza Ruth Bader Ginsburg.
Mientras atravesamos las horas finales del proceso electoral, numerosas seccionales sindicales se pronuncian por realizar medidas de acción directa o huelga general si Trump intenta imponer un nuevo gobierno por un fallo de la corte suprema.
En los duros choques de la lucha de clases que continuarán en EEUU, de los cuales esta elección es un episodio, la necesidad de un partido independiente de la clase obrera se hace cada vez más urgente. Su constitución es uno de los puntos estratégicos que deben servir para agrupar a los numerosos grupos y militantes que se pronuncian en todo el país por la independencia de clase. Sus tareas incluyen la defensa irrestricta de las reivindicaciones de la comunidad negra, latina y de todos los sectores oprimidos, incluida la independencia de Puerto Rico, terminando con su status colonial, la derrota de las bandas fascistas promovidas desde el Estado con el método del frente único y la recuperación de los sindicatos como organizaciones de lucha en defensa de los intereses de la clase obrera.
Es con este programa que defendemos el voto a las candidaturas de izquierda independientes que distintas organizaciones han logrado presentar tanto a la presidencia como a cargos locales.
Guillermo Kane
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