El 15 de julio de este año la ONU, a través de la Alta Comisionada para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, instó al gobierno de Maduro a seguir sus recomendaciones sobre derechos humanos. El 25 de septiembre se publicó un frondoso informe (también firmado por Bachelet) que contiene denuncias sobre centenares de asesinatos, torturas y prisiones en Venezuela. Sobre la certeza de gran parte de dichas denuncias no caben dudas.
Pero no se nos puede escapar que la función de este informe está lejos de estar inspirado en la defensa de los derechos humanos.
Como si respondieran a una orquesta que lee al unísono la misma partitura Iván Duque, presidente de Colombia y Jair Bolsonaro el fascista brasileño, notorios violadores de derechos humanos, que recurren a bandas parapoliciales y paramilitares, además de la represión legal, para desaparecer, encarcelar y torturar opositores, perseguir a movimientos de mujeres, ambientales, LGBTI y al movimiento obrero, han apoyado resueltamente la denuncia de la violación de derechos humanos realizada por la ONU, en momentos en que el imperialismo norteamericano actúa con la mayor virulencia, no solo verbal, contra Venezuela, circunstancia que se constata con la presencia de la flota yanki merodeando las costas venezolanas y de tropas imperialistas en la frontera colombiana con Venezuela, en una clara amenaza de invasión. Esto no es más que un ingrediente de esa ofensiva, unida al bloqueo yanki de los activos venezolanos en su territorio y al bloqueo comercial que pronuncia el ahogo comercial y financiero venezolano. Sobre todo lo mencionado nada han dicho la ONU ni Bachelet. Pero, el mayor crimen contra los derechos humanos proviene del boicot económico y las agresiones de todo tipo que sufre directamente el pueblo pobre de Venezuela, llevado adelante, sin ningún tipo de escrúpulos, por el mayor violador de los derechos humanos: el presidente yanqui, Donald Trump.
Bachelet (y la ONU) forman parte de la campaña de agitación imperialista para justificar una intervención armada que defina en América Latina y el Caribe a favor del imperialismo norteamericano que terminaría apropiándose directamente de las riquezas gasíferas, petroleras y minerales, desplazando a la burguesía bolivariana y a la competencia ruso-china. La intervención armada directa del imperialismo, lejos de abrir paso a la conquista de libertades democráticas, pasaría a agravar el cuadro represivo bajo la bota yanki para imponer la privatización bajo su égida de esas riquezas y la profundización de los ataques a la clase obrera y el pueblo venezolanos. En este cuadro Cuba también está amenazada.
El gobierno venezolano
Dicho esto, no se puede pasar por alto que el gobierno presidido por Maduro ha desplegado un sistema de espionaje y persecución contra la clase obrera, en especial contra los activistas combativos. Ha recurrido para ello a la Contrainteligencia Militar. Sus integrantes se han dedicado a la cacería de trabajadores y sindicalistas ingresando a grandes empresas como Sidor por la fuerza o procedido a la detención de dirigentes sindicales combativos como Dolores Herrera y Gustavo Yañez del gremio petrolero. La Guardia Nacional también ha actuado con suma violencia contra los luchadores gremiales ingresando por la fuerza en los sindicatos, por ejemplo en el de los trabajadores siderúrgicos. Esto, en el marco de un salario miserable que hunde a los trabajadores en la miseria más extrema y cuyo salario constituye un 4,7% de la canasta de alimentos, y de una ofensiva contra las conquistas obreras.
Los ataques del régimen presidido por Maduro contra las libertades democráticas (derecho de huelga, de sindicalización, detenciones, asesinatos, etc.) ha encontrado respuestas por parte de la clase obrera venezolana, que se ha expresado en movilizaciones obreras por el salario por parte de los trabajadores de Sidor Ferrominera, docentes universitarios y PDV Marina, y movilizaciones obreras e indígenas, estudiantiles y de izquierda a favor de la libertad de los presos políticos. El gobierno de Maduro, cada vez más se ha ido colocando como un enemigo de la clase obrera en forma abierta. No solo socialmente, sino también contra todo intento de ejercer sus derechos y su soberanía independiente. Para Maduro –como en general para todos los regímenes nacionalistas burgueses- es estratégico bloquear todo intento de independencia obrera, tiene necesidad de una total regimentación de las organizaciones de masas. La reciente Conferencia Latinoamericana, protagonizada por 50 organizaciones de izquierda del continente se ha pronunciado claramente por la “libertad a los centenares de presos políticos; abajo la persecución a los luchadores y dirigentes sindicales en Venezuela, por la libertad inmediata de los luchadores obreros encarcelados”.
Giro capitulador del gobierno argentino
El embajador argentino en la OEA, Carlos Raimundi, se opuso al informe Bachelet y a la condena en contra de Venezuela basada en el mismo. Justamente, denunciando que “Venezuela ha sufrido un fuerte asedio de intervencionismo” por lo que “hay una apreciación sesgada de lo que son las violaciones a los derechos humanos en determinados países”.
Pero esto fue ‘enmendado’ en forma drástica por el canciller Felipe Solá y el presidente Alberto Fernández quienes desautorizaron a Raimundi y terminaron aprobando la condena a Venezuela.
El presidente y su canciller respondieron así a la presión directa que realizó el subsecretario Adjunto de Asuntos del Hemisferio Occidental del Departamento de Estado de los Estados Unidos, Kevin O´Reilly, quien calificó de “tristes” los comentarios de Raimundi.
La Cancillería “nacional y popular” se pliega a la presión imperialista contra Venezuela. No olvidemos el prontuario de Solá, quien, cuando fue gobernador bonaerense bajo el gobierno de Eduardo Duhalde, tuvo responsabilidad directa en la masacre de Puente Pueyrredón que costó la vida de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán, entre otros ataques a los derechos humanos.
La reciente Conferencia Latinoamericana convocada por el FIT-U expresó con claridad su oposición a la ofensiva imperialista contra Venezuela. El rol que nos cabe es actuar por la construcción de una dirección socialista y revolucionaria para las masas latinoamericanas. Esa es la salida para los trabajadores venezolanos.
Roberto Gellert
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