Las propuestas expuestas por Alexis Tsipras y su gobierno en la noche del jueves [9 de julio] han causado estupor. En gran medida, aunque no del todo, retoman las propuestas formuladas por el Eurogrupo el 26 de junio. La percepción generalizada de la opinión internacional es que se trata de una “capitulación” del gobierno Tsipras. En este sentido, la muy positiva reacción de los mercados financieros este viernes por la mañana es una señal importante.
Por otra parte, se sabe que las propuestas han sido en parte redactadas con la ayuda de altos funcionarios franceses, aunque esto ha sido desmentido por Bercy. Estas propuestas son el resultado de una fuerte presión ejercidas por Estados Unidos tanto sobre Grecia como sobre Alemania. En esta situación, Francia ha elegido deliberadamente el campo estadounidense y desdeñado el alemán. El gobierno francés no necesariamente ha cometido un error al optar por enfrentarse con Alemania en este asunto. Pero se ha comprometido en esta línea por razones esencialmente ideológicas. De hecho, lo que François Hollande quiere por sobre todas las cosas es “salvar el euro”. El riesgo que corre es comprobar muy rápidamente el precio pagado por esto y todo por un resultado que quizá no dure más que unos meses, ya que, esas propuestas, si debieran ser aceptadas no arreglan nada.
Los términos de la prepuesta griega
Las propuestas son parecidas a las del Eurogrupo. Sin embargo se pueden notar ciertas diferencias con el texto del 26 de junio, sobre todo la voluntad de proteger a los sectores más vulnerables de la sociedad griega: mantenimiento del IVA en el 7 por ciento para los productos básicos, exenciones para las islas más pobres, conservación hasta 2019 del sistema de ayuda a los jubilados más débiles. Efectivamente, desde este punto de vista, el gobierno griego no ha cedido. Además, el gobierno ha incluido en su plan las medidas de lucha contra el fraude fiscal y la corrupción que formaban parte del primer programa de Syriza. Pero es necesario reconocer que en los demás ítems se ha alineado ampliamente con las exigencias del Eurogrupo. ¿Hay que hablar entonces de capitulación como lo hacen algunos? La respuesta no es tan sencilla como parece.
En efecto, el gobierno griego insiste en tres puntos: una reestructuración de la deuda (a partir de 2022) que apunte a un aplazamiento en el tiempo de manera de hacerla viable, el acceso a 53.000 millones de euros en tres años y el desbloqueo de un plan de inversiones llamado “plan Juncker”. Solicitando que ese “plan” incluya sin recortes las sumas previstas –pero no abonadas– por la Unión Europea a título de fondos estructurales. Sobre todo, el gobierno griego insiste en un compromiso urgente con la apertura en octubre de negociaciones sobre la deuda. Ahora bien, recordemos que esta fue precisamente una de las cosas rechazadas por el Eurogrupo, lo que condujo a la ruptura de las negociaciones y a la decisión de convocar a un referéndum por parte de Alexis Tsipras.
De hecho, si bien es cierto que las propuestas transmitidas por el gobierno griego son incuestionablemente un paso en favor de los acreedores, en parte mantienen las exigencias formuladas anteriormente. Es por eso que es demasiado pronto para hablar de capitulación. Una interpretación posible de las propuestas es que tienen la función de poner a Alemania, y con ella al resto de los países partidarios de expulsar a Grecia de la Eurozona, entre la espada y la pared. Se sabe que Estados Unidos, preocupado por las consecuencias que puede tener una “Grexit” en el futuro de la Eurozona, ha puesto todo su peso en la balanza para que [Angela] Merkel haga concesiones importantes. Si Alemania se mantiene intransigente, será ella quien cargará con la responsabilidad de la “Grexit”; si resuelve ceder, ya no podrá negarse a conceder a Portugal, España, incluso Italia, lo que otorgue a Grecia. Es posible entonces pensar que ese plan es una nueva demostración del innato sentido táctico de Alexis Tsipras. Sin embargo, las propuestas también plantean un grave problema al gobierno griego.
El dilema del gobierno griego
El problema con el que hoy día se enfrenta el gobierno Tsipras es doble: político y económico. Políticamente, querer hacer como si el referéndum no hubiese tenido lugar, como si el “No” no hubiera tenido la gran dimensión mayoritaria que tuvo, no será posible sin importantes daños políticos. El dimitido ministro de Finanzas, Yanis Varoufakis, ha criticado algunos aspectos de las propuestas. Profundizando un poco más, es posible que las propuestas no solo desconcierten a los militantes de Syriza –particularmente, los de la izquierda del partido– sino también al conjunto de los votantes que se movilizaron para sostener al gobierno de Alexis Tsipras. Por tanto, corre el riesgo de provocar una enorme decepción. En realidad, esto le dejaría sin defensa frente a las variadas maniobras –tanto parlamentarias como extraparlamentarias– de las que previsiblemente sus adversarios políticos no se privarán. Ya que la voluntad de las instituciones europeas de provocar un cambio de gobierno, como lo ha expresado crudamente el presidente del Parlamento Europeo, el socialdemócrata Martin Schulz, no ha cambiado. Ayer, jueves [9 de julio], Jean-Claude Juncker recibió a los dirigentes de Nueva Democracia (de centroderecha) y de To Potami (de centroizquierda). Privado en adelante de un amplio sostén en la sociedad, habiendo desilusionado intensamente al ala izquierda de su partido, un ala izquierda que representa a más del 40 por ciento de Syriza, Tsipras será muy vulnerable. Por lo menos, habrá roto la lógica de la movilización popular manifestada en el referéndum del 5 de julio y durante la campaña que lo precedió. Aquí es necesario recordar que los resultados del referéndum mostraron una auténtica movilización, que excedió con mucho al electorado de Syriza y el ANEL, los dos partidos del gobierno. Es natural que esto tenga sus consecuencias. Es muy probable que los diputados de la izquierda de Syriza voten las propuestas en el Parlamento; sin embargo, está claro que los extremos –el KKE (los comunistas neoestalinistas) y Amanecer Dorado (partido de extrema derecha)– querrán sacar provecho de la decepción suscitada por las propuestas.
