Desde la publicación de los primeros casos de los que han sido denominados como los "Panamá Papers" asistimos a toda una ceremonia de la hipocresía social y política en torno a ellos. Primero habría que preguntarse algunas cuestiones iniciales, como el por qué de su nombre (el hecho de hacer referencia al país ya denota una cierta campaña de desprestigio hacia el mismo, cuando el hackeo procede fundamentalmente de un bufete de abogados, Mossack-Fonseca, especializado en este tipo de asuntos), y los intereses que pueden existir detrás de su publicación con cuentagotas. Es cierto que el tamaño de los archivos es inmenso, y sólo hemos visto la punta del iceberg de todo lo que hay detrás de ellos, pero en principio, las cosas no parecen estar muy claras. Algunos analistas apuntan a las intenciones de Estados Unidos de recuperar para sus paraísos fiscales grandes cantidades que durante años habrían ido a parar a otros países. Aún no lo tenemos claro.
Bien, pero después de estas cuestiones iniciales, y a la luz de lo publicado y de la reacción social desatada, existen otras preguntas que podemos hacernos y que serían muy interesantes de evaluar, porque parece que no tratamos igual, con la misma intensidad ni con el mismo reproche ético y social, al hecho de que un particular (incluso alguna empresa) tenga o haya tenido alguna cuenta en un paraíso fiscal, que al hecho de que una de las actividades principales de los bancos sea precisamente ser intermediarios y colaboradores necesarios en todos estos procesos. Pondremos un ejemplo directo y sencillo para que se entienda la reflexión: montamos en cólera porque nos enteramos de que, por ejemplo, el conocido actor Imanol Arias tuvo una empresa durante algún tiempo en un paraíso fiscal, pero nos importa bien poco (o al menos, eso es lo que demostramos) que el Banco de Santander esté implicado en cientos de miles de operaciones con paraísos fiscales...¿es que es acaso más importante que Imanol Arias haya tenido alguna cuenta o empresa en paraísos fiscales, y haya podido defraudar al fisco algunos miles de euros, que el hecho de que el Banco Santander participe activamente en la defraudación (directa o indirecta) de miles de personas, defraudando al fisco cientos de millones de euros?
La hipocresía social es tremenda, achacable en cierto sentido a la inmensa influencia que el pensamiento dominante (capitalista) proyecta sobre nosotros, y que entiende que, simplemente, los bancos son así. Y al igual que desahucian a las personas, también ayudan a los poderosos o acaudalados a evadir sus impuestos. Y así, desde hace más de una semana, los principales medios de comunicación están con sus campañas de honestidad a bombo y platillo, indignándose por el hecho de que personas conocidas de la cultura, de la música, del cine, futbolistas, empresarios, etc., tengan o hayan tenido empresas en paraísos fiscales para eludir sus impuestos en nuestro país, pero a los principales actores que han posibilitado que toda esta inmensa vergüenza sea posible, es decir, a la gran banca privada internacional, se la exime de dicha "indignación popular". Y ahí tenemos a los periodistas de diversas cadenas de radio, prensa y televisión, persiguiendo y acosando a famosos como Pedro Almodóvar, Leo Messi, Pilar de Borbón, Imanol Arias, y a diversos políticos de la escena nacional e internacional, pero todavía no hemos visto a ningún/a periodista acosar por la calle a Ana Patricia Botín (Santander) o a Francisco González (BBVA), por poner dos conocidos ejemplos de los más grandes bancos, que están detrás no de un caso, sino de miles de casos de empresas y grandes fortunas en paraísos fiscales.
