miércoles, julio 29, 2015

François Maspero, notas para una biografía



François Maspero (París, 11-05-2015), representa la máxima expresión del 68 editorial, de una empresa militante en la que el compromiso con las ideas y con la edición supera cualquier otra. Durante muchos años, las ediciones Maspero se erigieron en referente de las demás editoriales militantes en una época en la que el desbordamiento activista y crítico hizo temblar el sistema, aunque no logró superar a su última barricadas, a los partidos comunistas de Francia e Italia que se habían establecido como una sociedad aparte en la que el aparato era quien tenían la última palabra.
Hombre modesto donde los haya, al biógrafo futuro no le será fácil seguir la pista de este hombre que también fue militante, librero, escritor…François Maspero era alguien que raramente concedía entrevistas, un militante de vocación anónima, un tipo discreto que pasaba tan desapercibido que mucha gente creía que lo de Maspero era una suerte empresa colectiva de izquierdas, sin un rostro detrás. Más allá de ciertos círculos, era desconocido incluso en su célebre librería, donde se le solía confundir con un empleado más…Y sin embargo, seguramente fue el editor más importante de los sesenta-setenta, alguien que dio voz a autores revolucionarios y movimientos de liberación como nadie lo había hecho antes, ni nadie lo haría después. Al menos que yo sepa.
El presunto biógrafo tendrá muchos hilos de los que tirar. Sí se atiene a la cronología podrá comenzar por la historia familiar. De familia judía muy culta, su abuelo, Gastón Maspero, es un nombre que sobresale en la historia de la egiptología. Sus padres, ambos pertenecientes a la resistencia, fueron enviados a campos de concentración nazi. Solamente volvió su madre, su padre, reconocido sinólogo, murió en el campo de Buchenwald. Su hermano fue asesinado por los nazis cuando peleaba junto a los norteamericanos, a los 19 años, el propio François se salvó “milagrosamente”. La tragedia familiar lo marcó de por vida. “Como si fuese una comadrona, puesto que tengo el privilegio de recordar mi nacimiento, recuerdo el rostro de un agente de la Gestapo”, escribe en un relato autobiográfico, Las abejas y la avispa. Para él había un antes y un después, dos nacimientos, el real, y el que lo arrojó al mundo, cuando fue separado de su familia por la brutalidad de los nazis.
Existen numerosas pistas en su obra literaria. En su novela, La sonrisa del gato, obra a medio camino entre lo autobiográfico y lo puramente imaginario, sitúa a un adolescente de 13 años en la primavera de 1944. “He buscado el momento en el que uno se plantea sus primeras preguntas”, dice, “porque después, si se es honesto, la vida será una manera de contestar a ellas”. A su parecer como novelista de vocación memorialista, la vida tiene algo de repetición de las primeras imágenes.
A finales de los años 1940 e inicios de los años cincuenta, la oposición a las guerras coloniales fue monopolizada por el PCF más gubernamental (Madagascar, primera guerra de Indochina,…), un partido de estalinismo incondicional (su secretario, Maurice Thorez, presumía de ser “el primer estalinista de Francia), distinguido por su apoyo a los procesos de Praga, de Budapest y de Sofía, por su descalificación del Octubre húngaro. En aquellos años, François se distinguió como uno de los jóvenes animadores de la tentativa del Rassemblement Démocratique Révolutionnaire (RDR), que agrupaba desde socialistas de izquierdas hasta trotskistas con Jean-Paul Sartre al frente, una historia fallida poco conocida en la que trabajó al lado de David Rousset (autor de El universo concentrionario), un fracaso que Francois atribuía en parte a las fracciones trotskistas más sectarias que ni hacían ni dejaban hacer.
Pero será al comienzo de la resistencia contra la guerra de Argelia que comenzará ser reconocido.
