lunes, octubre 07, 2019

Reflejos de la «trata de negros» en el cine



El 23 de agosto se “celebró” el Día Internacional del Recuerdo de la Trata de Esclavos y de su Abolición, una fecha que ha pasado desapercibida sobre el acontecimiento histórico más infame en la historia de la humanidad: la “trata de negros cuyas consecuencia sigue pagando África, y de cuyos beneficios económicos seguimos disfrutando en los países esclavistas, entre ellos nuestra Catalunya. El aniversario fue orientado a subrayar las modernas formas de esclavitud que existen actualmente en el planeta.
Según el último informe de la Walk Free Foundation existen 40,3 millones de esclavos. El 71% de estos son mujeres. 15,4 millones de mujeres sufren la esclavitud del matrimonio forzoso y 24,9 millones de personas son trabajadores esclavos. El cine y sus creadores han denunciado la esclavitud en muchas de sus obras y siguen haciéndolo La trata de personas para la explotación sexual, los trabajos forzados, el tráfico de órganos. Se mantiene la compra-venta de seres humanos, una realidad que ha existido siempre aunque durante el siglo XIX y XX recibió golpes muy fuertes. Esta “tradición” resulta perfectamente compatible hoy con el sistema capitalista que impera en el mundo.
Decía Voltaire que la historia de la Humanidad se podía resumir a la historia de sus crímenes, y este es un buen ejemplo; superior incluso al judeocidio nazi, aunque sus víctimas no han encontrado quienes hayan realizado denuncias a la altura de las exigencias. El sistema esclavista recibió un buen golpe a finales del siglo XX con la abolición del “apartheid” en Sudáfrica, lo que no quieta que las diferencias sociales derivadas del sistema sigan vigentes todavía en Sudáfrica y otro país. Que el régimen de “apartheid” haya seguido vigente en otros rincones del mundo como es el caso notorio de Palestino, y lo está haciendo el sionismo en Israel que goza de beneplácito de la primera potencia mundial; los Estados Unidos. Hasta la campaña de los Derechos Civiles y las revueltas negras de la segunda mitad de los años sesenta, en EEUU funcionaron sistemas no muy diferentes al del “apartheid”. Lo podemos ver en el cine en películas tan impresionantes como “Mudbound”, estos días estrenada en Netflix
La literatura primero, el cine después, ha denunciado la esclavitud en muchas de sus obras –unas más grandes que otras- y siguen haciéndolo. Recientemente, el británico Steve McQueen, haciendo suyas también las palabras de Patricia Morrison, volvió a mencionar los terrores del averno. “Mi sufrimiento solo se podía comparar con las ardientes agonías del infierno”, dice Solomon Northup en12 años de esclavitud, una película que narraba la historia real de este hombre, un hombre libre de raza negra que vivía en el estado de Nueva York y que fue secuestrado y vendido como esclavo. Oscar a la Mejor Película y Mejor Guion, además de Mejor Actriz Secundaria, la película de McQueen era un relato de terror al que no pudieron dar la espalda ni académica, ni críticos ni público.
Un año antes, en 2012, Quentin Tarantino había rodado su personal ucronía sobre la esclavitud, Django desencadenado, un western en el que la víctima se vengaba del verdugo y que despertó la ira de los inflamados enemigos del cineasta (del que no soy defensor como autor). Le tacharon de irrespetuoso con la memoria de los esclavos y de abusar de la violencia, ¡como si los ‘castigos’ físicos ideados por los esclavistas norteamericanos no hubieran sido tan violentos! Mala leche a raudales y un malévolo sentido del humor ridiculizando a los siniestros villanos de la historia con capuchas del Ku Klus Klan cabrearon muchísimo a Spike Lee, que este mismo año, al recoger el Oscar al Mejor Guion Adaptado por ‘Infiltrado en el KKKlan’, quiso recordar “el genocidio del pueblo negro”. Lee posee una filmografía de alegatos testimoniales que está reclamando la necesaria revisión en unos tiempos en el que el racismo aparece inscritos en partidos políticos como VOX.
