En su último libro, la escritora irlandesa Claire Keegan indaga el horror de las Lavanderías de las Magdalenas, los asilos para menores controlados por la Iglesia Católica que funcionaron desde 1920 hasta 1996 en el país europeo. Por allí pasaron más de 30 mil chicas, obligadas a durísimos trabajos y sometidas a abusos y violaciones por parte de miembros del clero, al igual que ocurriera en los orfanatos controlados por esta institución.
Bill Furlong, el protagonista de la breve novela, es casado y padre de cinco hijas y dueño de un despacho de madera y carbón en el pueblo irlandés New Ross. Lleva una vida apacible al frente de ese negocio próspero. Se acercan las navidades en la fría Irlanda y la venta de esos productos crece de manera sostenida, contrastando con la situación de penurias que vive una parte importante del pueblo trabajador: los hombres suelen emigrar a Londres en busca de un mejor futuro, muchas veces abandonando a sus familias, debido al ahogo por deudas.
Furlong es hijo de una mujer que trabajaba cama adentro en la casa de Mrs Wilson. Su infancia transcurre en la cocina de esta señora, acompañando a su madre en los quehaceres cotidianos, hasta que ella muere de manera súbita cuando él tenía 12 años.
La monotonía de la vida de Furlong se rompe cuando debe de llevar un pedido al convento del Buen Pastor, donde funciona una de las famosas Lavanderías Magdalenas. Estas lavanderías del terror que estaban distribuidas en toda Irlanda habían sido creadas supuestamente para “encaminar” a niñas “descarriadas”, muchas de ellas llevadas allí por andar mendigando o estar en situación de prostitución. Gestionadas por la Iglesia Católica con ayuda del gobierno de Irlanda, trabajaban para grandes hoteles, hospitales, el ejército e incluso la cervecería Guinness. Las chicas pasaban años enteros allí, donde eran sometidas además a un constante maltrato psicológico.
En 1993, se halló en Dublín una fosa común con los restos de más de un centenar de internas. Solo a partir de entonces el tema empezó a cobrar repercusión. Para ese momento, las lavanderías se encontraban ya en declive por la extensión del uso de las lavadoras automáticas, según se señala en la película «Las hermanas de Magdalena» (2002).
El régimen brutal de las lavanderías se extendió durante más de 70 años, con la evidente complicidad del Estado. Recién en el año 2013, cuando no le quedó otro remedio, el gobierno de Irlanda atinó a pedir disculpas por esta política e indemnizó a las víctimas.
El tema ha sido abordado también en el documental «Sex in a cold climate» (1998) y la película «Philomena» (2013).
Luis Mauregui
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