En la frontera de Estados Unidos y México se está desarrollando una crisis migratoria de características catastróficas. Ha sido fuertemente miltarizada, tanto por parte de Biden como de López Obrador. El presidente mexicano ha desplegado a la Guardia Nacional en la frontera con Guatemala para impedir el paso de migrantes centroamericanos. Ciento cincuenta mil migrantes se encuentras instalados entre Tijuana y Matamoros; de acuerdo al New York Times, son unos seiscientos mil en todo México. Entre el sábado y el lunes pasados han sido detenidos 8.700 migrantes por día. Biden ha extendido el muro levantado por Trump, y en algunos tramos los ha alamabrado en forma adicional o construido cercas paralelas. La frontera es sobrevolada por helicópteros Black Hawk, usados en forma regular por la fuerzas armadas en los países invadidos y ocupados por Estados Unidos.
Esta crisis humanitaria lleva ya mucho tiempo, pero ha sido agudizada por las expectativas que ha creado el vencimiento del llamado Título 42, establecido por el gobierno de Trump, que cerró las fronteras estadounidenses durante la pandemia. Ese reglamento determinó la expulsión de 2,7 millones de inmigrantes. Biden declaró, de todos modos, que “las fronteras no están abiertas”. El ingreso ilegal da lugar a un procesamiento seguido de expulsión. Quienes lleguan ahora no serán elegibles para asilo y sufrirán una veda por cinco años. Los sufrimientos de los migrantes son inmensos: en los centros de detención, en los pasos a través de ríos, cargando valijas y bebés. Muchos de ellos han atravesado decenas de países para llegar a esas fronteras. Biden ha recibido el apodo de “Depredador 2.0”, ya aplicado a Obama debido a las millones de expulsiones que se dictaron bajo ese gobierno.
La prensa internacional no duda, ante las evidencias, en atribuir esta catástrofe a “la crisis económica”. En el caso de América Central se trata de una efectiva disolución social, como también ocurre en Venezuela, Cuba y Haití – todos sometidos al boicot y sanciones económicas implacables. Pero el alcance de esta catástrofe migratoria es más vasta. El movimiento migratorio hacia Estados Unidos involucra a gente de ¡100 países! – incluso de Afganistán y China. Fuera de este ámbito aparecen las catástrofes de África en el Mediterráneo, y de Siria en Turquía. El gobierno de Alemania, no obstante esta realidad, se queja de un faltante de fuerza de trabajo, que atribuye el envejecimiento de la población.
Para contrarrestar este movimiento migratorio enorme, el gobierno norteamericano ha instalado cien centros regionales de procesamiento, de modo de incorporar a los gobiernos al sur de la frontera al control y represión de las salidas de personas y de familias.
Los guardianes intelectuales del capitalismo han desatado en el tiempo una campaña virulenta que lo presenta como una sociedad de libre movimiento de capitales y de personas. Lo primero es una verdad parcial, como se llaman a las mentiras hipócritas, como la despiadada guerra comercial entre estados, que ha caracterizado al capitalismo incluso en sus períodos más benévolos. Lo segundo es una combinación de mito y realidad, pues los dos siglos de las migraciones europeas a América fue acompañado por el tráfico de esclavos a Estados Unidos, Haití y Brasil, y parcialmente a todo el continente.
La prohibición y la represión a los migrantes viola un derecho democrático fundamental: el derecho de asilo – el derecho a la protección para quienes escapan a la opresión y la misera social. La caducidad del derecho de asilo es una manifestación mayúscula de la decadencia de la democracia burguesa.
La represión al movimiento migrante no sólo atestigua la crisis de sus países de origen sino también de destino, o sea la decadencia del capitalismo. En el boom de la posguerra Estados Unidos absorbió una colosal corriente migratoria, como ocurrió, entre otros países, también en Argentina. Ahora no sólo la persigue y reprime, sino que lo mismo ocurre con las generaciones que nacieron en su territorio, que son discriminadas y sufren la brutalidad policial, las masacres y asesinatos.
Los gobiernos ‘progres’ no abren el pico sobre el tema, mientras el mexicano trabaja hombro a hombro con el norteamericano. El chileno Boric ha extendido la discriminación contra el pueblo mapuche, en función de los intereses de la forestación y las papeleras, a la inmigración, en particular la venezolana. En la frontera, ha chocado con el gobierno de Perú, que no ha admitido en su territorio a los venezolanos expulsados de Chile. La militarización de las migraciones es una suerte de proto-fascismo internacional, protagonizado por las democracias.
Pero como admite con realismo el Financial Times, no importa lo que haga USA, los migrantes se seguirán movilizando. Es necesario que los trabajadores nos movilicemos, en primer lugar, en América Latina, por el derecho al asilo y las fronteras abiertas. Contra la Cortina de Hierro del capital, defendamos la solidaridad internacional de los trabajadores y de los seres humanos en su conjunto.
Jorge Altamira
12/05/2023
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