A lo largo de los setenta, se convirtió en uno de los jóvenes izquierdistas franceses que viajaron como voluntarios en “el primer territorio libre de América Latina”. Símbolo de la combatividad, de la valentía, del internacionalismo, del combatiente que, con sus medios, Maspero no retrocede y se le encuentra en las causas internacionalistas más diversas, por ejemplo es el editor de la revista de Tricontinental, el efímero proyecto de crear una internacional por la Cuba de los años sesenta, un proyecto en el que estaba comprometido el líder revolucionario magrebí Ben Barka, asesinado por la acción conjunta policial de su país y la CIA.
Se mantuvo como un independiente durante mucho tiempo, aunque en los años ochenta militó en la LCR de Alain Krivine y Daniel Bensaïd, pero no por mucho tiempo, apenas dos años. La vida organizativa no era lo suyo. Estaba con todas las corrientes del pensamiento crítico por más que pudiera tener una mayor afinidad con la “Ligue”, por citar un ejemplo, sin la ayuda de Maspero esta jamás habría podido editar su extensa y brillante colección de “Cahiers Rouge”, un proyecto que se encontró con el problema de que el grupo intelectual del grupo no era capaz de producir todo lo que se podía editar.
Como judío antisionista, François fue un fiel a sus principios, siguió militando hasta fechas recientes. Entre otras cosas, fue quien hizo posible la sesión del Tribunal Russell sobre Palestina, cuya última sesión como consecuencia de las masacres de Gaza tuvo lugar en Bruselas hace apenas menos de un año.
En 1959, en pleno combate por Argelia, crea la editorial Maspero cuyo primer título será el testimonio del socialista de izquierdas italiano Pietro Nenni sobre la guerra de España. Sus dos primeras colecciones, “Cahiers libres” y “Textes à l’appui” (Cuadernos libres y Textos de apoyo), se centraron particularmente en la Guerra de Argelia desde una perspectiva anticolonialista y en la contestación a la “ortodoxia” estalinista. Resulta especialmente significativa su apuesta por Los condenados de la tierra, la obra de Frantz Fanon (1961) por lo que fue censurado a pesar del célebre prólogo de Sartre, también tuvo problemas con L’An V de la Révolution algérienne . Maspero publicó otros testimonios que se referían a Argelia y al uso de la tortura por parte del ejército francés, los cuales también fueron censurados. Tras enfrentarse a los tribunales, tuvo además que verse como el objetivo de varios atentados. En esos momentos creó la revista Partisans (Partisanos), que se siguió publicando hasta 1973.
A lo largo de los años sesenta-setenta, Maspero editó libros políticos, de economía, sociología y antropología, testimonios de luchas antiimperialistas. Contribuyó a sacar del ostracismo de las editoriales minoritarias a una extensa lista de clásicos socialistas, por supuesto a Rosa Luxemburgo y a Trotsky, también a Walter Benjamín. Pero sobre todo a la larga lista de los marxistas y/o anarquistas galos que habían quedado arrinconados por el entramado cultural del PCF. En la lista se cuentan obras de Daniel Guérin (Fascismo y gran capital), Victor Serge (El año 1 de la revolución), Pierre Monatte (edición crítica de sus escritos), Alfred Rosmer (Moscú en tiempos de Lenin), Marcel Martinet (Tiempos malditos), Paul Nizan (Les Chiens de garde , Aden Arabie, también beneficiados por un prólogo de Sastre, que fue un cómplice incondicional de la editorial), Maurice Dommaguet (Historia del 1 de mayo) y un largo etcétera. Fue el primero que llevó a las librerías francesas los aportes de la antipsiquiatría…
Algunos historiados e intelectuales de renombre dentro de la izquierda insumisa también publicaron con la casa Maspero, como Pierre Vidal-Naquet, Georges Haupt, Michael Löwy, Jean Pierre Vernant, Philippe Jaccottet, entre otros. Un joven Georges Perec publicó por primera vez gracias a Maspero, en la revista Partisans.
