Realizadas el 30 de abril las elecciones generales en Paraguay, salió triunfante Santiago Peña, el candidato oficialista del Partido Colorado con un 42,7%. Las “encuestas” previas resultaron “erróneas”: anunciaban una lucha cabeza a cabeza con el frente opositor de la Concertación Nacional, cuyo candidato, Efraín Alegre, obtuvo solo 27,4%, retrocediendo drásticamente de su presentación anterior. Pero la novedad vino de la mano del Partido Cruzada Nacional, cuyo candidato “Payo” Cubas obtuvo 23% de la votación.
Cubas es un político aventurero que ha girado por diversas tiendas políticas en su trayectoria política. Siempre como un outsider. Ahora levanta planteos de derecha fascistoide emparentándose con Milei y Bolsonaro en sus declaraciones (imitar la experiencia represiva de Bukele de El Salvador, etc.), pero que a veces son acompañadas por planteos de amenazas contra sectores de la burguesía (proponiendo impuestos al gran capital brasi-paraguayo, etc.). Su irrupción electoral es interpretada por todo el mundo como expresión de haber empalmado con un sentimiento de bronca entre amplios sectores de la población frente al retroceso social que viven las masas paraguayas y al monopolio histórico del Partido Colorado en el poder (70 años) con sus cuotas de corrupción y arbitrariedad a favor de clanes capitalistas amigos.
Cubas no se quedó de brazos cruzados: salió la misma noche del domingo 30 a denunciar un fraude y un pedido de recuento de la votación. Ya el 1° de mayo, día internacional de lucha de los trabajadores, se realizaron manifestaciones contra el fraude convocadas por Cubas. La mayoría de las organizaciones de izquierda se mantuvieron pasivas. Stalinistas, maoístas y otros se habían unido al frente de centroderecha de Alegre, que fue apoyado por la mayoría del Frente Guazu, la centroizquierda dirigida por el ex obispo y presidente destituido por un golpe, Fernando Lugo.
Choques del gobierno yanqui –por peleas de negocios, etc.- con el Partido Colorado evidenciaron cierta simpatía con la coalición centroderechista. Pero, el 2 de mayo, el presidente yanqui Biden salió a reconocer el triunfo del Partido Colorado.
Las manifestaciones se han ido manteniendo. Frente a ello, el gobierno paraguayo detuvo al propio candidato Cubas y a decenas de sus seguidores. Pero estas, si bien no masivas, no han cedido. Lo que llevó a que el segundo candidato, Alegre, se sumara a las mismas denunciando el fraude.
¿Hay fraude?
En septiembre del año pasado se incendiaron sorpresivamente 8.500 urnas electrónicas que iban a ser utilizadas en las primarias de diciembre y las definitivas del reciente 30 de abril. Estas fueron rápidamente reemplazadas. Pero el partido de Cubas denunció que nunca llegó a aprobar el oftware y hardware de las urnas electrónicas, por dudas sobre su aplicación. Por otro lado, el control del proceso electoral del Partido Colorado es casi total. El 85% de los trabajadores públicos está adherido forzosamente al Partido.
Biden y los observadores internacionales europeos le han dado el visto bueno a los cómputos electorales. Pero los manifestantes piden el recuento de las urnas, abriendo el llamado cuarto sobre en poder de la justicia electoral, donde figurarían en números, los cómputos de un conjunto de urnas. Ayer la “justicia” rechazó este pedido, proclamando la normalidad del proceso electoral.
Esta crisis ha llevado a que Cubas se postule nacionalmente como el líder opositor al Partido Colorado, desplazando a la coalición nacional centroderechista, al Frente Guazu de la centroizquierda y a la débil izquierda oportunista.
Desde ya que hay que reclamar la libertad de Cubas y todos los detenidos y la apertura inmediata de un proceso de investigación de los resultados electorales, constituyendo un comité independiente integrado por los partidos opositores que participaron de los comicios e integrantes de organismos de derechos humanos.
Pero lo más importante es lo que vislumbró este proceso electoral y las manifestaciones contra el fraude: en amplios sectores de las masas hay un hastío frente a la gravedad de la crisis social que tiende a manifestarse a través de la acción directa. La izquierda debe sacar su balance de la subordinación a los frentes “democráticos” dirigidos por la burguesía que se reclama democrática, y a veces progresista, que propugnan la conciliación de clases. Romper con estos frentes populares que maniatan a trabajadores y campesinos con la burguesía opositora, que va y viene y se entrecruza con sus negocios, con el oficialismo colorado. Y reagruparse política y organizativamente con posiciones de independencia de clase. De lo contrario, el crecimiento de una alternativa derechista aventurera crecerá sobre la base de la impotencia y pusilanimidad política-programática de la izquierda. Es necesario avanzar en organizar la lucha de los trabajadores por sus reivindicaciones, del campesinado por la tierra y de todos los explotados por la plena vigencia de las libertades democráticas y contra el imperialismo y las bases militares que quiere instalar y expandir. Con la vista estratégica en la lucha por un gobierno obrero y campesino.
Rafael Santos
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