Las recientes declaraciones del CEO de OpenAI, Sam Altman, respecto a la caducidad del teletrabajo avivaron un debate surgido con la extensión del home office debido a la pandemia. Las patronales buscan reajustar las formas de trabajo a su conveniencia, tomando mayor control de los procesos laborales, luego de sacarle el jugo a la virtualidad.
Altman señaló que el trabajo remoto es un “experimento fracasado”, argumentando que en el sector tecnológico y para las startups –empresas recientemente creadas y en proceso de desarrollo- se requiere del trabajo presencial para obtener una mayor tasa de productividad.
En una industria atravesada por decenas de miles de despidos y recortes por parte de las principales patronales multinacionales, el CEO de OpenAI defendió el esquema tradicional de trabajo presencial, con argumento en el intercambio creativo entre las personas. La opinión de Altman es extensiva al de otras patronales multinacionales, las que se beneficiaron del teletrabajo para hacer una limpieza con despidos masivos en sus empresas.
Otros, como James Clarke, CEO de la firma de marketing digital Clearlink, fueron más directos al manifestar que su preocupación es que los trabajadores pudieran desempeñar trabajos simultáneos desde sus hogares y que además se valgan de herramientas como las Inteligencias Artificiales Generativas para dinamizar sus tareas y ganar tiempo en su favor.
El argumento de la mayor o menor productividad según el formato virtual o presencial oscila según el sector de la industria que se trate: en algunos sectores el teletrabajo favorece la eliminación de gastos fijos de las empresas, las cuales trasladan los costos a los trabajadores y el proceso de trabajo es monitoreado permanentemente por softwares de control que mantienen al trabajador constantemente en vilo; en otros casos, la reducciones de los staffs y la naturaleza del trabajo hacen necesario retomar la presencialidad para aumentar la productividad del trabajo y las “metas” empresariales.
Un reciente informe de la empresa Microsoft asegura que el 87% de los trabajadores encuestados considera ser más productivo con el teletrabajo, mientras que el 85% de las patronales encuestadas “desconfía” de esta productividad.
El informe acepta un crecimiento “general” de la productividad laboral con el teletrabajo según un sondeo de 20.000 trabajadores de 11 países a través de las señales de productividad de Microsoft 365, pero advierte respecto a la inquietud de las patronales para evitar que este fenómeno decaiga, por lo que en algunos sectores se está discutiendo terminar con el teletrabajo.
En algunos rubros, aunque el hecho de que los trabajadores teletrabajen en sus casas no los hace libres de determinar el caudal de trabajo asignado, sí les permite controlar determinados aspectos formales de la ejecución de su trabajo, disponiendo los tiempos de la jornada laboral.
Otra que se ha anotado en la polémica es la Organización Internacional del Trabajo (OIT) con un informe de principios de año donde destaca que “dar a los trabajadores más flexibilidad sobre cómo, dónde o cuándo trabajar es positivo para ellos y para los negocios, mejorando por ejemplo la productividad”, al tiempo que se alerta sobre la falta de regulación al respecto y los abusos en una sobrecarga laboral bajo estas formas, que es justamente lo que atrae a las patronales.
Este último señalamiento tiene que ver con que el trabajo virtual se instaló con el trabajador asumiendo los costos de conectividad, medios y recursos, asignando un espacio específico para sus labores y cargando con el peso que le corresponde a las patronales, las cuales pasaron a abaratar todos estos costos.
El teletrabajo le ha permitido a los trabajadores suprimir tiempos de traslado y gastos de la presencialidad, y en algunos casos disponer de cierta flexibilidad. Sin embargo, esto debe ser comprendido también al calor de los límites que esto conlleva, como la sobrecarga de tareas (privadas y laborales) sobre los y las trabajadoras, sin posibilidad de escindir su espacio laboral de sus obligaciones y/o tareas domésticas, como el cuidado de los niños.
En algunos sectores, la posibilidad de compatibilizar la jornada laboral con otras tareas es un estímulo al aumento de los ritmos de trabajo, sumado a la reducción del “teatro de la productividad” propio del trabajo presencial donde el control de los supervisores produce una “simulación” de tareas en los tiempos muertos. Tal es así la cosa que según el mismo estudio de Microsoft “el 73 % de los empleados y el 78 % de los tomadores de decisiones comerciales dicen que necesitan una mejor razón para ir a la oficina que solo las expectativas de la empresa”.
El teletrabajo le ha permitido a las patronales tecnologías avanzar en despidos masivos con el solo envío de mails y/o telegramas a los trabajadores, dificultando la respuesta organizada de trabajadores diseminados y atomizados en sus hogares. La pretensión de recuperar la presencialidad luego de la “limpieza” huele a mayores presiones para recomponer las debilitadas estructuras empresariales con una mayor carga laboral y un control directo sobre los trabajadores.
Para las patronales no hay una ecuación estática respecto al teletrabajo y la presencialidad, o los esquemas mixtos, sino un tanteo permanente de las posibilidades de reestructurar la jornada laboral en función de producir un aumento en la ganancia capitalista y en la explotación laboral, según las necesidades de cada momento.
Marcelo Mache
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