Maspero se erigió como la punta de lanza de las voces del anticolonialismo, publicó al general norvietnamita Giap, a Ho Chi Minh, extensamente al Che Guevara y a Fidel Castro, dio a conocer a Regis; Debray y su polémico ensayo Revolución en la revolución, recuperó las memorias de Jomo Kenyatta, Mao Tsé-tung (así se escribía entonces, cuando muchos jóvenes como Jean-Luc Godard o Jordi Solé Tura creían que la “la gran revolución cultural proletaria” estaba restituyendo la democracia desde abajo, ¡qué fraude¡, ¡qué necesidad de creer en un milagro socialista¡)), aunque los “maos” no veían su “anarquismo” con buenos ojos. Pero François no hacía caso a las descalificaciones, su objetivo era dar la palabra a todas las voces del frente del rechazo al capitalismo, al imperialismo y a la burocracia, aunque por respeto a la pluralidad también editó textos del “pensamiento Mao Tse Tung”, que por entonces fascinaba a unas corrientes soi-dissant marxistas-leninistas que gozaban de gran predicamento en los medios universitarios, por ejemplo “hegemonizaban” las clases de l´Ecole Practique
En 1975, reeditó el clásico Historia del movimiento anarquista en Francia (1880–1914) de Jean Maitron, una obra enorme que sin embargo, resultó ruinosa. En 1983, la editorial se transformó en Éditions La Découverte, más tarde adquirida por Vivendi Universal Publishing que publicó preferentemente libros de viajes y descubrimientos coloniales, tal fue el caso de los viajes de Colon en una edición crítica de Michael Lequenne, en una edición realmente ejemplar.
Maspero fue criticado por los situacionistas, como Guy Debord, quien usó el término masperizar” para referirse a la falsificación o corrupción de un texto, por ejemplo borrado párrafos de una cita sin indicarlo. Ahora, vista en perspectiva, la obra editorial de Maspero solamente causa admiración.
Eran tiempos en el que títulos como Leer El Capital, de Louis Althusser, resultaban éxitos de ventas. Su ejemplo irradió por doquier, su nombre conecta con el de Ruedo Ibérico con el que colaboró estrechamente, con empeños como el del Feltrenelli izquierdista, inspiró editoriales como la mexicana ERA, en la que tuvieron mucho que ver los exiliados españoles. La mayor parte de sus libros fueron traducidos al castellano por todas aquellas editoriales que inundaron los tiempos más álgidos de las movilizaciones obreras y populares en la convulsa España de los setenta.
Durante esta fase tuvo problemas constantes con los sucesivos ministros del Interior. Estos trataron de cortarle las alas con múltiples multas y procesos, condenas y recursos y una constante vigilancia policial, sobre todo en aquellos deslumbrantes días del mayo del 68 francés que todavía resuenan con su seamos realista, soñemos lo imposible. Tampoco pudieron con él las duras adversidades sentimentales, una de las cuales le llevaron al borde del suicidio. Más sería fue la amenaza de los constantes robos de libros de los estudiantes que entraban a saco en sus librerías, forraban su cuerpo de libros y se iban sin pagar, a sabiendas de que los trabajadores no iban a llamar a los “flics” sin negar su propia fe. Los cogía, recuperaba los libros y los soltaban. Y así, esos mismos estudiantes de casi todas las nacionalidades, que teóricamente eran sus partidarios, sus lectores preferidos, se cargaron las librerías cuando François Maspero comprobó reiteradamente el déficit producido por tanto saqueo indiscriminado y llegado un momento, cuando la suma de eventos se le hizo insostenible, arrojó la toalla.
Este hilo nos lleva a otro, al de la librería Maspero abierta en 1955 años. En su momento llegó a ser uno de los lugares más emblemáticos del 68, situada en el corazón de las barricadas de la Rive Gauche. Su propia situación en el callejero tenía algo de pórtico de los escenarios más “calientes”, pasabas el puente, llegabas al Quartier Latine y allí estaba. Se entraba por Saint Michel, a la izquierda estaba la librería de literatura general repleta de autores “prohibidos”, y a la derecha la de pensamiento y ciencias sociales, lo nunca visto.
