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viernes, julio 10, 2015
La novela política de aventuras, esa elección ética y estética de Daniel Chavarría
La obra de Daniel Chavarría (San José de Mayo, Uruguay, 1933) presenta una interesante fusión entre el arte de narrar de forma seductora para una amplia gama lectores, y una profundidad ética, ideológica, conceptual que la hace única dentro de las novelas policiales o de espionaje.
El autor ha proclamado en múltiples ocasiones su condición de escritor cubano nacido en Uruguay. Esa ciudadanía literaria se debe a que, la obra que él considera su primera novela, Joy, fue publicada en Cuba en el año 1977. Fue en la isla donde estuvo en contacto con otras formas contra hegemónicas de la ficción, en las que las aventuras se sostenían además por una verdad histórica, una ficción que apuntaba a reflexionar sobre la realidad.
Pongamos algunos ejemplos. Un procedimiento reiterado es la utilización de diversos paratextos a través de los cuales lo verdadero pasa a formar parte de la lectura. La novela antes mencionada plantea un caso de contraespionaje donde la CIA intenta desestabilizar a la economía cubana afectando con armas biológicas la producción citrícola. Esta obra aparece dedicada a Félix Edmundovich Dzherzhinski, fundador de la Cheka leninista, especie de policía secreta soviética, antecesora de la KGB. Increíblemente este personaje, o no tanto, era un graduado en Letras. Después de esta dedicatoria hay una serie de agradecimientos, entre los que figuran algunos miembros de la facultad de filología, lo cual no produce extrañamiento, pero luego de ellos aparece un grupo de científicos, ingenieros agrónomos funcionarios de diversas instituciones estatales cubanas, los que sirvieron de asesoramiento técnico para una construcción veraz de la novela. En su interior pueden encontrarse mapas que grafican las operaciones que se llevan a cabo en la ficción. Lo más sorprendente de esta novela es que no sólo se ve invadida por lo real sino que ella misma se entromete en el mundo que refiere. Un ex militar cubano, de inteligencia, y que ahora curiosamente vende libros, me confesó que durante su entrenamiento tenía como manual de estudio la novela Joy. Mapas acompañan también la edición de El ojo de Cibeles, novela ubicada en la Grecia clásica, obra que conjuga la habilidad narrativa de Chavarría y sus profundos conocimientos de la cultura griega. Pero ese afán de ser veraz no se queda acá, al texto le sigue otro paratexto de dimensiones inusitadas: un léxico que es mucho más que un glosario, es un verdadero diccionario de la Grecia clásica y que en algunas ediciones se edita por separado.
Hay que recordar la intención comunicativa que está detrás de toda literatura que apunte a un público masivo. Los glosarios van en esta dirección, pero también son una forma de ampliar el horizonte cultural del lector. La versión internacional de la novela Príapos (otra referencia a la cultura griega), ofrece al final del libro un glosario donde explica cubanismos y algunos aspectos culturales, sobre todo los relacionados con los cultos yorubas.
La novela Una pica en Flandes plantea el inicio de una obra mayor, de la que el texto que se cita a continuación constituye la presentación de los personajes principales.
“…el segundo objetivo de los enigmas fue capturar, en los candidatos, su familiaridad con las artes, la lingüística, la historia y las filosofías de la Antigüedad. A nuestro juicio esos conocimientos conforman hoy día la cultura humanística más panorámica de Occidente. Creemos que si alguien aspira a comprender bien nuestro presente, debe comenzar a alejarse de él cuanto le sea posible, como el cosmonauta en órbita terrestre, abarcador de toda la redondez del planeta, vedada al terrícola. Y una vez familiarizado con esta visión global, solo entonces, aterrizar en busca de lo particular.” (Chavarría, 2009, páginas 486 y 487)
Una organización internacional propone un concurso inusual, con premios fabulosos en dinero. A lo largo del argumento aparecen una serie de personajes realmente asombrosos que van resolviendo una serie de acertijos gracias al caudal cultural que poseen. El concurso no es más que una fachada para reclutar un ejército muy particular. Estos soldados especiales combatirán las injusticias políticas del mundo con el arma de la inteligencia. La literatura en definitiva nos convierte en cosmonautas. A través de la ficción somos elevados a una altura desde donde los hechos humanos pueden ser vistos como por primera vez. Desautomatizamos aquello que aparece como natural, inmodificable y entonces el cambio parece no sólo posible, sino probable, ética y humanamente necesario. La literatura se vuelve así en un arma ideológica, cargada de esperanza. Sólo queda dispararla y dejarse herir por ella.
Rafael Fernández Pimienta
Escritor y docente.
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