Aparte de esto, la cuestión de la viabilidad de la economía griega continúa en toda su dimensión, ya que las propuestas no aportan solución alguna al problema de fondo. Ciertamente, si se llega a un acuerdo, esta cuestión de la viabilidad será planteada en términos menos dramáticos que hoy en día. La crisis de liquidez podrá ser resuelta sin recurrir a las medidas radicales que están en la agenda. Los bancos, otra vez alimentados por el BCE, podrán volver a operar. Pero nada será arreglado. Olivier Blanchard, ex economista jefe del Fondo Monetario Internacional, señala que es probable que los muy negativos pronósticos hechos por su organización estén fuera de la realidad. Después de cinco años de una austeridad que ha desangrado al pueblo, la economía griega necesita desesperadamente un respiro. Esto tendría que pasar por las inversiones y la reducción de la presión fiscal, en resumen, por menos austeridad. Pero no es este el camino que va en esa dirección. Esto también podría pasar por una salida –no una expulsión– de la Eurozona que permitiera que la economía griega depreciara su moneda entre un 20 y un 25 por ciento, lo que le devolvería competitividad. Según lo que se puede ver, no pasará ni una cosa ni la otra. En consecuencia, es necesario preguntarse acerca de las condiciones de aplicación de las propuestas presentadas por Grecia a sus acreedores. Aun admitiendo que se llegue a un acuerdo, el deterioro de la situación económica inducido por la acción del BCE –calificada de “terrorista” por Varoufakis–, como resultado de cinco años de austeridad, podría hacer que las propuestas quedaran obsoletas en pocos meses. En este momento es previsible una caída en la recaudación del IVA; por tanto será necesaria una nueva negociación. En este sentido, las propuestas de Tsipras no resuelven nada.
El euro es la austeridad
Entonces, es necesario preguntarse sobre el sentido profundo de esas propuestas. Si son tácticamente defendibles, es muy probable que tengan que ver con un error estratégico. Alexis Tsipras declaró este viernes [10 de julio] por la mañana ante el grupo parlamentario de Syriza que él no había recibido del pueblo griego un mandato para salir del euro. Hoy esto es discutible, sobre todo después de la aplastante victoria del “No” en el referéndum. Está claro que esa no era la intención inicial del gobierno y que no se correspondía con el programa a partir del cual había sido elegido. Pero es posible pensar que puesta ante la alternativa de rechazar la austeridad o rechazar el euro, la población griega esté evolucionando rápidamente. De hecho, se observa cierta radicalización en las posiciones de la población, o al menos eso es lo que se ha visto hasta las propuestas. Los días venideros mostrarán si esta radicalización continúa o si ha cedido por lo que ha hecho el gobierno.
En realidad, lo que se percibe cada vez con mayor claridad –y este es, por otra parte, el análisis defendido por el ala izquierda de Syriza y por un economista como Costas Lapavitsas1– es que la dirigencia del euro impone las políticas de austeridad. Si Tsipras ha creído sinceramente que él podía cambiar esto, hoy debe reconocer que ha fracasado. La austeridad seguiré siendo la política de la Eurozona. No habrá “otra Europa”; esta lección aplica también a aquellos que, en Francia, defienden estas pamplinas. Entonces, hay que plantear claramente el problema de una salida del euro, tanto si se trata de Grecia como de varios otros países.
Jacques Sapir
Rosse-Europe
Traducido del francés para Rebelión por Carlos Riba García.
[1] Véase su entrevista http://therealnews.com/t2/index.php?option=com_content&task=view&id=31&Itemid=74&jumival=14181
Los trabajos de investigación de Jacques Sapir están orientados en tres direcciones: el estudio de la economía y la transición rusas; el análisis de las crisis financieras; y la indagación teórica de las instituciones económicas y la interacción de los comportamientos personales. Desde el 2000, sus investigaciones han estado dedicadas a las interacciones entre los regímenes de cambio, la estructuración de los sistemas financieros y las inestabilidades macroeconómicas. En 2007 se implicó en el estudio de la actual crisis financiera, particularmente en la Eurozona.
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