Quedar en Maspero era una manera de enterarte lo último que se editaba. Estaba casi siempre llena de gente, no había ningún problema si únicamente pasabas para hojear estanterías enteras. El personal estaba compuesta por amantes de los libros a los que podías consultar sin problemas, antes al contrario. El número de materias era enorme, sí había algo sobre la resistencia griega o sobre la represión en Guatemala, estaba allí y lo podía estar la semana próxima. La amabilidad era tanto que era impensable que el personal llamara a los “flics”, habría sido un contrasentido, precisamente la denuncia de la brutalidad policial era uno de los puntos que unía a toda aquel gauchismo… se había convertido en el lugar de encuentro de todas las corrientes gauchistes: anarquistas, maoístas, trotskistas, situacionistas, tercermundistas…
Nos citábamos “chez Masp” (en la casa de Masop) y allí estabas seguro de encontrar conocidos amén de los libros revolucionarios que podías leer. Era un lugar espacioso y bullicioso en el pasa un poco para repostar, para “cargar las pilas”, para descubrir un título especial o encontrarte con un imprevisto, pro ejemplo con otros exiliados. Otro aspecto importante era la defensa de la librería que era constantemente amenazada por los grupos fascistas de “Ordre Nouveau”.
En el local de ciencias sociales había un espacio –una parte del sótano- dedicado a temas españoles. Conviene recordar que el En aquel rincón destacaba la presencia de Ruedo Ibérico en cuya formación Maspero tuvo no poco que ver, todos aquellos libros que se editaban en América Latina y que aquí nos llegaban a través del doble fondo de algunas librerías. Durante un tiempo lo llevó Antonio Pérez, un personaje entrañable con el podías hablar largo y tendido relajadamente y que informaba de todo lo que llegaba. Maspero publicó literatura antifranquista, en especial un Romancero de la resistencia española que tuvo mucha repercusión. .En faceta de traductor del inglés (tradujo a John Reed y a Joseph Conrad), y del castellano que aprendió en Cuba como brigadista, vertió al francés a Arturo Pérez Reverte, Carlos Luís Zafón, Jesús Díaz, Álvaro Mutis, Luís Sepúlveda, Fernando Savater y Eduardo Mendoza.
Desde este punto de vista, el presunto biógrafo tendría que trabajar extensos apartados sobre Argelia, el africanismo América Latina, Cuba, etcétera.
En 1978, Maspero fundó la revista La alternativa, un espacio para dar voz a los disidentes de los países con un régimen de ‘socialismo real’, una plataforma de recuperación del socialismo democrático que dirigió hasta 1984. Los problemas judiciales y una inestable vida personal —tuvo a los 50 años un accidente de motocicleta y un intento de suicidio— hicieron que Maspero vendiera —por una cifra simbólica, más que un negocio era una cesión— su casa editorial a François Gèze, quien la transformó en La Découverte.
Dentro de su producción literaria, Maspero escribió novelas, como La sonrisa del gato (1984), La higuera —ambientada en la guerra de Argelia y cruzada de potentes resonancias militantes—, y Gerda Taro: La sombra de una fotógrafa (de la existe una versión castellana de La Fábrica Editorial, Madrid, 2006), una obra de ficción basada, sin embargo, en la vida de la fotógrafa y periodista alemana, pareja también del fotógrafo Robert Capa, quien documentó la Guerra de España, y murió durante sus trabajos como profesional de la fotografía. Su obra más conocida, La sonrisa del gato (1984), conoció un importante éxito editorial. Su traductor al castellano fue José Martínez, el animador de otra editorial mítica: El Ruedo Ibérico. Maspero cita a Martínez admirativamente, y otros nombres que recuerda son Jorge Semprún, José Á. Valente y Espriu (de estos dos últimos publicó sus poemas en la editorial).
Como escritor, Maspero era un estilista exigente Entre sus recuerdos de los periplos balcánicos y los que tratan, de forma también original, los suburbios parisinos, se nota un estilo muy particular que hace que incluso sin saber quién ha escrito esos textos, se pueda reconocer su autor.
Una de sus últimas apariciones públicas fue a finales de marzo, con ocasión de la presentación del documental del que es protagonista: François Maspero: Los caminos de la libertad. Espero que pronto lo podamos ver por estos andurriales.

Pepe Gutiérrez-Álvarez

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