sábado, abril 23, 2016

¿Decimos mentiras sobre Lenin?



Cuán importante son las Tesis de Abril a la hora de interpretar la historia de la Revolución rusa. El historiador Lars T. Lhi afirma que no implicaron un cambio en las posiciones sostenidas por Lenin.

Cuán importante son las Tesis de Abril a la hora de interpretar la historia de la Revolución rusa. El historiador Lars T. Lhi afirma que no implicaron un cambio en las posiciones sostenidas por Lenin.
Lenin llegó a Petrogrado luego de 10 años de exilio el 16 de abril de 1917 (4 de abril según el calendario ruso). Contra todos los biógrafos liberales, este “dictador implacable”, este “hombre sanguinario” y otros tantos epítetos que ha recibido su figura de plumas como la de Pipes, Carrère d’Encausse o Service, dirigió durante una década a través de la única arma que tenían a su disposición: la palabra escrita. Esta es quizá una de las particularidades del bolchevismo, dice Trotsky en su biografía inconclusa Stalin, ¿qué partido o grupo político revolucionario de los dos últimos siglos tuvo a sus jefes en el exilio una parte significativa de su vida?
A este elemento se agrega otro. Lenin exiliado en Zurich había quedado aislado de sus compañeros durante los años de guerra. Las comunicaciones con sus camaradas se habían vuelto esporádicas y muchos revolucionarios se encontraban en las cárceles. Cuando Lenin inicia su travesía en tren hacia la estación Finlandia en Petrogrado en abril de 1917 lee el periódico de los bolcheviques, el Pravda, y discute con Kamenev, que por esa época era su director, contra su política de apoyo crítico al Gobierno Provisional.
Al bajar del tren Lenin expone sus ideas en una reunión y al día siguiente en una nueva reunión conjunta de bolcheviques y mencheviques. Entre los presentes están Goldenberg y Plejanov quienes, como el mismo Lenin apunta en sus tesis publicada tres días después, exclaman que sus palabras son las palabras de un “delirante”. Lenin contraataca, “Si me pasé dos horas delirando, ¿por qué cientos de oyentes toleraron esos ‘delirios’”.
Había algo en su palabras que apuntaba a una posible salida a la situación abierta por la revolución de febrero, algo que iba en el sentido de cómo los presentes evaluaban los acontecimientos. La reunión era desordenada, como toda asamblea política en épocas revolucionarias. Pero mientras unos abucheaban y se sorprendían, otros escuchaban atentamente. En un libro publicado en 2011, el investigador Lars T. Lhi afirma que las posiciones que Lenin expone en estas asambleas no son una novedad y que más bien deberían llamarse “las tesis de octubre” –en referencia a un texto de 1915 titulado “Algunas tesis”.
También dice Lhi, en un artículo publicado en la revista Jacobin, que existe un “relato” trotskista que plantea que el éxito de la revolución de octubre se debió a que Lenin rechazó sus errores ideológicos previos y que “afortunadamente, justo a tiempo, Lenin vio la luz y se encontró con Trotsky en abril de 1917. Juntos los dos grandes líderes rearmaron al Partido Bolchevique e hicieron posible la gloriosa Revolución de Octubre”. El lenguaje sarcástico tiene una finalidad polémica, para Lhi este “relato” presenta dos problemas, tiene un marcado tinte anti-bolchevique y no se fundamenta en los hechos empíricos.
En Petrogrado, a más de un mes de desencadenada la revolución, Lenin se enfrentó con una parte de la dirección bolchevique que levantaba el apoyo crítico al Gobierno Provisional bajo el argumento de que la guerra imperialista entre el zarismo y el imperio alemán se había transformado en una guerra de defensa de la democracia revolucionaria conquistada en la revolución de febrero. Esta política transformaba al bolchevismo en una “oposición responsable” al nuevo gobierno, primero, y segundo, los llevaba a apoyar “aquellas acciones de guerra” que implicaban la defensa de la Rusia revolucionaria. Toda esta actitud táctica de colaboración con el nuevo gobierno se amparaba en la vieja fórmula de “dictadura democrática de obreros y campesinos”.
