El ministro de Defensa sionista, Yoav Galant, fue muy claro respecto de los propósitos del gobierno de Benjamin Netanyahu: "Estamos luchando contra animales y actuamos en consecuencia". Una guerra de exterminio anunciada por Netanyahu y respaldada enfáticamente por Biden y sus socios de la OTAN, que les dieron luz verde para cometer más crímenes de guerra contra Gaza.
Según el ministro de Salud palestino, en dos días hubo 1.050 muertos y por lo menos 5.100 heridos. A ellos hay que sumar los 1.500 milicianos que el gobierno sionista dice haber matado dentro del Estado de Israel.
El bombardeo israelí -que incluye fósforo blanco- es el más intenso de los últimos años. Además de barrer las zonas del sur gazatí, donde especulan que podrían quedar milicianos, atacaron durante horas campos de refugiados y redujeron a escombros los centros urbanos. También apuntaron a escuelas de Naciones Unidas que albergan a cientos de civiles, incluidos niños y ancianos. La Organización Mundial de la Salud (OMS) dijo que hubo 11 ataques contra centros de atención médica y que una docena de ambulancias fueron bombardeadas en las primeras 36 horas del conflicto. Nueve trabajadores del centro de refugiados de Naciones Unidas fueron asesinados.
La corresponsal de la BBC, Rushni Alouf, afirma que en una sola noche “barrios enteros fueron aplanados” y la magnitud de la destrucción es tal que no se logra reconocer los edificios. Muchas familias quedaron atrapadas en los sótanos. “Los gritos de los niños se escucharon durante toda la noche”. Escasean los equipos de rescate porque “el bloqueo, al que a menudo se suma Egipto, ha impedido que equipos, incluidos camiones de bomberos, ambulancias y escaleras, ingresen al territorio” (NYT 11/10). Más de 260.000 personas han huido de sus hogares.
El gobierno sionista combinó los bombardeos con un bloqueo total al suministro de electricidad, combustible, agua, alimentos y medicamentos. El miércoles a la mañana se quedó sin combustible la única central eléctrica que Israel no destruyó en la Franja de Gaza. No hay más luz.
Desde la Guerra del 67 la autodenominada “única democracia de Medio Oriente” se apropió de los recursos hídricos desde Jordania al Mediterráneo y los convirtió en una herramienta de extorsión militar. En 2019 Naciones Unidas advirtió que el 85% del agua disponible en Gaza no proviene de fuentes aptas para el consumo. Una tarea habitual de los jóvenes soldados sionistas es romper cañerías y segar con hormigón armado los conductos que llevan el agua.
Mahmud Shalabi, director de la ONG Ayuda Médica para los Palestinos, describió el principal hospital de Gaza como un "matadero", donde muchas personas yacen en el suelo. "Hay muchos cadáveres en la morgue y los miembros del personal médico son incapaces de hacer frente a la enorme afluencia de víctimas”, añadió Shalabi. Gaza tiene alrededor de 2.200 o 2.500 camas y en la noche del martes ya había por lo menos 4.500 heridos. No hay electricidad y casi no quedan medicamentos.
El éxodo imposible
Netanyahu ha explicado que “esto es solo el principio” y llamó hipócritamente a la población civil a abandonar Gaza, a sabiendas de que todos los pasos que controla Israel están cerrados y también el de Rafah, el único que controla Egipto. El miércoles Rafah fue bombardeado por Israel en dos oportunidades, mientras miles de personas se agolpaban esperando que lo abrieran para poder huir.
El ejército israelí anunció que cientos de miles de soldados esperan en la frontera con Gaza "listos para ejecutar la misión que se nos ha encomendado" (BBC 11/10). Gallant les dijo a los soldados: “Hamás quería un cambio y lo conseguirá. Lo que había en Gaza ya no estará nunca más. Comenzamos la ofensiva desde el aire, luego también vendremos desde tierra”. Nunca más es mucho tiempo. Hamas ha amenazado con matar a un rehén ante cada ataque israelí.
Que el objetivo militar sionista es dejar tierra arrasada lo confirmó el asesor de seguridad nacional de Estados Unidos, Jake Sullivan, que admitió que hay conversaciones entre Israel y Egipto para abrir una vía de escape a los civiles de Gaza. Lo que discuten es si la invasión por tierra debe evacuar a los palestinos extendiendo a Israel hasta el mar, como predican los sionistas religiosos del gabinete de Netanyahu, o solamente restaurar el control militar del territorio, como sucedía antes de 2005.
No son pocos los que advierten que la retirada de 2005 no fue una concesión graciosa, sino que se debió a la imposibilidad israelí de sofocar la resistencia de los palestinos. Y que la infantería sionista ya mordió el polvo en otra invasión a Gaza y el Líbano. En un discurso a la nación a última hora del martes, Netanyahu ha pedido a la oposición integrar “sin condiciones” un gobierno unitario de emergencia, como sucedió en la Guerra de los Seis Días de 1967.
Netanyahu, además, reconoció a Biden la posibilidad de otro frente de guerra en El Líbano y explicó que Israel se está preparando para eso (El Economista 11/10).
El espaldarazo de Biden es contundente: envió a Israel más armas y municiones, incluido su portaaviones más moderno y sofisticado, el Ford, junto con varios destructores al Mediterráneo oriental. ¿Acaso el poderoso ejército israelí necesita de las Fuerzas Armadas yankis para enfrentar a Hamas?
El refuerzo de todas las otras fuerzas estacionadas en la región inserta cómodamente la “solidaridad” norteamericana en el contexto de la guerra mundial con epicentro -por ahora- en Rusia-Ucrania.
Olga Cristóbal
11/10/2023
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