sábado, abril 30, 2016

Dublín: la sangre y la memoria






Dublín es una ciudad hermosa, con viejos castillos, iglesias majestuosas y por doquier, pubs llenos de gente e irlandeses borrachines y muy simpáticos. Uno espera que en alguna esquina aparezca un duendecillo o que al final del arco iris sea real aquello del caldero repleto de oro. Aunque su verdadero tesoro son los pubs y sus cervezas, verdadero centro de la vida social y alimento espiritual de Irlanda.

Uno de los paseos obligados del turismo, y de los más impactantes debo decir, es el de la cárcel de Kilmainhan. Allí no sólo se pueden ver las condiciones infrahumanas en que eran mantenidos los detenidos en los siglos XVIII y XIX, sino también interesarse por la historia de Irlanda. Mi conocimiento sobre la historia de Irlanda era nulo y sigue siéndolo. Toda mi idea sobre el surgimiento de la Irlanda libre era en base a la extraordinaria película de Ken Loach, El viento que sopla sobre la grama verde.
En los muros de piedra del patio de la prisión, fueron ejecutados los líderes de la insurrección independentista de Dublín del 24 al 29 de abril de 1916, aplastada a sangre y fuego por el ejército británico que bombardeó la ciudad para lograr derrotar a los insurrectos. Primer gran insurrección europea en medio de la guerra, antes del estallido de la Revolución Rusa. Los líderes fusilados en la prisión fueron Patrick Pearse, Thomas Clarke, Thomas MacDonagh, Joseph Plunkett, Edward Daly, William Pearse, Michael O’Hanrahan, John MacBride, Éamonn Ceannt, Michael Mallin, Cornelius Colbert, Sean Heuston, Sean MacDermott, James Connolly, Thomas Kent y Roger Casement.
De todos ellos me interesa rescatar la figura de James Connolly, líder socialista de los trabajadores irlandeses y del Ejército Ciudadano Irlandés, que concebía la revolución irlandesa como el paso previo a una república socialista: “La causa obrera es la causa de Irlanda, y la causa de Irlanda es la causa obrera“, escribía. “No se pueden separar; Irlanda busca la libertad. Los obreros buscan que una Irlanda libre sea la única dueña de su propio destino, la propietaria suprema de todas las cosas materiales en y debajo de su suelo“. Los sueños de Connolly fueron abandonados por Éamon de Varela y Michel Collins, que en 1921 aceptaron la división de Irlanda y derrotaron a los que querían conquistar la independencia de todo el territorio.
Un día antes del paseo a la prisión me detuve frente a un pub en la esquina de Dorset y Gardner; siempre pasaba por aquella esquina camino al hotel donde me hospedaba sin darle importancia, cuando de repente me di cuenta que el mural que adornaba la pared del pub era un retrato de Bobby Sands y los mártires del IRA que el 1 de marzo de 1981 iniciaron una huelga de hambre para ser reconocidos como presos políticos. La muerte de Bobby Sands fue uno de los primeros hechos políticos que recuerdo que impactaran en mi vida consciente cuando tenia once años. En el transcurso de la huelga y como muestra de apoyo de la población, Bobby Sands fue elegido al Parlamento en la circunscripción de Fermanagh-South Tyrone. La huelga de hambre fue un duro enfrentamiento contra Margaret Tatcher, quien tenía por plan político destruir al movimiento obrero inglés (lo que lograra con la ayuda de los dirigentes del Labour y el régimen stalinista polaco en la huelga minera del 85-86) y al movimiento de resistencia nacional en Irlanda del Norte. El gobierno conservador se negó a ceder a las demandas de los prisioneros irlandeses y ellos se negaron a ceder frente a Tatcher. Una política impotente y desesperada de la dirección del IRA que llevó a Bobby Sands, el líder de los huelguistas, a morir tras 66 días de huelga de hambre. Lo siguieron en su suerte: Francis Hughes, Raymond McCreesh, Patsy O’Hara, Joe McDonnell, Martin Hurson, Kevin Lynch, Kieran Doherty, Thomas McElwee y Michael Devine.
Dentro del local, una serie de fotos republicanas y de los huelguistas hacían la decoración de un lugar lleno de viejos borrachos que quizás pensaban en las causas perdidas frente a la barra. Un cartel me llamó la atención y era una foto compartida de Sands y el Che Guevara, subrayando el Lynch del segundo apellido del Che, y el cartel decía algo así como que la sangre de los dos rebeldes era irlandesa. Frente a ella levanté mi cerveza y brindé por la muerte del imperialismo, recordando aquella hermosa frase de Sands de que “nuestra venganza será la risa de nuestros niños“.

Facundo Aguirre

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