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martes, julio 21, 2015
Para la Iglesia el Papa es infalible
Desde hace más de 2000 años la Iglesia ha sabido reubicarse en momento de auge y expansión pero también cuando los retrocesos y las crisis la hicieron perder gran parte de su poder real. Llegó al día de hoy convertida en el bastión de mayor antigüedad de la reacción (a pesar de todos sus maquillajes) conservando una concepción teocrática y autoritaria del poder que data de sus orígenes. Este fin de semana se cumplieron 145 años de la formulación que afirma que el Papa es infalible, ¿lo es realmente?
Durante el Feudalismo, la Iglesia no sólo se convirtió en la propietaria más grande de Europa (gracias a la implementación del celibato que llevó a la eliminación de las herencias) sino que también, en su nombre, se llevaron adelante guerras y matanzas. En la época dorada de las Monarquías europeas, a partir del Siglo XVI, supo convertirse en autoridad moral y coercitiva, ejerciendo control directo sobre los cuerpos y la vida privada de las personas a través de la confesión, método cotidiano de control de la conciencia: el que no se confesaba era considerado hereje o una bruja; recordemos a las miles de mujeres muertas en la hoguera. Pero en esta nota no pretendemos realizar una simple crónica de los hechos que mejor expresaron la naturaleza de esta Institución sino profundizar sobre algunos de los aspectos que sostenían –y continúan haciéndolo- las bases de su poder, tanto terrenal como moral. No nos olvidemos que para la iglesia católica el poder del clero es el poder de dios en la tierra, con su representante directo - el Papa de turno-, rodeado de una burocracia clerical que históricamente se ha encargado de ejecutar la “voluntad divina”.
Hace 145 años, cerca de 550 representantes de la Iglesia Católica se reunieron en un Concilio Ecuménico (una especie de gran asamblea convocada para definir cuestiones de doctrina y verdades) en el Vaticano entre 1869 y 1870 para discutir sobre los problemas que habían llevado a la Iglesia, a entrar en una profunda crisis de representación a lo largo del Siglo XIX. Finamente determinaron que el Papa era infalible ¿Qué significa esto? Que no comete errores, por lo tanto, es incuestionable y no puede someterse a duda ninguna de sus acciones y dichos. Si en la práctica la Iglesia legitimó desde sus orígenes la autoridad papal como natural y absoluta ¿que llevó al clero y al Papa Pío IX a organizar un Concilio para definir como dogma la infalibilidad papal?
El largo siglo XIX, el Papa se convierte en infalible y un fantasma que recorre Europa
El Siglo XIX abrió una crisis profunda en el sistema de creencias establecido por la Iglesia. Las consecuencias de la Revolución Industrial y de la Revolución Francesa se hicieron sentir en dos aspectos fundamentales: por un lado el avance de la industria y del conocimiento científico llevaron a desestimar la veracidad de los dogmas religiosos (como fue el caso de Galileo Galilei) y del orden establecido; un orden que se planteaba inmóvil y estático para defender las pésimas condiciones de explotación de una mayoría campesina y obrera. Por otro lado, la Revolución Francesa, puso en jaque los intereses políticos y terrenales de la Iglesia y del Papa, primero, poniendo en cuestión el absolutismo del rey y, segundo, porque se comenzó a discutir abiertamente la separación del poder secular (el Estado) y la Iglesia. El Vaticano lo estaba viviendo en carne propia ya que, entre 1860 y 1870, el Rey Victor Manuel presionó a los Estados Pontificios –gobernado durante mil años por la autoridad papal - para incorporarlos a la Unidad Nacional o “Unificación Italiana”. El liberalismo estaba triunfando en la disputa.
A estos dos procesos se sumó un tercero que, finalmente, hizo reaccionar a la Iglesia: el fantasma del comunismo que, recorría Europa desde 1848, estaba ganando terreno entre el proletariado emergente. La difusión de sus ideas permitió que rompieran las cadenas que los ataban a los dogmas establecidos – esos mismos que los obligaba a aceptar las condiciones de explotación que dios les dio- y se organizaron como sujetos reales para transformar la realidad.
