sábado, mayo 13, 2023

Isaac Deutscher en dos palabras


Poeta de altura, militante comunista desde su juventud universitaria, expulsado dei partido polaco por “sobrestimar el peligro nazi” en 1933, animador de la importante y olvidada Oposición de Izquierda polaca, crítico con la posición de Trotsky de constituir la IV Internacional contra unas condiciones netamente adversas, periodista, historiador y crítico literario, Isaac Deutscher fue una “rara avis” en lo que se ha llamado indebidamente “marxismo occidental”. Por su bio­grafía personal, así como por su inquebrantable conciencia crítica, Deutscher no fue lo que se dice un intelectual tradicional. Su labor de investigador y escritor no estuvo en contradicción con su pasión de activista que, empero, no paso por una vinculación orgánica. Una muestra de este activismo la encontramos en su compromi­so contra la agresión yanqui al Vietnam que le llevó a ser uno de los animadores del Tribunal Russell ya pronunciar en los Estados Unidos algunas de sus conferencias más brillantes y demoledoras. 
 Nacido en Cracovia (Polo­nia), en 1907, Deutscher per­tenecía al mundo judío centroeuropeo destruido por el na­zismo (responsabilidad que, burdamente, un talento como Milan Kundera atribuye al esta­linismo). Hijo de una familia ju­día integrista, verdadero niño prodigio, se desarrolló cultural­mente en el ambiente agobian­te de la escuela religiosa judía llamada khéder, lo que hace que su ulterior evolución pueda considerarse como un milagro, y muchos, la mayoría, de los que surgieron en dicho medio se reparten entre las víctimas de los campos de concentra­ción y los fanáticos sionistas que blanden ahora la reaccio­naria concepción del “pueblo elegido” contra los palestinos. Aunque la historia de este medio es muy poco conocida –al menos antes de los traba­jos de Natham Weinstock pulicados en francés por Mas­pero–, el lector podrá acceder a ella, muy parcialmente, a tra­vés de algunas de las narracio­nes de Isaak Babel Todo parece indicar que la revolución de 1917 fue determinante para toda una generación de jóve­nes judíos –esto lo confirman en sus memorias gente tan poco sospechosa como Ben Gurión y Golda Meir, o pelícu­las como “El violinista en el te­jado”-; fue un niño judío, hijo de comunistas, el primero que demostró a Isaac que se podía pecar sin que Yhavé se enfada­ra por ello-,,, 
 Sin duda existía ya en su interior una predisposi­ción, ya que aunque su abuelo era un ortodoxo dominante y celoso, su padre, un impresor enamorado de la cultura alemana, era un secreto admirador ?e la heterodoxia, de personajes como Espinosa, Heine y La­salle (Pierre Frank recordará a Deutscher buscando obras inéditas del primero en Portobello), representantes de una tradición herética,. revolucionaria y libertaria que Deutscher am­pliará con fervor hasta Marx, Freud, Rosa Luxemburgo y Trotsky, sin olvidar a aquel militante bolchevique desde 1905, Hearsch Mendel, que compartirá con él la dirección de la Oposición Comunista po­laca y que representaba la im­presionante voluntad emanci­patoria y cultural del sector más avanzado del movimiento obrero de origen hebreo.
 Dos planteamientos básicos surgen ya en el Deutscher mili­tante casi infantil de las juventudes comunistas y permane­cerán sólidamente a Io largo de sus años como hereje, en con­tradicción con tanto renegado terminado por el nacional-so­cialismo, que sabía la impor­tancia de su componente revo­lucionario, dentro del cual sur­gió Deutscher, cuya familia desapareció en la ignominia de los campos de concentración; en segundo, una oposición irreductible al espíritu oscuran­tista del ghetto, marcado por el sentimiento de resistencia mi­rando hacia atrás de rodillas, y que, con el tiempo, alimentará una facción cada vez más envi­lecida del sionismo en Israel. Ambas posiciones –fidelidad de clase y concepción abierta del pensamiento–, llevarán a Deutscher a luchar contra la corriente que durante los años cincuenta y sesenta negará toda vigencia a las tradiciones socialistas en Occidente –las teorías sobre la integración del proletariado, preludio de las que ahora certifican su muer­te, y contra los anticomunis­tas que reducen la historia de la URSS a los crímenes bárba­ros de Stalin. 
 El reflujo de los últimos años, la contraofensiva dere­chista y neosocialdemócrata, las derrotas de la izquierda, han hecho que las obras de Deutscher hayan sufrido una pasada de menosprecio y de desinterés a todas luces abe­rrante. Su lugar ha sido parcial­mente ocupado por una nueva hornada de ex-izquierdistas –Heller, Castoriadis, Semprún y cia.-, reconvertidos en intelectuales orgánicos de la era reaganista, cuyo ascenso fue tan rápido como lo está siendo ahora su caída. El cambio no podía ser más miserable y em­pobrecedor. Textos como La conciencia del ex-comunista (IN­PRECOR 52) o como Orwell: el misticismo de la crueldad, no sólo alumbran genialmente la crisis de la intelligentsia “an­titotalitaria” de los años cincuenta, sino que también acla­ran con maestría las trampas de unos renegados que tratan de ahogar el niño de la revolu­ción con el agua sucia de las burocracias, con la apenas oculta intención de buscar unos chivos expiatorios detrás de los cuales ocultar el rostro de la barbarie “contra” internacional. Las nuevas generaciones insumisas deberán de reencontrar a Deutscher para comprender-transformar el viejo mun­do.

