domingo, abril 10, 2016

Emiliano Zapata: 97 años de su asesinato



Oriundo del estado de Morelos, Emiliano Zapata Salazar, conocido como “El caudillo del sur”, fue uno de los más importantes líderes campesinos y militares de la Revolución Mexicana. Hasta nuestros días, sigue siendo símbolo de la lucha social en México.

Nació el 8 de agosto de 1879 en el poblado de Anenecuilco, en el estado de Morelos. Labrador, arriero, tras una efímera carrera militar fue elegido en 1909 como jefe de la junta de defensa de las tierras en Anenecuilco. Desde entonces fue que, según algunos historiadores, Emiliano Zapata comenzaría a instruirse en torno al derecho de propiedad de los pueblos sobre sus tierras, negados por las Leyes de Reforma, en particular por la Ley Lerdo, que ordenaba vender o expropiar las tierras improductivas.
La Ley Lerdo, lejos de dinamizar el trabajo de la tierra en el país, trajo consigo la rapiña de latifundistas y grandes hacendados, quienes arrebataron las zonas comunales a los pueblos.

El bandido, el rebelde

Luego de haber recuperado las tierras de Villa de Ayala (mismas que estaban en manos de un jefe de la policía) y de haberlas entregado a los campesinos del lugar, Zapata fue declarado bandolero, en 1910. Sería en esta Villa en donde más tarde se gestaría el Plan de Ayala, ese proyecto de reforma agraria radical que se ha resumido en una frase que acompaña hasta hoy en día la lucha en defensa del trabajo y de las propiedades comunales: “La tierra es de quien la trabaja”.
Hacia 1911, Zapata sería elegido como nuevo jefe revolucionario maderista del sur, luego de la muerte de Pablo Torres Burgos. Tras el triunfo que expulsara del país a Porfirio Díaz, Zapata y sus tropas se encontraron con que las reivindicaciones por las que habían peleado no estaban siendo respetadas. Así, el presidente interino Francisco León de la Barra lo consideró un “rebelde”, por no aceptar el licenciamiento de los soldados sin que se les aseguraran tierras a cambio de dejar los fusiles. Las “negociaciones” de León de la Barra estaban conformadas por tropas a cargo de los generales Victoriano Huerta y Aureliano Blanquet, enviadas para someter al caudillo del sur.
Pese a que Francisco I. Madero intentó desviar la atención de las demandas campesinas primando la necesidad de impulsar una reforma política, Zapata fue irreductible en torno a lo prioritario de la devolución de las tierras expropiadas que aún mantenían en sus manos los hacendados ricos. Para Zapata, la Revolución y sus más nobles aspiraciones de justicia, tierra y libertad, estaban siendo traicionadas.
Así, Zapata se convirtió de nueva cuenta en un “bandido”. Replegado en los límites de Puebla y Guerrero, resistió la persecución de las fuerzas federales. Una vez que Madero asumió la presidencia del país, sostuvo una nueva reunión con Zapata, en donde se cuenta que le ofrecieron una hacienda a modo de retribución por los servicios prestados a la Revolución. Zapata declinaría la oferta y para finales de ese convulso 1911, lanzaría el Plan de Ayala, en donde desconocía la presidencia de Francisco I. Madero y en su lugar se reconocía a Pascual Orozco como jefe de la Revolución Mexicana, se exigía la repartición de los latifundios creados durante el gobierno de Porfirio Díaz y se explicaba que tras el incumplimiento de las demandas campesinas, la lucha armada continuaba.
Durante 1912, Zapata y el Ejército federal libraron una batalla sin cuartel en donde los generales a cargo de acabar con la resistencia sureña fueron Arnoldo Caso, Juvencio Robles y Felipe Ángeles. El asesinato de Madero y el ascenso de Victoriano Huerta al poder, únicamente recrudecieron la lucha.
Para cuando Huerta quiso negociar con Zapata, las fuerzas del Ejército Libertador del Sur contaban ya con el dominio de Morelos, así como algunas partes del Estado de México, de Guerrero, Puebla y Tlaxcala. La respuesta del caudillo del sur fue la reformulación del Plan de Ayala, en donde declaró que desconocían a Victoriano Huerta como presidente del país. Emiliano Zapata asumió el cargo de jefe del Ejército Libertador del Sur, luego de la destitución de Pascual Orozco.
Hacia septiembre de 1914 el ejército de Zapata contaba ya con 27,000 hombres. Tomaron Chilpancingo, Cuernavaca, Cuajimalpa, Xochimilco y Milpa Alta, con lo que cada vez se encontraba más cerca de la Ciudad de México.Para evitar que la capital fuera tomada, las fuerzas constitucionalistas la ocuparon antes que las de Zapata. El entonces presidente, Venustiano Carranza intentó negociar de nuevo con Zapata, quien por toda respuesta exigió la renuncia de Carranza y que se reconociera el Plan de Ayala.

La traición

Luego de que la Convención de Aguascalientes (integrada por tres de los grupos participantes más importantes de la Revolución Mexicana) desconociera a Venustiano Carranza como presidente, Emiliano Zapata estableció una alianza con Francisco Villa y juntos reconocieron a Eulalio Gutiérrez como presidente provisional. De esta forma continuó el enfrentamiento y en noviembre de 1914, las fuerzas de la División del Norte y del Ejército Libertador del Sur entraron en la Ciudad de México, dejando para la Historia aquella imagen de Zapata y Villa en Palacio Nacional, uno al lado del otro.
A lo largo de 1915, en Morelos se viviría una de las experiencias de organización más interesantes de nuestra historia: La comuna de Morelos, en donde se pondrían en práctica los postulados zapatistas y alcanzarían su máximo desarrollo.
Sin embargo, para 1916 el ejército de Villa había sufrido diversas derrotas a manos del general Álvaro Obregón y, alentado por estos triunfos, el gobierno de Carranza lanzó una ofensiva más cruenta en contra del zapatismo y pese a que en 1917 Zapata emprendió una contraofensiva que le permitió recuperar diversas zonas, hacia 1918 la resistencia zapatista estaba replegada.
Desesperado por conseguir nuevas alianzas, Zapata fue engañado por Jesús Guajardo, quien asesinó a 50 soldados federales únicamente para convencer al caudillo del sur de lo real de su interés por ayudarle contra Carranza. El 10 de abril de 1919 Zapata acudía a la cita en la Hacienda de Chinameca, Morelos y, en cobarde emboscada, fue asesinado.

Completar la obra de Emiliano Zapata

Capítulos como el de la Comuna de Morelos han sido cercenados de la Historia oficial. Es tarea nuestra recuperar esas lecciones, conocerlas, discutirlas. Para el revolucionario ruso, León Trotsky, si bien las tareas democráticas elementales pueden ser el motor que impulse las revoluciones, si ésta no deriva en la toma del poder por parte del conjunto de los explotados y los oprimidos, estamos condenados a vivir una y otra vez la institucionalización de las gestas revolucionarias, su deformación.
Únicamente la revolución obrera y socialista puede liberarnos de la miseria, la opresión y la explotación. Completemos la obra de Emiliano Zapata. Nosotros tenemos la palabra.

Nancy Cázares
@NancyCornejoCaz

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