La Guerra del Paraguay (1865-1870) fue uno de los conflictos militares más importantes del siglo XIX en América del Sur. No existe otra contienda, para esta época, con la cual compararse, teniendo en cuenta el número de beligerantes, la duración en el tiempo, las pérdidas humanas y materiales y la profundidad de sus consecuencias.
Sería casi una misión imposible desarrollar más de 5 años de guerra fraticida en una decena de párrafos. Así que nos centraremos en algunos aspectos poco iluminados: ¿con qué objetivo se conformó la Triple Alianza? ¿Y cómo fue que Bartolomé Mitre, el peor general de la historia Argentina, según dicen, llegó a dirigir el ejército unificado de esta alianza?
La ruptura del equilibrio del Plata
Son varias las causas que se han esgrimido para explicar el porqué de la guerra. Antes de entrar en ellas, es preciso aclarar que Paraguay se encontraba aislado económicamente desde 1811, año en que proclamó su independencia. Este aislamiento consistió básicamente en un proteccionismo extremo, que en concreto implicó el desarrollo de una economía “basada en el monopolio estatal de la propiedad del principal instrumento de la producción -la tierra- y de la comercialización de los productos fundamentales de exportación” ("Historia del pueblo argentino", Milciades Peña pág. 227). Dicho monopolio permitió capitalizar ingresos y recursos en manos del Estado paraguayo y que se inicie un proceso de industrialización, que terminó disminuyendo su dependencia del mercado exterior. En resumen, un pequeño país bajo dictaduras estatales caudillescas (el Dr. Francia, la familia López), construyó una economía relativamente independiente y un poderoso aparato estatal centralizado, que incluso contaba con un ejército en mejores condiciones que todos los oponentes infames.
En este marco se encuadraba el “equilibrio del Plata”, según el cual la sobrevida política y económica del Paraguay estaba íntimamente relacionada a la de la República del Uruguay. La nación paraguaya podía realizar sus exportaciones a través de Montevideo sin preocuparse por el resto de los vecinos de la cuenca del Plata, sobretodo de Buenos Aires con quien ya había tenido problemas de límites territoriales. Pero este equilibrio fue quebrado en 1863 con la invasión al Uruguay por parte del Imperio de Brasil.
Uruguay era gobernado por Bernardo Prudencio Berro, representante del Partido Blanco (versión oriental del federalismo, según Milciades Peña) y último aliado regional del Paraguay cuyo presidente era entonces Francisco Solano López. Brasil invadió por mar y por tierra, mientras que el general Venancio Flores, que pertenecía al Partido Colorado (versión oriental de los unitarios porteños) llegaba desde Buenos Aires listo para desplazar a Berro. El gobierno de Paraguay acudió en auxilio de Berro –y del “equilibrio del Plata”- y tras varios meses de enfrentamientos incluido aquel que pasó a la historia como “la heroica defensa Paysandú”, Venancio Flores fue impuesto como nuevo presidente de la República Oriental.
El Imperio del Brasil y su insaciable sed de territorios
Hasta aquí es posible deducir por qué Uruguay se involucró en la guerra de la “Triple Infamia”, o mejor dicho, por que Venancio Flores metió al Uruguay en guerra contra su otrora pueblo hermano: porque Flores fue puesto en el gobierno por el Imperio de Brasil y ahora le correspondía devolver ese favor. ¿Y Brasil, qué intereses tenía?
El Imperio estaba atravesando una importante crisis. La economía brasileña tenía como base el sistema de producción de plantaciones apoyado en el trabajo esclavo, que ya para esta época era costoso e ineficiente. Por tal motivo, el Imperio recurrió al mecanismo de la expansión territorial y puso en jaque las relaciones con sus vecinos, especialmente con Paraguay, que comprendió los objetivos expansionistas de Brasil y lo que estaba en juego en la agresión imperial al Uruguay.
Como dijimos anteriormente, retomando el relato de la invasión a Uruguay, Brasil invadió por mar y por tierra y Francisco Solano López representando a Paraguay respondió aquella agresión en defensa de Uruguay en noviembre de 1864, cuando se declaran la guerra los gobiernos de Brasil y Paraguay.