Y es que la opacidad de la banca es tan conocida como permitida por los serviles políticos a su servicio, que son todos los que nos han gobernado hasta ahora, y además es un problema globalizado. Reformas fiscales que van claramente en su beneficio, exención de impuestos, amnistías fiscales para los ricos y podersos, y anuncios vacíos que nunca llegan a ninguna parte, como la intención de implantar la llamada "Tasa Tobin" (o alguna otra variante) que obligue a que existan impuestos a las transacciones financieras, o esto que nos ocupa, es decir, las grandilocuentes declaraciones llamando a la extinción de los paraísos fiscales, o a la eliminación del secreto bancario. Mentiras y más mentiras. No existe realmente voluntad política para acabar con todos estos desmanes de la banca, porque a la banca se la ha dado ya demasiado poder, y controla demasiadas esferas de nuestra vida. Desde los años 80 hasta la actualidad, el proceso de desregulación del mercado bancario ha sido imparable, y su deriva hacia la incursión en negocios especulativos, algunos de ellos entrando en la esfera de los derechos humanos, ha sido absolutamente intolerable. Y de aquéllos polvos, estos lodos. Hoy día, el flujo incontrolado e incontrolable de capitales es absoluto, y los grandes patrimonios y empresas transnacionales pueden desplazar sus fortunas entre unos y otros paraísos fiscales, y para todo ello, la banca es pieza fundamental.
Y por supuesto que el reproche ético debe ser para todo el mundo, tanto para el banco internacional más potente, como para la última persona que sea partícipe de estas prácticas. Pero al igual que en casos de corrupción, no podemos comparar la corrupción galopante y a gran escala de los grandes partidos (PP y PSOE), que la corrupción aislada y puntual de algún responsable político de Izquierda Unida, Podemos o Ciudadanos. Sería demagógico, injusto e irresponsable equiparar el pequeño fraude que pueda hacer un desempleado por estar realizando actividades bajo la economía sumergida, que el gran fraude que realiza una empresa multinacional, seguramente porque el segundo será de un tamaño del orden de cientos de miles de veces el del primero. Luego, por tanto, habría que ir acabando con la hipocresía con respecto a estos asuntos. Que los paraísos fiscales existen es un hecho vergonzoso y lamentable al que hay que enfrentarse, y hay que hacerlo atacando a los principales actores que, debido a su tremendo poderío, imposibilitan que los diferentes Gobiernos puedan llevar a cabo medidas que puedan acabar para siempre con dichos nidos de fraude y corrupción. Y en el proceso de identificación de dichos actores, la gran banca privada, entre otros, desempeña un papel fundamental. Sin ir más lejos, 33 de las 35 empresas del IBEX, según informe de Oxfam, eluden impuestos en España, y entre ellas hay unos cuantos bancos.
Porque esos indecentes banqueros, esos "dictadores de Occidente" (en expresión de Robert Fisk), que son los mismos que gestionan las cuentas opacas en paraísos fiscales, son también los mismos que blanquean el dinero procedente de la droga, desahucian a las personas de sus viviendas, estafan a las personas más vulnerables, compran deuda pública de los Estados, financian empresas de armamento nuclear, y un largo etcétera de negocios sucios, mediante los cuales especulan y obtienen sus astronómicas ganancias. Pero la pregunta es: teniendo pistas tan claras de sus fechorías (como ahora con los papeles de Panamá)...¿por qué no existe un mayor reproche social hacia ellos? ¿Por qué la gente no se indigna con los banqueros como lo hace con el resto de los empresarios, de los políticos y de los particulares? Este hackeo de los papeles de Panamá ha destapado también algunas vergüenzas del sistema financiero internacional, pero como decimos, la prensa está más a la caza del actor, del futbolista, de la modelo o del político de turno. Y ya llueve sobre mojado. Recuérdese la famosa "Lista Falciani", o el pacto del BBVA con la justicia norteamericana, tras ser acusada dicha entidad de complicidad en la evasión fiscal de grandes fortunas estadounidenses a Suiza. Pero claro, después hay que escuchar sin despeinarse a ciertos políticos que nos dicen que para hacer tales o cuales cosas "no hay dinero". Es el colmo.
Rafael Silva
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