La obra atraviesa el tiempo a partir de una mirada retrospectiva, los orígenes de la transformación productiva del norte argentino, con algunas pinceladas que muestran las transformaciones ocurridas con la irrupción del capital, el contraste con la vida pueblerina y pueblos originarios, la despiadada masacre de Napalpí ocurrida en el Chaco, los cientos de personas de los pueblos originarios qom y moqoit que fueran bombardeados desde aviones del ejército y reprimidos por grupos paramilitares de los estancieros regionales, pasando por la explotación en los algodonales, las huelgas de los cosecheros, la migración del campo a la ciudad, la servidumbre doméstica, hasta las transformaciones que se van produciendo en la clase obrera y en su organización gremial, la complicidad de la burocracia sindical representada por Casildo Herrera, culminando en el ocaso de una fábrica de 3000 obreros con su desmantelamiento y traslado a Brasil.
Son 31 actores que entran y salen del escenario, pero también ingresan a la platea para hacer vibrar con sus voces a los espectadores e invitar a la reflexión. La obra representa un testimonio de una herida provocada en los barrios de Villa Urquiza y de Villa Pueyrredón. Bajo la excusa de realizar una película sin recursos, un postergado director de cine persigue la idea de filmar la historia de la fábrica textil Grafa y así se va desenvolviendo la trama.
La obra resucita la memoria sobre una herida que todavía sigue sangrando y por la que aún sus familiares claman justicia, ya que la fábrica textil Grafa, propiedad de Jorge Born, llevó a cabo durante la década del 70 una política de persecución contra la comisión interna y sus trabajadores que tuvo su epílogo en la desaparición física de 13 de sus trabajadores y toda su comisión interna, durante la última dictadura militar. Hechos que están vinculados con la Megacausa de Campo de Mayo en la que la responsabilidad civil empresaria estuvo vinculada directamente con la desaparición de trabajadores de los astilleros Astrasa, de la automotriz Ford y de las cerámicas Cattaneo y Lozadur, empresas todas ubicadas en la zona norte del GBA y también de los 13 trabajadores de Grafa y los 22 obreros de la aceitera Molinos de Avellaneda, otra empresa del grupo Bunge y Born. Estas causas obreras son las menos esclarecidas por la justicia, con tan sólo 10 condenados en un proceso que significó una enorme movilización del aparato del Estado con las necesarias complicidades políticas.
Todo un cuadro que confirma nuestra caracterización de que el golpe del 76 tuvo como principal objetivo la clase obrera.
La obra en cuestión muestra, sin proponérselo, cómo la sediciosa explotación capitalista comenzó y concluyó su ciclo en Grafa con sus manos llenas de sangre.
“Grafa, memoria de un pueblo", es gratuita, se presentará hasta fines de noviembre y vale la pena verla.
Carlos Suárez
02/10/2023
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