La Iglesia Católica respondió replegándose en la figura de la autoridad Papal y en un paquete de medidas reaccionarias que tenían como fin último reubicarse estratégicamente para conservar su statu quo. En 1869 se inauguró el Concilio que el 18 de julio de 1870 declaró la Infalibilidad Papal, frente a una minoría que se oponía por considerarlo retrógrado para la época. Lo que afirma la infalibilidad es que el Papa no puede errar ni equivocarse por “derecho divino”y que todas sus afirmaciones son “actos definitivos”, o sea, que no pueden cambiarse en el futuro. Si bien se consideraba que el Papa sólo utilizaría dicha Infalibilidad cuando declaraba algún dogma, lo cierto es que se valió de este poder para legitimar grandes atrocidades a los largo de los Siglos. Se avaló el genocidio durante la conquista de América (a pesar de que el Papa Francisco haya pedido perdón, nunca reconoció que la Iglesia cometió un error); se estableció que los afroamericanos “no tenían alma”, por lo tanto, podían someterse a las peores condiciones de esclavitud. En 1871, Pío IX condenó a los Comuneros de París como “miserables y auténticos demonios del infierno que se pasean por la tierra” (1).
Más recientemente la Iglesia volvió a “equivocarse” cuando Pío XI se refirió a Mussolini como un hombre que “la divina providencia puso en nuestro camino” cuando en los Pactos de Letrán (1929) les entregó la Ciudad del Vaticano, como un estado independiente bajo la soberanía de la Santa Sede. También se “equivocó” cuando mantuvo silencio frente al avance del nazismo en Europa y cuando su cúpula clerical apoyó las dictaduras latinoamericanas hasta el final.
Al día de hoy la Iglesia no reconoce estas decisiones como errores sino que simplemente se limita a guardar silencio o busca salir por la tangente tratando de lavarse la cara. Esto puede observarse claramente desde la asunción de Francisco. La elección del jesuita buscó consolidar a la Institución como fuente de control social e ideológico, fortaleciendo la figura papal.
En estos años una nueva crisis en la Iglesia, esta vez causada por los escandalosos casos de pedofilia y corrupción - que llevaron a una importante disminución de sus fieles a nivel mundial - llevó a que diera un giro en sus políticas buscando mostrarse como una Iglesia progresista y cercana a los líderes latinoamericanos populistas. Pero sigue siendo la misma institución retrógrada. En Octubre de 2014, se reunieron 253 representantes del clero que se encerraron entre cuatro paredes para discutir en un Sínodo cómo fortalecer a la familia como institución (claro mensaje antiabortista), si la homosexualidad puede considerarse una enfermedad o no, la importancia de la virginidad y cómo tratar a los divorciados.
La iglesia y el estado mantienen un feliz matrimonio
Otra de las resoluciones del Concilio de 1870 fue la condena por parte de Pío IX de las falsas doctrinas como lo eran el liberalismo, el secularismo y el comunismo. Sin embargo, las disputas con la burguesía fueron disminuyendo a medida que las ideas comunistas se expandían rápidamente y se aliaron para enfrentar los procesos revolucionarios abiertos.
Hoy en día los problemas conyugales entre el Estado y la Iglesia se enfriaron y mantienen una alianza estratégica. En el caso de Argentina, el Estado sostiene económicamente el culto y la educación privada religiosa (en la Provincia de Buenos Aires son más de 3000 establecimientos) cuando el sistema educativo público se cae a pedazos. Además, los arzobispos y los obispos reciben un salario equivalente al 80 % del sueldo de un juez nacional de primera instancia mientras que están exentos de pagar impuestos y son dueños de cientos de propiedades a lo largo de todo el país.
Lo que nos queda claro es que, con más de 2000 años de historia, la Iglesia es la institución más antigua que se ha adaptado tanto a la estructura socio-económica del Feudalismo, del Modernismo y del Capitalismo actual. Como ya dijimos su función es mantener ideológicamente la creencia de que no puede modificarse el orden establecido. Pero por suerte la propia historia demostró que la infalibilidad del Papa no es más que un mito y que sólo en el comunismo la Iglesia como, institución anacrónica, perdería su razón de ser.
Claudia Ferri
Referencias:
1.Yves Chiro, Pío IX. Ediciones Palabra, Madrid 2002.
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