Pero no solo existía esta tendencia, que era la que dominaba los órganos dirigentes del bolchevismo. Contrario al supuesto “relato” que trata de desmontar Lhi, Trotsky comenta en su Historia de la Revolución Rusa, que entre los bolcheviques de Petrogrado no reinaba la misma postura. Un sector, específicamente los dirigentes de las barriadas obreras, se oponía a la política de los directores del Pravda (Kamenev y Stalin). Para estos sectores del bolchevismo era necesario derribar al gobierno provisional e imponer un Gobierno Obrero. Shliapnikov era uno de sus representantes.
A los primeros, a los que llamaba polémicamente “viejos bolcheviques”, Lenin les reprocha que “tratar a la antigua el problema de la ‘consumación’ de la revolución burguesa, es sacrificar el marxismo viviente a la letra muerta”. Y continua, “en la vida real las cosas ya sucedieron de modo diferente”. La dualidad de poderes entre el Gobierno Provisional y el Soviet de Obreros y Soldados había planteado una nueva situación. Los Soviets dominados por representantes de los campesinos, los narodnikis y trudoviques, le habían entregado el poder voluntariamente al Gobierno de la burguesía. Al seguir bajo la influencia política de la burguesía los dirigentes campesinos no habían “llevado hasta el final” las tareas democráticas, la Asamblea Constituyente no tenía fecha, la tierra no se había repartido y la paz y el derecho a la autodeterminación de los pueblos oprimidos por los rusos ni se había conquistado, ni se pretendía hacerlo. La hegemonía burguesa se imponía sin poder armado, solo por una cadena de concesiones políticas.
A los segundo, Lenin les decía que los revolucionarios no podían adoptar una política “blanquista” de golpe o toma del poder por la fuerza para imponer un Gobierno Obrero, sino que había que iniciar una política de agitación y explicación para ganar a la mayoría de los diputados obreros y campesinos para una política de ruptura con los partidos de la burguesía. Esta política transitoria estaba contenida en la consigna de que todo el poder político debía pasar a manos de los Soviets de diputados obreros y soldados. Para realizar esta tarea el partido debía actuar como partido independiente, romper con cualquier tipo de apoyo al Gobierno Provisional y ganar peso dentro del Soviet. La nueva táctica era, según Lenin, transitoria. Los acontecimientos podían cambiar y exigir nuevos giros políticos, pero lo central era luchar por un gobierno de los Soviet, un gobierno democrático, el gobierno de la inmensa mayoría del pueblo. Lo central era un gobierno sin los partidos de la burguesía.
Si como dice Lhi nada nuevo había en las tesis de abril que no hubieran estado ya planteadas en las tesis de octubre de 1915 simplemente no aparecería la formulación que habilita el giro de Lenin: la situación abierta por la revolución de febrero era original porque había “entrelazado” dos dictaduras, la dictadura de la burguesía, el Gobierno Provisional, y la dictadura del proletariado y el campesinado, el Soviet de diputados obreros y soldados. Ya no era una dictadura burguesa “consumada” por una alianza de obreros y campesinos, eran dos dictaduras, y en lucha una contra la otra, solo una podía ser la vencedora.
Cuando Trotsky vuelve sobre este momento, el regreso de Lenin, manifiesta que los acontecimientos se hubieran desarrollado quizá en el mismo sentido pero a un ritmo mucho más lento. No se trata como dice Lhi de construir un “relato” que rinda “culto” al líder, sino de entender la dialéctica que permite un doble movimiento, la influencia de los acontecimientos revolucionarios y la crisis del marxismo frente a la guerra que llevan a Lenin a cambiar su posición sobre la revolución Rusa en abril de 1917 y, junto a esto, el cambio en la velocidad que esta nueva posición estratégica de Lenin imprime a los acontecimientos.

Cecilia Feijoo

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