jueves, julio 16, 2015

La revolución francesa de 1789



El 14 de julio se cumple un nuevo aniversario de la toma de la Bastilla, considerada el inicio de la Revolución Francesa de 1789. Para profundizar en el tema, reproducimos una entrevista realizada a Claudio Zusman, docente de la UBA, de la cátedra Sociología de los Procesos Revolucionarios. Desarrolla el proceso que llevó, junto a la revolución industrial en Inglaterra, a implantar el cambio del feudalismo como

¿Por qué se produjo la Revolución Francesa del 14 de julio de 1789?
En realidad, la revolución comienza varios meses antes cuando el rey se ve obligado por la crisis fiscal, a convocar a los Estados Generales, una especie de parlamento de tres cámaras separadas con representantes del clero, la nobleza y el Tercer Estado (el 98% de la población). El 20 de junio de 1789 los diputados del Tercer Estado se rebelan exigiendo voto por cabeza y no por Estado, una declaración de derechos individuales y un régimen constitucional. El rey finge aceptar pero prepara la represión y entre los días 12 y 14 de julio, París se levanta en armas cambiando definitivamente sus planes y el curso de los acontecimientos. El pueblo en armas tomando la Bastilla se transformó en la imagen más emblemática, pero el período más intenso y radical de la revolución se da entre 1792-94; se abre con una nueva insurrección que derriba al trono y termina estableciendo una república. Esta nueva república deberá enfrentar la agresión militar de todas las potencias europeas dispuestas a cortar de cuajo el mal ejemplo y para eso, se verá obligada a levantar un ejército de masas, movilizar todos los recursos posibles y tomar medidas excepcionales para enfrentar a la contra-revolución interna y externa. La revolución se produce básicamente por la incapacidad de la aristocracia y del Antiguo Régimen de auto reformarse y llegar a un acuerdo o compartir el poder con la ascendente burguesía y garantizar así el libre desarrollo del capitalismo para lo cuál, se había convertido en una verdadera traba por su defensa de los privilegios nobiliarios y las supervivencias feudales. Y por supuesto, las espantosas condiciones de vida de las masas populares se habían hecho intolerables; usando una vieja fórmula, podríamos decir que los de arriba ya no podía seguir gobernando como lo venían haciendo y los de abajo ya no estaban dispuestos a dejarse gobernar de esa manera.
¿Qué clases intervinieron, cuáles eran sus reclamos y qué rol tuvieron en la revolución?
Por un lado, la nobleza y el alto clero, el “partido de la corte” defendiendo sus privilegios, por el otro lado, el Tercer Estado acaudillado por un burguesía muy moderada políticamente, pretendiendo una monarquía constitucional que sostenga el nuevo orden (asustada por un proceso que alentó pero del cuál pierde el control, hará del “orden” su gran obsesión). Rápidamente entrará en escena la pequeña burguesía democrática que a la larga dirigirá a través de los jacobinos, la revolución en sus momentos más críticos y el movimiento popular: los campesinos, los artesanos, los obreros, los jornaleros y pequeños comerciantes, el conglomerado plebeyo que Marat llamará, un tanto vagamente, retomando un viejo término romano, “proletariado” y que intentará llevar el proceso más allá de los límites de una mera revolución burguesa, cuestionando incluso el régimen de propiedad. Emerge la figura del “sans culotte”, el militante combativo de los arrabales que denunciará a la “nueva aristocracia” la de los burgueses enriquecidos con la revolución. De sus filas surgirá, de manera muy confusa y embrionaria, primero con Roux (“la libertad es un mero fantasma y la igualdad una quimera cuando el pueblo se muere de hambre”) y Hebèrt y luego con Babeuf, las expresiones políticas que preanuncian al comunismo y al socialismo revolucionario del siglo siguiente.
¿Cuál fue el resultado de esta revolución?
La asamblea elegida por sufragio universal en 1792, la Convención Nacional se apoyó para enfrentar a la reacción en las secciones (organismos de democracia directa de las masas urbanas) y sus milicias pero la convivencia entre ambos sectores, distó de ser armónica. La ruptura entre la pequeña burguesía jacobina que dirigía la Convención y el movimiento popular, provocó el aplastamiento de los “sans culottes” y las secciones, y sin su base de apoyo radical, la del propio gobierno Jacobino de Robespierre. Comienza el reflujo de la revolución, las conquistas democráticas y sociales más avanzadas son suprimidas; es el período conocido como Reacción Thermidoriana que desemboca en la dictadura del general Napoleón Bonaparte. La derrota militar en 1815 de Bonaparte restaura la monarquía de los borbones, pero el feudalismo jamás volverá. En 1830 y 1848 el pueblo trabajador saldrá nuevamente a combatir en las calles. La consecuencia más duradera es la consolidación del Estado Nación Moderno y el despliegue definitivo de las relaciones sociales propias del capitalismo.
¿Qué implicancias internacionales tuvo?
Por tres o cuatro décadas toda la política europea giró en torno a la necesidad de las clases dominantes de terminar con los ecos de la Revolución Francesa; cuando el objetivo parecía alcanzado, estallaban nuevas revoluciones. Primero en Haití (la única revolución triunfante de esclavos en la historia), luego en Hispanoamérica (la influencia de la Revolución Francesa en la Independencia es enorme) y finalmente, en la propia Europa, como queda ya dicho, en 1830 y 1848. Para entonces, ya tenemos la presencia de un nuevo proletariado industrial, con nuevas reivindicaciones y luchas pero que retoma las experiencias y los ideales emancipatorios más avanzados de la Gran Revolución. La Comuna de París de 1871 será la síntesis más completa entre las tradiciones de la Revolución Francesa y las nuevas banderas del socialismo. Ya en el siglo XX, los revolucionarios rusos se mirarán constantemente en el espejo de la Revolución Francesa buscando ejemplos y enseñanzas, y así los dejaron dicho claramente. Escribió en “Lecciones de Octubre”, León Trotsky: “Sabemos con certeza que cualquier pueblo, cualquier clase y hasta cualquier partido se construyen principalmente por experiencia propia; pero ello no significa en modo alguno que sea de poca monta la experiencia de los demás países, clases y partidos. Sin el estudio de la Gran Revolución Francesa, de la Revolución de 1848 y de la Comuna de París, jamás hubiéramos llevado a cabo la Revolución de Octubre (…). En efecto, hicimos esta experiencia apoyándonos en las enseñanzas de las revoluciones anteriores y continuando su línea histórica”.

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