El 6 de agosto de 1945, Claude Robert Eatherly, piloto del ejército de aviación de EEUU, recibe la orden de bombardear el puente que unía el cuartel general njpón con la ciudad de Hiroshima, un desgraciado error de cálculo hace que la terrible bomba caiga en plena ciudad; de los más de cien mil muertos en el acto y las desgracias posteriores derivadas del salvaje hongo plantado por los sobrinos del tío Sam, siempre dispuestos a apostar por la vida y por la libertad, si es menester para ello matando a la humanidad entera excepto a aquellos que les aplauden; de todo ello, como digo, nos informarán (?) la prensa y otros medios de comunicación en estos conmemorativos días. No entraré a hacer cábalas acerca de si el número de muertos hubiese sido menor en caso de que el atómico ingenio hubiese dado en el blanco previsto, ya que al fin y al cabo la potencia del artefacto era terrible, su onda expansiva como es obvio no hubiese alcanzado únicamente al nombrado puente, además,… y al fin y al cabo, la operación trataba lisa y llanamente de escarmentar a los nipones, cuando éstos ya estaban convencidos de su próxima derrota, y de paso, se trataba de experimentar la bomba in vivo.
No quisiera minimizar, en absoluto, el carácter y condición de las víctimas del horror, que claro está son los ciudadanos de Hiroshima, pero sí que es importante subrayar que el poder terroríficamente demoníaco de tal bomba afecta igualmente a quien la utiliza, no en lo físico sino en lo espiritual, en lo moral…la visión del horror, la imposibilidad de asistir sin pestañear al espectáculo del horror y la muerte; sin alejarnos del asunto, sí que señalaré que tal explosión es la muestra palpable de que la investigación y la apertura de conquistas insospechadas de la ciencia, bajo el manto protector de Prometeo, se torna en la incontrilable actividad de un Frankenstein que desobedece y desborda los designios de su creador que se consideraba omnipotente con respecto a la criatura engendrada. Tal hecho criminal, del que hablo, debería haber supuesto la introducción automática de la <
>, como dijese con muy buenas intenciones Edgar Morin. No parece que esto sea así, y la voluntad de conquista y de demostrar que el que más puede capador sigue siendo el santo y seña de los mandamases del planeta…lo demás quizá no sean más que candideces, nada más que bellas palabras, lindas jaculatorias.
Mas volviendo al carácter retroactivo que señalaba, el primero en mostrarlo fue el piloto Claude Eatherly, que horrorizado por su acción, y por la terrorífica visión de la destrucción desde lo alto, desde la cabina de su avión, en cuanto volvió al cuartel decidió dedicar su vida entera a luchar contra las armas nucleares, no sólo contra su utilización, sino también contra su propia posesión, ya que el dominar este monstruo disuasorio, y que éste esté en manos de unas pocas manos, hace que la calidad de la democracia se degrade, la vida social pasa a depender del siempre latente temor y de la permanente duda acerca de la posible utilización de esas armas que pueden hacer desaparecer al enemigo, al amigo, y hasta a cristo bendito. Tras la brutal operación el comandante Eatherly pasó cantidad de días sin cruzar palabra con nadie, el silencio fue considerado como <>(fatiga originada por el combate). De vuelta a casa se corrió el bulo de que uno de los pilotos que habían participado en el lanzamiento de la bomba atómica había ingresado en un convento con el deseo de pagar sus culpas que no le dejaban vivir, sólo fue eso, un bulo. Lo que sí que es cierto es que de entre quienes fueron condecorados por tal salvajada, él fue el único que se negó a ser recibir la condecoración como un héroe. A partir de ahí, la deriva del <> fue incesante: se marchó de su país, volvió a casa y se propuso rehacer su vida, buscó trabajo, fuera de horas cursó estudios de Derecho y recuperó la relación con su mujer a la que hacía siete años que no veía; a las noches no podia dormir, rostros ensangrentados se le aparecían horrorizados en sueños, tragos, pastillas…y al día siguiente un puñado de dólares metidos en un sobre eran enviados por él a Hiroshima con el fin de pagar en la medida de lo posible la enorme deuda que había contraído en aquellas lejanas tierras. Luego probó con el trabajo manual e ideó sabotear el recién estrenado monumento al soldado desconocido, arrancándolo de cuajo del lugar en que se había instalado…posteriormente quisó llamar la atención, convirténdose en el prototipo de <> para lo que organizó robos de poca monta, utilización de cheques sin fondo, algún atraquillo que otro…sin huir, dejándose atrapar para desvelar cómo son los <>…entre cárceles y hospitales, y los tribunales, especialistas médicos, etc. pasándoselo de unos a otros sin saber qué hacer con este variopinto ser que no respondía al canon de los machotes combatientes.
La <> para aquel delirante personaje que cada vez se introducía en una mayor oscuridad y confusión… pero que sin embargo, era un ejemplo de la lucidez de quien se responsabiliza del horror provocado frente a las coartadas que convierten oficialmente en inocentes a quienes han cumplido el deber en servicio de la patria, y por extensión de la humanidad entera; la salida del oscuro túnel-como decía- le vino de la mano de un filósofo judío alemán, Günther Stern (más tarde cambiaría su apellido por el de Anders-“otro” en alemán-) que comenzó a cartearse con él. Anders, comprometido con el espartaquismo, discípulo de Heidegger(al que luego criticó sin piedad), primer marido de Hannah Arendt, y posteriormente desgarrada voz de la conciencia de la humanidad, participando en el tribunal Russell contra los crímenes de guerra en Vietnam, comprometido en mil combates pacifistas, antimilitaristas y antinucleares, compromisos que le llevaron a renunciar , con sonados desplantes, a varios premios que se le concedieron a lo largo de su implicada existencia(1902-1992). Pues bien, en 1959 comenzó el intercambio epistolary del que hablo, y si bien, Anders no consiguió la libertad de su interlocutor, ya que su paso de <> a <> no podia ser perdonado por los poderes del Estado, sí que logró que la confusa mente del recluido fuese aclarándose, si que halló, el encerrado, con quien discutir, con quien sincerarse y con quien colaborar en la lucha por un mundo sin armas. Los problemas de la culpa, de la responsabilidad, de la técnica, la incapacidad humana para controlar el fruto de su propia voluntad de poder…todos estos, y muchos más, son los temas que entre ambos intercambiaron, y que quedaron plasmados en <>(Paidós, 2003), un testimonio de absoluta actualidad.
Iñaki Urdanibia
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