La caída de las reservas internacionales, que no se detuvo con el fracasado supercepo, derivó en este nuevo paquete a las apuradas y con una gran dosis de improvisación. Si en la primera quincena de septiembre el Banco Central perdió 1.000 millones de dólares, luego del endurecimiento de las restricciones al acceso de divisas se fugaron «solo» 600 millones. Esto, recordemos, tras la rotunda desmentida de la premisa oficial de que el canje de la deuda externa bajaría las tensiones cambiarias.
La baja temporaria de las retenciones tanto al poroto de soja (un 10%) como a sus derivados (15%) y los biocombustibles es un manotazo de ahogado con destino a otro fiasco.
Con esta diferenciación se apuesta a dividir el frente agrario beneficiando en mayor proporción a la agroindustria, a quien el gobierno ha otorgado rebajas superiores que a los productores de la Mesa de Enlace. Sin embargo, unos y otros responden por igual a las oportunidades del mercado, y posan sus ojos en una brecha cambiaria cercana al 100% que es una promesa segura de hacer jugosos negocios especulando a futuro. Esas expectativas superan los beneficios de la baja de retenciones. Según la Sociedad Rural, nadie modificará las ventas planificadas.
Las rebajas de las retenciones no alcanzan, por lo cual todos los caminos conducen a una devaluación en regla. El abandono del régimen de minidevaluaciones diarias es un anticipo de ello. La liberación del tipo de cambio oficial debuta el viernes 2 con una suba del 1%, un ritmo que si se sostiene sin sobresaltos completaría el mes con una depreciación del peso del orden del 20%. Estamos ante una aceleración devaluatoria, que intenta ser disimulada. Para garantizar que la propuesta sea redonda, el Tesoro emitirá bonos en pesos atados a la cotización del dólar. Y todo esto cuando pretenden aleccionar a los trabajadores, que cobraron el IFE o cuyas patronales reclamaron el ATP, acerca de que no tiene sentido ahorrar en moneda norteamericana.
El resto de las medidas también constituyen una improvisación. La baja de los derechos de exportación de carnes, del 9 al 5%, bajará la recaudación fiscal pero difícilmente incrementará la actividad de la industria frigorífica. La quita de las retenciones a las exportaciones de productos industriales llega luego de que estas se ubicaran este año un 30% debajo del promedio de los últimos 15 años. La suba de las tasas de interés contradice el relato de las medidas servirán para generar puestos de trabajo y sustituir importaciones. Todo, cuando la renegociación forzada de las deudas corporativas pone a varias empresas al borde del default.
El interés de los pases diarios (un instrumento del Central al cortísimo plazo de un día para los bancos) pasará del 19 al 24%, en aras de volver «más atractiva» la inversión en pesos. Esta bola de nieve crecería en teoría sobre la de las Leliq, pero entre las dos suman ya un pasivo de 2,6 billones de pesos (casi equivalente al 80% de las reservas internacionales). El Banco Central lleva pagados por estos instrumentos en el año 460.000 millones de pesos en intereses. Por este concepto, el gobierno que prometía sacarle a los bancos para darle a los jubilados gatilló solamente en septiembre casi todo lo que se ahorró con el robo de la movilidad (unos 75.000 millones de pesos).
En función de promover la construcción, además de las exenciones parciales en Bienes Personales y Ganancias, se formará un fideicomiso proteger la cobrabilidad de los bancos que otorguen créditos hipotecarios ante cualquier eventual nuevo desmadre. Las mineras, por su parte, pagarán un 50% menos de retenciones (caen del 12 al 8%) -un preanuncio de que se reforzará el lobby de los pulpos por quebrar la resistencia del pueblo mendocino y chubutense, como punta de lanza. Todo el plan oficial es un paquete de concesiones a los grandes capitalistas, mientras de discute un Presupuesto 2021 que lo único que no tiene de sarasa son los recortes a la salud, la educación y la asistencia social.
El hecho de que el gobierno de Alberto Fernández fije estímulos para que los pulpos sojeros liquiden la cosecha que tienen retenida confirma que el problema del país no es la «restricción externa», la falta de dólares -mucho menos la demanda de los pequeños ahorristas-, sino la ausencia de oferta de los mismos que vienen siendo retenidos empujando una devaluación.
El fracaso de la estrategia oficial y sus permanentes recules (no olvidarse de Vicentin) envalentonan a las patronales, que no se van a privar de seguir golpeando sobre un gobierno que está contra las cuerdas. Los trabajadores debemos prepararnos para el golpe devaluatorio que se viene, cuando se acelera la inflación -en septiembre rondó el 3%. La deriva de la política económica agudizará la ofensiva capitalista, porque la única certeza es que pretende pactar con el FMI un plan de ajuste para garantizar el repago de la deuda.
Iván Hirsch
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