Japón y la Otan, en tratativas.
El ministro de relaciones exteriores de Japón, Yoshimassa Hayashi, confirmó en una reciente entrevista con la CNN que su gobierno está en tratativas con la Otan para la instalación en Tokio de una oficina de enlace con la alianza atlántica.
Según el funcionario, el motivo es la mayor inestabilidad global derivada de la guerra en el este europeo. En ese conflicto, Tokio apoya, al igual que la alianza militar imperialista, a Ucrania contra Rusia.
Las negociaciones entre el país del sol naciente y la Otan se inscriben en un escenario de rearme de Japón, que es incentivado desde la Casa Blanca, interesada en trazar un cerco contra China y Rusia.
Una reciente tapa de la revista Time causó gran revuelo por afirmar que Kishida busca convertir a Japón en una potencia militar, abandonando décadas de “pacifismo”. La Constitución nipona de la segunda posguerra, tras su derrota ante los aliados, establece una renuncia a la guerra que la dejó estrictamente sin ejército -dispone de unas fuerzas de autodefensa. Para justificar su actual desarrollo armamentístico, el gobierno japonés (siguiendo el camino del fallecido Shinzo Abe) hace una reinterpretación a su gusto de la carta magna.
Tapa de la revista “Time” con referencias al nuevo militarismo japonés
Como parte de los realineamientos globales, el primer ministro japonés visitó el pasado fin de semana Seúl, con el propósito de cerrar viejas heridas con Corea del Sur y consolidar una alianza a tres bandas, incluyendo a la Casa Blanca. La primera visita en doce años de un mandatario japonés a la península incluyó una visita al cementerio donde están enterrados los héroes que enfrentaron la ocupación japonesa que se extendió desde 1910 a 1945. Esa brutal ocupación incluyó el trabajo forzoso de los coreanos para la industria japonesa y la esclavización sexual de cientos de miles de mujeres. La cuestión de las compensaciones económicas por aquellas atrocidades aún es fuente de tensiones y alienta los sentimientos nacionalistas a uno y otro lado.
El nuevo gobierno surcoreano quiere dejar en el pasado las disputas con Tokio, a la luz del rediseño de los conflictos globales. En Corea del Sur se impuso en las últimas elecciones un gobierno del derechista Partido del Poder Popular (PPP), que tiene una línea más dura que los liberales hacia Corea del Norte y busca estrechar lazos con Estados Unidos. Hace quince días, el primer ministro Yoon Seok-Yeol visitó a Joe Biden. Ambos mandatarios suscribieron la llamada “declaración de Washington”, que establece que un submarino nuclear yanqui visitará periódicamente la península. El gobierno coreano venía agitando previamente la posibilidad de desarrollar armas nucleares propias, algo que por el momento quedó en el congelador.
Como parte del afianzamiento de los lazos económicos y políticos entre Washington y Seúl, la Casa Blanca había construido ya un escudo antimisiles en la zona, que Beijing consideró una nueva provocación.
Si a todo esto sumamos los cruces sino-norteamericanos con respecto a Taiwán, el nacimiento del Aukus (acuerdo militar de Estados Unidos, el Reino Unido y Australia) y los recientes ejercicios militares conjuntos entre Washington y Filipinas, podemos concluir que estamos en presencia de un desarrollo del armamentismo y de las tendencias bélicas en la vasta región del Pacífico, conscientemente alentado por el imperialismo. La gravedad de esta situación se amplía si tenemos en cuenta que en la zona hay toda clase de disputas territoriales y comerciales cruzadas.
Por todas estas razones, las organizaciones obreras y populares japonesas deberían rechazar la instalación de una oficina de la Otan en su territorio.
Gustavo Montenegro
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