La neutralidad mitrista acude a auxiliar al Imperio
El presidente paraguayo pide permiso en febrero de 1865 al presidente Bartolomé Mitre para atravesar el país, más puntualmente la provincia de Corrientes, para así poder invadir Brasil. Un mes después, aproximadamente, Mitre niega este pedido alegando neutralidad entre pueblos hermanos. Acto seguido, Paraguay invadió Corrientes ante la negativa del liberal porteño y envió una misiva que llegó el 3 de mayo a Buenos Aires declarándole la guerra a Argentina.
¿Y qué motivó a Mitre a negarle el paso a Paraguay, sabiendo que esto sería motivo de guerra? Por un lado, si el presidente porteño aceptaba que el ejército paraguayo se hubiera asentado en Corrientes, lógicamente el Imperio de Brasil hubiera ejercido alguna acción en represalia contra el Estado argentino en formación. Por otro lado, la oligarquía y burguesía comercial porteñas veían en la potencia económica de Paraguay una amenaza al monopolio aduanero de Buenos Aires y a su presidente, el mariscal López, como el último baluarte de resistencia de las provincias del interior que había que destruir para consolidar lo conquistado en la Batalla de Pavón, cuando Buenos Aires derrotó a las fuerzas de la Confederación Argentina. En palabras de Alberdi: “La política actual del general Mitre no tiene sentido común si se la busca únicamente por su lado exterior. Otro es el aspecto en que debe ser considerada. Su fin es completamente interior. No es el Paraguay, es la República Argentina. No es una nueva guerra exterior: es la vieja guerra civil ya conocida entre Buenos Aires y las provincias argentinas, sino en las apariencias, al menos en los intereses y las miras positivas que la sustentan” (Alberdi, Obras Completas, vol. VI, 366 citado en Historia del pueblo argentino pág. 232).
La conformación de la Triple Alianza y Mitre como jefe militar
Varios historiadores sostienen que Paraguay desarrolló para mediados del siglo XIX, gracias al aislamiento y proteccionismo extremo, un aparato militar superior que el de sus contrincantes. Y que incluso podría haber ganado la guerra sino fuera porque se gestó el tratado de la Triple Alianza entre Argentina, Brasil y Uruguay, que se propuso destruir al Paraguay.
Esta vil unión tuvo lugar el 1° mayo de 1865 y es aquí donde Mitre puso como condición que su suscripción al tratado, iba supeditada a que se lo nombrara como comandante en jefe del Ejército Aliado. Este acuerdo secreto fue celebrado en Buenos Aires en la propia residencia de Mitre con la presencia de ministros argentinos y plenipotenciarios de la región. El secreto duró solo un año, ya que la diplomacia inglesa lo hizo público a toda la prensa en 1866.
El tratado declaraba que la paz y la seguridad eran imposibles para Argentina, Brasil y Uruguay mientras existiera el “tirano” gobierno de Paraguay, por tanto la guerra no era contra el país sino contra el dictador Francisco Solano López, y ésta no acabaría hasta su derrota total. Mitre se aseguró el mando supremo del Ejército Aliado y para el Estado argentino en construcción, en caso de victoria, el territorio de Misiones y El Chaco en su margen derecha del río Paraguay.
El carroñero imperialismo británico
Líneas arriba comentabamos que la diplomacia inglesa destapó ante el mundo la canallada que se estaba gestando. ¿Fue un temprano gesto humanitario ante la calamidad próxima? Ni mucho menos. Inglaterra simplemente trató de contener la ofensiva expansionista brasileña hacia Uruguay o hacia Paraguay. ¿Por qué? Porque si Brasil lograba dominar la región, Gran Bretaña, en plena segunda revolución industrial, veía muy comprometida su influencia directa en el Río de la Plata.
A pesar de que Inglaterra no intervino en el conflicto bélico en forma directa, si fue uno de los grandes ganadores al final de la contienda: Argentina se endeudó con la banca británica para hacer frente a las necesidades de la guerra e incluso Paraguay en 1870 -al final de la guerra- contrajo su primer empréstito con Londres por un millón de libras esterlinas. Los piratas ingleses vestidos de comerciantes, banqueros e industriales no perdieron su influencia en la región, más bien avanzaron a paso firme desde la segunda mitad del siglo XIX.
Nadia Petrovskaia
Sábado 17 de abril de 2021
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