 En castellano 

 Deutscher comenzó a ser publicado en castellano a princi­pios de los años sesenta en revistas especializadas de eco­nomía en las que firmaban liberales como Fuentes Quintana o “felipes” como García Díez, y otros que más tarde se arrepentirían de sus “pecados juveniles”. El primer libro suyo que apareció legalmente aquí fue una traducción dual –una en catalán y otra en castellano- de Stalin. Una biografía política en Edició de Materials. en la que trabajaban algunos socialistas ahora convertidos en “baro­nes” del PSC. 
 Esta misma editorial –verdaderamente de vanguardia– publicó las dos primeras partes del Trotsky, y no pudo publicar la tercera porque fue desmantelada por un mi­nistro de Información y Turismo llamado Fraga Iribarne. Am­bas biografías aparecieron en México en la Editorial ERA, en la que se encuentran la mayor parte de los libros de Deuts­cher: Los sindicatos soviéticos, Rusia, China y Occidente, El marxismo de nuestro tiempo, así como La revolución inconclusa que recoge su brillante discurso sobre el sesenta aniversario de la revolución de Octubre y que vino a ser su testamento. Un testamento soberbio en el que se trasluce la rectificación de Deutscher en relación a sus esperanzas desmentidas en el “reformista” de Jruschev. Mientras que la biografía de Stalin tenía unas limitaciones comprensibles por el hecho de que fue escrita antes de !a muerte de Stalin. la de Trotsky ha sido justamente conside­rada como la mejor biografía del siglo. por más que algunos de sus capítulos –el que trata de España. por ejemplo- ne­cesiten un mayor desarrollo. Deutscher tenía en mente ha­cer una trilogía con otra biografía. la de Lenin. pero ésta no fue posible por su fallecimiento y sólo dejó escrita una pri­mera parte sobre la juventud de Lenin, El águila deja revolución, que también publicó ERA. esta vez en edición de bolsillo. 
 Otras editoriales publicaron otras obras suyas. Como Ju­dío no sionista (Ed. Ayuso), que incorpora trabajos autobio­gráficos y unos deslumbrantes ensayos sobre el Estado de Is­rael. Ariel (1971) publicó la recopilación, Herejes y renegados; Pe­nínsula (1972), sus Ironías de la historia y Martínez Roca (1973) Rusia des­pués de Stalin. Todas estas obras resultan ahora poco ase­quibles, aunque se pueden encontrar. Sería estupendo que alguien asumiera su reedición. que es lo que se hace habi­tualmente con los clásicos. 

 Deutscher y la Cuarta.

 Durante muchos años, la principal, sino la única, fuente de información sobre la Cuarta internacional fue la trilogía sobre Trotsky, de Deutcher, quien como parte de la obra, repitió sus argumentos en el debate. En 1964, en una conferencia Sobre las Internacionales y el internacionalismo (incluido en la antología El marxismo de nuestro tiempo, ERA, México, pp.126-127), dictada ante la Socialist Society del University College de Londres, sintetizó así su opinión: “En 1933, después del acceso de Hitler al poder, Trotsky consideró que la Tercera Internacional estaba tan en bancarrota como la Segunda. Los trabajadores alemanes no estaban, como pretendía el especioso argumento de la Komintern, “en vísperas de grandes batallas”; ya habían sufrido una terrible derrota. El stalinismo, dijo Trotsky, había tenido su “4 de agosto”. 
 Esta analogía llevó a Trotsky a la obvia conclusión de que entonces como en1914, había llegado el momento de pararse para la construcción de una nueva organización internacional, porque la antigua yacía en ruinas. TrotsKy, sin embargo, estaba lleno de vacilaciones: no era fácil para él volverle la espalda al “estado mayor de la revolución mundial”, del que había sido uno de los principales arquitectos: el mismo señaló que, mientras que en 1914 la IIª Internacional traicionó conscientemente todos sus altos ideaIes, el Komintern, en 1933 había facilitado la victoria del fascismo por pura estupidez, incuria y ceguera…El plan de organizar una nueva Internacional fue madurando con len­titud en la mente de Trotsky. Hubieron de transcurrir cuatro años de propaganda y de trabajo de base antes de que se sintiera listo para con­vocar un congreso constituyente. (Exactamente el mismo espacio de tiempo transcurrió desde el momento en 1915 en que él y Lenin concibieron por primera vez la idea de la Tercera Internacional, hasta que la orga­nización quedó constituida.) Pero la Cuarta Internacional nació muerta, y ello se debió en buena medida a la inexistencia de un. Movimiento revolucionario internacional que pudiera insuflarle vida. 
 Sin que él tuviera culpa de ello, la Internacional de Trotsky se vio aislada del único lugar donde había triunfado la revolución y donde esa revolución, aunque monopolizada y deformada por una burocracia opresora y mendaz, aún existía. En cierto sentido, el mismo Trotsky había previsto la circunstancia principal que habría de condenar a su organización a la ineficacia cuando señaló que, pese a la irresponsabilidad de la política de stalin en Alemania y en todas partes, los obreros revolucionarios de todos los países seguían mirando hacia moscú en busca de inspiración y guía” Deutscher concluye su conferencia con la siguiente lección: “que la idea del internacionalismo es, después de todo, más importante, más vital y más pertinente que la Internacionales que se suceden las unas a las otra, florecen y luego decaen y mueren. Las Internacionales pasan; el internacionalismo sigue siendo el principio vital de un nuevo mundo; y aun entre las ruinas de las Internacionales yo continúo creyendo que la idea del internacionalismo crecerá y florecerá como una planta que crece y prospera entre las ruinas”. 

 Pepe Gutiérrez-Álvarez

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