Egipto, la nación más poblada del mundo árabe, ha devenido en uno de los eslabones más frágiles de la crisis capitalista internacional. Los coletazos que está repartiendo la guerra en Europa, con su consecuencia en un aumento exponencial de los precios de las materias primas, han sorprendido a la economía egipcia. El dictador Abdelfatah Al Sisi ha implementado algunas políticas de características intervencionistas, ante el temor a un desmadre de la situación económica y una movilización de las masas, pero está por verse si logra su cometido.
Inflación
La inflación mundial ha provocado en el país de los faraones un intenso desorden de sus relaciones internas. Las tendencias inflacionarias y devaluatorias, que venían desarrollándose con anterioridad al estallido de la guerra, han recrudecido brutalmente. El precio del trigo aumentó un 44% en tan solo una semana, mientras que el aceite de girasol hizo lo propio en un 32%. Egipto es el principal importador mundial de trigo (el 85% lo obtiene de Rusia y Ucrania) y uno de los 10 mayores compradores de aceite de girasol (el 75% se lo proveen los mismos países). El mayor problema estriba en que las reservas internacionales del Banco Central egipcio solo pueden satisfacer la demanda de estas materias primas por los próximos cuatro meses.
La deuda externa, que consume una parte sustancial del presupuesto egipcio, se ha incrementado un 350% en seis años (2015-2021), adquiriendo proporciones gigantescas en relación al PBI. La dictadura contrajo un préstamo de 12.000 millones de dólares con el Fondo Monetario Internacional (FMI) en 2016, y otro de 8.000 millones en 2020 como “refuerzo” para hacer frente a la pandemia. Y actualmente está en carpeta el ingreso de unos 22.000 millones de dólares cuyos emisores serían los Estados árabes del Golfo. Una porción considerable de los préstamos que tomó el régimen se utilizó para cancelar viejos compromisos de deuda y a su vez para alimentar un ciclo especulativo del que la clase capitalista se benefició como nunca. En diciembre de 2021, las tenencias extranjeras en letras del tesoro egipcio ascendían a casi 20.500 millones de dólares; ahora, en medio de los avatares de la crisis mundial, el país ha asistido a un éxodo en masa de divisas, que ha superado los 13.000 millones de dólares. La fuga de capitales y el peso de la deuda se agravarán como fruto del aumento de las tasas de interés que se encuentra ensayando la Reserva Federal norteamericana.
En este cuadro, el gobierno ha intervenido sobre el mercado interno con la venta de alimentos básicos a precios reducidos, una tarea que colocó en manos del Ejército. Al mismo tiempo implementó un monitoreo sobre las empresas monopólicas, a la vez que prohibió la exportación de algunos productos alimenticios y puso en marcha una racionalización de las mercancías importadas. La política de suba de las tasas de interés que entretanto se está barajando difícilmente logre disminuir la inflación, aunque sí potenciará la huelga de inversiones que prima en el país.
Mano de hierro
Al Sisi ha llegó al poder como la síntesis contrarrevolucionaria de la Primavera Árabe de 2011, año en el que una catarata de movilizaciones puso fin al gobierno del dictador Hosni Mubarak. Erigió un régimen despótico de características terroristas cuya columna vertebral son las Fuerzas Armadas. La persecución y la detención de opositores, las torturas, las desapariciones forzadas de cientos de opositores, y “en menor medida” las ejecuciones extrajudiciales, vienen siendo la norma en el país. El número de presos políticos, que hoy asciende a más de 60.000, creció al compás de la construcción masiva de cárceles, que se han más que duplicado desde 2013, cuando se produjo el golpe que posteriormente colocó al actual dictador a la cabeza del país.
No solo ha significado una derrota para las masas egipcias, sino que también el golpe fue desarrollado para salvaguardar los intereses económicos que ha logrado tejer el Ejército en el curso de varios años. Este cuenta con sus propios tribunales y un imperio económico que incluye desde fábricas, pasando por bancos, hasta la mayoría de los medios de comunicación. La monopolización de un importantísimo universo de negocios por parte de las FFAA ha despertado resquemores entre un sector de la burguesía nativa no ligado a ellas que ve en la plétora de beneficios que poseen las empresas castrenses un escollo para competir en el mercado tomado de conjunto.
