“El realismo es una corriente artística que se ha propuesto como finalidad reproducir la realidad lo más fielmente posible y que aspira al máximo de verosimilitud”
Roman Jakobson.
Se estrenó esta semana la película “La sesenta. Crónicas de una lucha obrera” en la plataforma Cine.ar, basada en el libro-registro “Sesentazo”, de Santiago Menconi, editado por Editorial Marat, en 2015. El colectivo de cine militante Silbando Bembas desarrolla con material audiovisual tomado en el período de los 42 días de lucha que llevaron adelante ese año los trabajadores de la línea 60, en Buenos Aires, además de material específico de cámaras internas y de momentos de lucha, en el que se interrelacionan factores como el aparato represivo y el aparato institucional del Estado argentino.
La línea narrativa de la película evidencia la importancia de la lucha colectiva, y, en imágenes, a la consigna “Si tocan a uno, nos tocan a todos”. Los trabajadores de la línea 60 se veían de cara a la muerte de un compañero en manos de la patronal: la falta de inversión y mantenimiento de las herramientas de trabajo dejaron sin vida a David Ramallo.
La respuesta por parte del grupo Dota, empresa concesionaria del servicio (que además de tener el monopolio de colectivos urbanos, está diversificada en otros negociados que alternan inclusive servicios médicos, concesionarias y el uso de los subsidios estatales para el propio desarrollo económico), fue el despido de un trabajador, y la decisión tomada por sus compañeros fue manifestarse golpeando a donde más le duele al capitalismo: no cobrar el servicio a los pasajeros. Esto derivó en un lock-out patronal, de un lado, y del otro a un acampe en el lugar, cortes de rutas, asambleas en forma permanente y diversas medidas de acompañamiento a la unidad de la lucha.
El relato toma fuerza a partir de la voz protagonista de Menconi, sobre las propias reflexiones de clase respecto de la vida del trabajador: la rutina y la reproducción histórica de la lucha de clases, la unidad de la clase obrera frente al avance feroz del capitalismo salvaje, para el que la vida de los trabajadores es una ficha más sobre el tablero de ganancias. La tensión determinante, a partir de un claro ejemplo de amedrentamiento patronal, desató la solidaridad de clase, y es este el eje disparador de la huelga de la 60.
De esta forma, se logra una perfecta articulación simétrica entre texto e imagen de la interacción entre actores de diferentes ramas, las diferentes instancias en las que el Estado aparece como garante de los derechos del mercado, sea para reprimir o para avanzar con la reforma previsional (diciembre 2017).
En diálogo con Prensa Obrera, Francisco, quien participó de la producción, señala que “la lucha de la reforma previsional de diciembre de 2017 tiene un rol importante en la película, un espacio importante, porque sintetiza un proceso de lucha que continúa hasta el día de hoy: el ajuste del FMI a través del gobierno nacional, tanto del actual como del anterior, a través de las reformas laborales, jubilatorias, marca un poco la agenda y de ahí la necesidad de que el movimiento obrero salga a lucha y a las calles contra el ajuste tanto de Alberto Fernández como de Mauricio Macri. Es lo que le da mucha vigencia al enfoque de la película, y más en un contexto de una crisis fenomenal como la que asistimos, económica profundizada por la pandemia y la crisis sanitaria y que hoy cantidad de sectores de trabajadores están en las calles luchando justamente para frenar ese ajuste, desde la lucha del Garrahan por salario, luchas contra despidos como Bimbo, EDESUR; la propia lucha del sector de transporte, con el 60 a la cabeza, por cuestiones sanitarias incluso por el cupo femenino”.
Asimismo, advierte que “la película en algún punto pretende ser una herramienta que permita desarrollar reflexiones, generar un debate y conclusiones de los distintos procesos de organización que se pueden extraer para que se actualicen en este contexto de una avanzada ajustadora, en la cual los trabajadores salen a la calle a pelear; no solo en Argentina sino en otras partes del mundo, como en América Latina con procesos de rebeliones y movilizaciones populares, que requieren balances como trabajadores de las experiencias de lucha”.
“Con los compañeros de la 60 se construyó, justamente a partir de 2015, una confianza y un relacionamiento producto de que nos acercamos y empezamos a hacer materiales al calor de la lucha que podían dar una mano, para la terrible pelea que estaban dando los compañeros”, relata Francisco. Y concluye que “poner la cámara junto a ellos es un punto de vista político que toma la cámara, se posiciona claramente desde el lugar de los trabajadores, codo a codo, se ve en escenas como en la represión, donde toma el punto de vista de los propios trabajadores”.
Julieta Rusconi
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