Para medir la importancia política del cargo que ocupará García Cuerva se puede tener en cuenta que la arquidiócesis porteña cuenta con 186 parroquias, 188 iglesias y capillas, un total de 764 sacerdotes, 1.430 religiosas y 663 centros educativos. Una potente red de centros de difusión y de militantes clericales que se extiende por toda la ciudad, subsidiada en gran parte por el Estado.
García Cuerva, hijo de un comodoro de la Fuerza Aérea, es teólogo y abogado. Tiempo Argentino afirma que militó en la Juventud Peronista durante los primeros años de restauración democrática. No pertenece al poderoso clero porteño: fue ordenado sacerdote en 1997 por el obispo Jorge Cassaretto, que condujo Cáritas por casi una década.
El flamante arzobispo vivió y fue vicario parroquial de la villa La Cava, en San Isidro, durante más de 15 años. Creó numerosos centros barriales que pusieron énfasis en la captación de la juventud. En 2017 se convirtió en obispo auxiliar de Lomas de Zamora y después partió a la tierra de los Kirchner. Pertenece a la Pastoral Carcelaria y se lo considera experto en drogadependencia.
García Cuerva ganó notoriedad como gay friendly cuando, a diferencia de muchos colegas, aceptó bautizar a los hijos de Flor de la V. Suele decir que uno de los actos más difíciles de su vida fue firmar la expulsión de la vida clerical de tres curas abusadores sexuales de Río Gallegos en el marco de la consigna “tolerancia cero”.
A diferencia de Bergoglio, García Cuerva mantiene de sus años en la zona norte bonaerense una sólida relación con Sergio Massa y Malena Galmarini. Cuando asumió como obispo de Santa Cruz y Tierra del Fuego, el propio Massa viajó a la capital santacruceña. También con los Cafiero.
Esto no le impidió distanciarse del gobierno de los Fernández. Alguna vez los acusó de “falta de humildad y escucha”. Y no se priva de recordar que durante la pandemia: “Cuando no podíamos reunirnos, ni vacunar a nuestros abuelos, ellos se vacunaban y se reunían”.
Con los pobres pero contra las huelgas
Simultáneamente, el papa aceptó la renuncia al cardenal conservador Mario Aurelio Poli, que la presentó en 2022 cuando cumplió 75 años. No le extendió su mandato, como sí hizo con su amigo Ojea de la Conferencia Episcopal y otros. Sin embargo, a Poli le concedió varios meses para “cubrir las vacantes de parroquias y otros nombramientos” (Ámbito 25-5). También para dirigir el Tedeum del 25 de Mayo cuando, en línea con la prédica del embajador de Estados Unidos, Poli reclamó un gesto de “unidad” política –“que todos sean uno”- en la cara del presidente, el pleno del fernandismo, Massa, De Pedro, Rodríguez Larreta, Quirós y Jorge Macri (Ámbito, 25/5).
En Río Gallegos, el flamante arzobispo también dio su propia homilía: “La inflación es el impuesto a los pobres”, dijo, y lamentó que, aunque se ofreció no lo aceptaron como mediador en el conflicto docente y por eso no logró “abrir el diálogo entre los docentes y el gobierno de Alicia Kirchner”. El curita villero mostró clarita la hilacha antiobrera cuando se refirió a los 40 días de huelga de la docencia santacruceña: “Desgraciadamente, todavía no hay solución y no hemos encontrado una manera más creativa de hacer protestas que la de dejar a los chicos sin clases”.
Quedó todo dicho.
Olga Cristóbal
28/05/2023
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