Asimismo, la clique militar ha defendido acérrimamente los intereses del capital financiero internacional. Estados Unidos y sus satélites regionales del Golfo (Arabia Saudita, Emiratos Árabes) han abrazado con devoción la toma del poder por los golpistas. A la transformación de Egipto en una gran cárcel se suma la ilegalización de los partidos políticos opositores y el reforzamiento de la influencia personal de Al Sisi en la designación de jueces. Con este arsenal de medidas reaccionarias es que ha ido cumpliendo con el programa fondomonetarista de ataque contra la clase obrera; tarifazos, devaluación, suba de impuestos (IVA), recorte de los presupuestos de salud y educación, despido de trabajadores estatales y crecimiento del trabajo precario.
En este marco, han tenido lugar varias experiencias de lucha de los trabajadores. Es extremadamente difícil conocer el grado de conflictividad social que existe en Egipto, no solo por la represión creciente, sino porque el gobierno mantiene una férrea censura en los medios de comunicación. En febrero de este año, miles de trabajadores protestaron frente a la fábrica del grupo Universal Appliances, en la región industrial de Giza, luego del suicidio de un obrero que no pudo pagar sus deudas debido al atraso en el pago de salarios. El año pasado hubo numerosas luchas económicas, con epicentro en Alejandría, uno de los bastiones de la lucha obrera en la Primavera Árabe.
Política exterior
La bancarrota capitalista mundial y el conflicto armado entre Rusia y Ucrania han provocado ciertos virajes en la política externa de la dictadura egipcia. Al Sisi es un importante socio del imperialismo norteamericano en la región, aunque sus relaciones han sufrido alguna que otra perturbación en el transcurso de las últimas semanas. Estados Unidos es el principal receptáculo de productos egipcios y las inversiones del capital yanqui en El Cairo han aumentado significativamente. Además, condiciona su política económica a través de la presión que ejerce el FMI y de la deuda. Pero el pro imperialismo del gobierno Al Sisi no se ha traducido mecánicamente en una alineación a la política norteamericana de sanciones contra Rusia, la cual por ahora rechazó la mayoría de los aliados de Biden en el Golfo. Es que el Kremlin ha venido fortaleciendo sus lazos económico-militares con Egipto (y sus vecinos), lo que ha tenido como uno de sus últimos episodios la tentativa de avanzar en la construcción de una central nuclear rusa en el noroeste de El Cairo. Los chinos también han metido la cola, una estrategia que se condensó en el cónclave que tuvo lugar en febrero de este año entre Xi Jinping y Al Sisi y que concluyera con la defensa de impulsar la integración de Egipto a la Nueva Ruta de la Seda, así como el desarrollo del corredor del Canal de Suez.
Egipto, asimismo, es una pieza clave de la opresión sionista en la Franja de Gaza. La cumbre egipcio-jordana-emiratí, que sesionó la semana anterior, tuvo a la cuestión palestina como uno de sus temas más candentes. Se trata de países aliados del imperialismo norteamericano, por lo que su agenda estuvo naturalmente atravesada por esos intereses. Jordania es igualmente funcional al Estado de Israel, en ella habitan dos millones de palestinos y su gobierno es un factor vital para su contención. Emiratos Árabes, que tiene bases militares estadounidenses dentro de sus fronteras y desplegó tropas de ocupación en Yemen, ha sido un sostén fundamental de la dictadura de Al Sisi, por lo que han cosechado una buena y compleja relación. En Libia, por ejemplo, ambos se enfrentaron junto a Rusia y Francia al entonces pro turco gobierno del GAN. En esta línea también puede entenderse que el gobierno del galo Macron haya pactado con Al Sisi la entrega de 30 aviones de combate para el año 2024.
La dictadura ha mantenido y fortificado el carácter semi colonial de la economía egipcia, desquiciada por la ofensiva del imperialismo mundial. Sin embargo, ante la crisis, ha estado acercándose cada vez más a China y a Rusia, los blancos predilectos del gobierno estadounidense, con los cuales mantiene una relación desigual. Una intervención histórica de la clase obrera es lo único que puede salvar a Egipto del desastre. Es necesaria una nueva Primavera Árabe.
Nazareno Kotzev
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