A diez días de las elecciones nacionales de octubre, el país comienza a entrar nuevamente en el tobogán descendente hacia un nuevo colapso. La escalada del dólar, que pasó los 1.000 pesos esta semana, preanuncia una hiper. La parálisis del régimen político frente a esta situación es total, no se gastan siquiera en prometer que tienen una vía para evitar un escenario catastrófico de inflación desbocada. Massa liquida las reservas financiando la fuga de capitales mientras acompaña con medidas oficiales la devaluación que va imponiendo el mercado. La de esta semana fue la unificación del dólar tarjeta, el llamado “dólar Qatar” y el “dólar ahorro” en 731 pesos, una medida que anticipa una devaluación del oficial cuando pasen las elecciones. Milei echa leña al fuego a la corrida, alentando a retirar los plazos fijos en pesos y a dolarizarse antes de las elecciones. Bullrich los critica a los dos, pero la unificación cambiaria que promete es una vía a una nueva devaluación, en ausencia de reservas.
En este cuadro, nada menos que las asociaciones de bancos salieron a cruzar a Milei por sus declaraciones contra el peso. La preocupación de los banqueros no es solamente la corrida cambiaria, sino que la exposición de los depósitos a las leliqs y el endeudamiento público, por un lado, y la caída a negativo de las reservas en dólares (con el gobierno metiendo mano en los encajes bancarios en dólares) puede terminar colocando en la insolvencia a un sistema financiero que podría terminar en un corralito o un canje de los depósitos bancarios por bonos (plan Bonex). Milei apuesta a esta corrida para terminar de licuar el peso, los ingresos populares y los pasivos del Estado, sentando las condiciones leoninas de un plan de estabilización. Pero Massa tampoco tiene una salida para el ritmo hiperinflacionario, el endeudamiento estatal que crece a pasos agigantados, la caída de reservas y la agudización de la crisis.
Una crisis que retoma su curso ascendente en niveles superiores de pobreza e inflación. La inflación está vehiculizando una monumental transferencia de ingresos del trabajo al capital. La hiper, que puede terminar de licuar la moneda, apunta a colocar una extorsión para llevar a la clase trabajadora a aceptar nuevas reformas contra el pueblo. Milei defiende esta línea sosteniendo que ya hoy la población trabajadora carece totalmente de derechos. Pero su perspectiva no es recuperarlos, sino avanzar en quitárselos al sector de los trabajadores que todavía conserva los convenios, las paritarias y ciertos derechos laborales, cada vez más licuados por la entrega de la burocracia sindical y los ataques de las patronales y el gobierno. La crisis es un escenario de una enorme confiscación social.
El peronismo en el gobierno aparece frente a una mayoría popular como el responsable y, al mismo tiempo, el beneficiario de esta confiscación. La miseria que reina en los barrios, donde no se manda ni siquiera polenta a los comedores populares, contrasta con la opulencia de los yates en Marbella y las tarjetas de “Chocolate” Rigau, que manejan millones del presupuesto del Estado. Pero la oposición no se queda atrás: cuando Bullrich le reclamó a Milei por tener chorros en sus listas y ser socio de Barrionuevo, este, lejos de negar la afirmación, sostuvo: “Vos también los tenés”. Barrionuevo disfruta de la cercanía al poder, mientras los gastronómicos de su gremio viven con salarios de miseria y en gran parte de los establecimientos laborales directamente trabajan en negro.
A este robo sistemático se le pretende agregar, luego de las elecciones, un nuevo paquete de reformas, laborales, antijubilatorias e impositivas, para ir a fondo en la reorganización económica que plantea el gran capital. La gran pregunta, en este caso, es cómo reaccionará la clase obrera frente a nuevos golpes en el marco de una hiper que se viene y de un deterioro social sin precedentes. Las elecciones no van a resolver este problema, porque no dotarán a quienes triunfen de los recursos políticos para llevar adelante esta ofensiva. El voto a Milei no resuelve, por el momento, su orfandad política ni su falta de un armado político nacional que pueda vehiculizar estas reformas. La amenaza represiva, que fue esgrimida durante esta campaña electoral por todas las fuerzas políticas patronales, apunta a preparar el terreno para una fase poselectoral que será de enormes crisis y choques sociales.
Hay que destacar aquí la función reaccionaria que tiene en la Argentina el balotaje y todo un sistema electoral de tres turnos que lleva a votar por el llamado “mal menor”, buscando reforzar el sistema político de gobiernos débiles que emergen a partir de mayorías exiguas. Se trata de un régimen extorsivo para forzar una mayoría de la “mitad más uno” y reforzar la autoridad presidencial en momentos de crisis políticas. Si no hay un ganador en primera vuelta, Massa deberá abordar el probable balotaje en un cuadro de descomposición económica y crisis social muy agudas, frente a un Milei con una agenda reaccionaria que es cuestionada incluso por sectores de la burguesía, que no le reconoce la capacidad de llevarla adelante y que ve que incluso amenaza intereses asociados a la intervención estatal, los subsidios, el mercado interno o incluso la banca.
El voto al Frente de Izquierda apunta a preparar esta intervención. Es un voto en favor de una reorganización social de fondo: un salario igual a la canasta familiar, el 82% móvil para las jubilaciones, la defensa de los derechos laborales, el acceso al trabajo genuino. Es un voto de respaldo a todas las luchas populares en curso. Es un voto para enfrentar en las calles la ofensiva derechista que se viene, que va a contar con el aval de la burocracia sindical y los gobernadores, quienes colaboraron no solamente con este gobierno de hambre sino, antes, con el gobierno de Macri.
Para frenar la catástrofe que se viene profundizando son necesarias medidas de fondo: la ruptura con el Fondo Monetario, la investigación y el no pago de la deuda externa, la nacionalización del sistema bancario y el comercio exterior, bajo control obrero. Estas medidas son incompatibles con un régimen político de entrega al gran capital que representan los tres candidatos centrales. El voto al Frente de Izquierda apunta a reforzar este programa para desarrollar una alternativa política de los trabajadores.
La subordinación del PJ, y ni hablar Juntos por el Cambio o Milei al imperialismo, en cambio, es una garantía de defender los pactos con el Fondo Monetario y la orientación de saqueo nacional que viene imperando. En el tramo final de esta campaña electoral, este sometimiento quedó marcado por el alineamiento automático de todos los candidatos patronales con el Estado de Israel, el gendarme del imperialismo norteamericano en Medio Oriente. El kirchnerismo, que otrora hiciera demagogia con la causa palestina, arrió todas las banderas. La complicidad de todo el régimen político patronal con un Estado sionista que viene siendo responsable de la masacre y el despojo sistemático de la población palestina es total.
Solo el Frente de Izquierda levantó la voz contra estos atropellos, generando una violenta campaña del sionismo en contra de nuestros referentes políticos, fundamentalmente contra Vanina Biasi y Gabriel Solano, quienes se destacaron en la denuncia de la política de exterminio contra la población de Gaza del régimen sionista y en la defensa del derecho a la rebelión del pueblo palestino. Enfrentar esta campaña y ganar las calles contra las masacres que está ejecutando el Estado de Israel y el imperialismo en Gaza, apuntando a la colonización de todo Medio Oriente, será la otra gran tarea de esta etapa.
Juan García
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