La polémica alrededor de las vacunas stockeadas, es decir, sin aplicar, vuelve a retomarse. Resulta que ya son varios los especialistas sanitarios allegados al gobierno que, luego de recorrer la pandemia de la mano de las políticas sanitarias oficialistas, están alertando sobre el ritmo de vacunación y la falta de claridad en la distribución de dosis.
En este caso, el infectólogo Eduardo López advirtió que “es una barbaridad tener tantas dosis guardadas en la heladera” y que “es un fracaso del sistema”. En Argentina, el 75% de la población no completó el esquema de vacunación y el 40% no recibió ninguna dosis, lo cual deja a millones de personas sin protección frente a la amenaza de la variante Delta, que ya está causando un importante aumento de casos incluso en países con la mayor parte de las personas inmunizadas.
La falta de claridad sobre qué sucede con las dosis en las heladeras es absoluta. Según el Monitor Publicó de Vacunación, Misiones no aplicó el 31,29% de las dosis que recibió; Salta el 26%; Chaco el 25%; Santa Cruz el 20%; y Chubut el 19%. No es la primera vez que sucede, sino que se ve desde que comenzaron a llegar dosis de manera regular, lo que deja en evidencia que el problema detrás de los bajos porcentajes de vacunación responde a la reticencia de los gobiernos a poner los recursos necesarios para disponer de más vacunatorios y personal capacitado, y distribuir de manera rápida y eficaz las dosis.
La lista sigue con porcentajes menores pero que de conjunto suman unas 8 millones de vacunas guardadas. El hecho de que el problema tenga alcance nacional pone de manifiesto que el ajuste es una política ejecutada por igual por los gobernadores y el gobierno nacional de Alberto Fernández.
Frente a esta cuestión, la ministra de Salud Carla Vizzotti se desligó de toda responsabilidad en relación al stock, adjudicando toda la carga a las provincias. En realidad lo que sale a la luz con la pandemia y la incapacidad incluso de acelerar la inmunización de la población son las desastrosas consecuencias de décadas de vaciamiento, basadas precisamente en el sostén de la descentralización llevada a cabo durante el menemismo, que provincializó los sistemas sanitarios sin transferir los recursos. La coincidencia en el ajuste que vemos hoy es simplemente la foto de una orientación que han perpetuado todos los gobiernos.
Variante Delta con circulación comunitaria
La temida cepa ya se encuentra en más de 142 países y representa el 90% de los nuevos casos reportados a nivel mundial. Los estudios arrojan que, al ser una variante de alta contagiosidad, tiene la potencialidad de convertirse en dominante en pocas semanas. Así, la mayoría de los países vieron que en dos semanas significaba el 5% de los casos nuevos, al mes se ubicó dentro del 50% y entre las seis a ocho semanas ocupaba el 90%.
No hay razón para pensar que en Argentina el virus vaya a responder de manera diferente, por lo resulta imperioso preparar al sistema de salud y avanzar lo máximo posible con la vacunación. La circulación comunitaria en Buenos Aires, admitida esta mañana por el ministro de Salud bonarense Nicolás Kreplak, advierte que llegará a CABA antes de lo previsto; un evento que rápidamente puede consolidar al AMBA como el epicentro de la Delta, como se vio durante la primera y la segunda ola. Otra provincia al borde de la circulación comunitaria es Córdoba, donde ya murieron dos personas no vacunadas.
Por su parte, Vizzotti insiste en que las medidas tomadas para contener la entrada de la nueva cepa fueron “exitosas”, pero con el diario de hoy es claro que tuvieron poca incidencia sobre el cuadro epidemiológico. En este escenario es razonable pensar que una tercera ola se puede desatar en poco tiempo. Por eso es irresponsable la ausencia de medidas sanitarias en medio del retorno masivo al trabajo presencial, e incluso siquiera de registro sobre los contagios de la nueva cepa. Un ejemplo es que desde hoy el transporte público en el AMBA deja de estar reservado para los esenciales -algo que ya sucedía de hecho-, sin que se anuncie inversión alguna para aumentar las unidades y la frecuencia, de manera de evitar el hacinamiento. La normalización se guía por los intereses de los empresarios.
Tampoco hay anuncios para el sistema de salud. Es urgente un aumento de presupuesto para sostener la atención primaria en los centros de salud e incrementar los recursos claves como respiradores y camas UTI, y aumentar el ritmo de vacunación garantizando el acceso a dosis para toda la población. Para quienes se pusieron al hombro el cuidado de la población, los trabajadores de la salud, aumento de salario y contratación de personal. También hay que impulsar en cada lugar de trabajo las asambleas para definir de qué manera se dará el trabajo, presencial o virtual donde lo permita, y los protocolos de bioseguridad bajo control obrero.
Más de fondo aun, la necesidad de centralizar el sistema sanitario bajo control de los trabajadores es evidente no solo para afrontar la tercera ola que se avecina, sino incluso como un paso en dirección a poner fin a la descentralización menemista y la reconstrucción de la salud pública, terminando con el esquema de vaciamiento de todos los que gobernaron en las últimas décadas.
Esta nueva etapa de la pandemia no puede estar bajo la órbita de quienes nos llevaron al desastre sanitario. Es tarea de los trabajadores de la salud y de la clase obrera luchar por arrancarle al Estado estos reclamos, y defender la salud y la vida de la población.
Lucía Cope
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