Millones de africanos vendidos como esclavos y que ya forman una parte esencial del cine de Hollywood con películas indispensables de la historia del cine. Indispensables y, tristemente, en algunos casos destacados altamente racistas. El nacimiento de una nación (1915), de D. W. Griffith, una obra maestra técnica y de narrativa cinematográfica, rezumaba odio segregacionista y ensalzaba un supuesto heroísmo de los encapuchados racistas. Nada que ver con el recorrido por los abyectos siglos de esclavitud que ha hecho Steven Spielberg en algunas de sus películas, como la muy controvertida Amistad (1997) y, especialmente, Lincoln (2012). En ésta, el concienzudo Daniel Day-Lewis interpretaba al histórico presidente en sus últimos cuatro meses de vida luchando contra poderosos intereses para aprobar la Decimotercera Enmienda y abolir de manera permanente la esclavitud. “El futuro de la dignidad humana está en nuestras manos”, se dice, pero la batalla se está fraguando cada vez que, por citar un ejemplo, un negro es asesinado por la policía, en esas cárceles USA hacinadas de herederos de los esclavos de antaño.
Un realizar del talento de Richard Fleischer realizó en 1975 Mandingo un clásico que va directo al estómago con un James Mason impresionante, y en la que recreaba la vida en las plantaciones de algodón. Otros cineastas clásicos Richard Thorpe en 1939 y Michael Curtiz lo hicieron a través del antiesclavista Mark Twain en 1960 con ‘Las aventuras de Huckleberry Fin’, Harry A. Pollard en 1927 con La cabaña del tío Tom y la lista sobre la esclavitud sigue con decenas de títulos más, todos ellos centrados en la dantesca historia de millones de africanos esclavizados en EE.UU. Pero los negros no han sido, a pesar de la necesaria insistencia del cine de Hollywood, los únicos esclavos de la historia. Stanley Kubrick firmó en 1960 la película más culta y admirable sobre la esclavitud de toda la historia, Espartaco “Tendremos un gran ejército. Una vez que estemos en marcha, liberaremos a cada esclavo en cada pueblo y aldea. ¿Alguien puede obtener un ejército más grande que ese?”. Espartaco hizo temblar Roma, y sobrevivió como símbolo de la contestación proletaria de manera que decenas de revistas militantes tomaron su nombre.
Stanley Kubrick firmó en 1960 la película más culta y admirable sobre la esclavitud de toda la historia, Espartaco. Kirk Douglas le daba épica y grandeza, el guionista Dalton Trumbo le otorgó profundidad intelectual, Kubrick, por supuesto, la convirtió en arte… Tony Curtis, Laurence Olivier, Peter Ustinov, Charles Laughton, Jean Simmons… la elevaron con sus interpretaciones. William Wyler, en 1959, transformó en un extraordinario e inolvidable espectáculo la historia de Judá Ben-Hur, hijo de nobles convertido en esclavo y enviado a galeras y al que dio vida un monumental Charlton Heston. “Os digo que el día en que Roma caiga, habrá un grito de libertad como nunca antes ha oído el mundo”, aunque ese grito no fue el del catolicismo que a través de San Pablo aceptó la esclavitud y guardó complicidad con los esclavistas. El británico Michael Apted desarrolló el tema de la esclavitud desde el punto de vista político en 2006 con Amazing Grace, Werner Herzog, en su última colaboración con Klaus Kinski, detalló cómo funcionaba el comercio de esclavos en Cobra verde (1987) con un potente Klaus Kinski; Federico Fellini subrayó la decadencia, la degeneración del ser humano en Satyricon (1969), donde dos estudiantes indecentemente frívolos se disputaban la propiedad del adolescente Gitone; Michael Curtiz, apoyado por la energía de Errol Flynn, arropaba de dignidad a los esclavos británicos del siglo XVII en El capitán Blood (1935) La lista muy considerable y merece ser recuperada.
Anotaciones qué y allá que han ido creciendo con el tiempo, y que actualmente forma parte de una suerte subgénero militante de altura. Se está produciendo una nueva hornada de cineastas negros, de hombres y mujeres que no se quedan a mitad de camino. Reflejan el crecimiento de una ira organizada desde la que se fragua una marea de rechazo de la Norteamérica supremacista blanca tan cabalmente representado por Trump´. Lo están haciendo en una batalla en la que la conciencia democrática antirracista está llamada a ganar terreno en un mundo en el que la esclavitud no deja de aumentar.

Pepe Gutiérrez-Álvarez

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