viernes, febrero 25, 2022

La opresión imperialista y el yugo de la deuda externa en Ucrania


La colonización económica del exespacio soviético es el trasfondo de la actual guerra en Ucrania, que ha sido una víctima especial de dicho proceso. En 2014, tras la caída del presidente Victor Yanukovich, afín a Moscú, se firmó un tratado de asociación con la Unión Europea que tenía como propósito avanzar en un área de libre comercio en el plazo de diez años. Este tratado ni siquiera equivalía a la integración real del país en el organismo, sino que apenas consagraba a Ucrania como un socio de segunda. A la vez, el gobierno ucraniano se comprometió a aplicar las famosas “reformas estructurales” (económicas, judiciales, financieras) reclamadas por la Unión. Uno de esos puntos consiste en la “desoligarquización” del país, o sea barrer -en beneficio del capital extranjero- con la fracción de capitalistas nativos surgida de la vieja burocracia. El actual presidente Volodomir Zelenski dictó una ley que va en esa senda. 
 El tratado de 2014 aceleró la desindustrialización del país. “Ucrania es un país cada vez más agrícola. Quienes consideran la industria como parte imprescindible de la soberanía nacional temen ahora que su patria se convierta en una colonia de las multinacionales”, informaba una enviada especial del diario madrileño El País (6/6/20). La capacidad de generación eléctrica del país se redujo a la mitad desde la caída de la Unión Soviética. Se autorizó también la liberalización de la compra de tierras, permitiéndose a partir de julio de 2021 la posesión de hasta 10 mil hectáreas, un nicho para el gran capital agrícola.
 El proceso de restauración en la ex Unión Soviética (aún inconcluso) ha sido verdaderamente devastador: el PBI ucraniano se desplomó un 40% en la década del ’90. Para el 2000, el PBI ruso había caído entre un 30 y un 50% con respecto a las vísperas de la disolución de la URSS (Business Insider, 14/6/19). En otros casos los números son aún más dramáticos: en Uzbekistán perdió un 80%. 

 La deuda 

A esto se suma el yugo de la deuda externa. En 2014, el FMI le otorgó a Ucrania un préstamo por 17 mil millones de dólares. A cambio de la ayuda, Kiev procedió al despido inmediato de 24 mil empleados públicos, aumentó impuestos al consumo (alcohol, cigarrillos) y se comprometió a una reforma energética (aumento de los precios) y la libre fluctuación de la grivna, la moneda nacional -o sea, su devaluación. De ese acuerdo, solo se desembolsaron 4.600 millones. Se rediscutió en 2015, añadiéndose préstamos más pequeños por parte de Estados Unidos, la Unión Europea y el Banco Mundial. En ese momento, el FMI saludó el ajuste fiscal realizado (hubo un déficit del 4,6% en 2014, frente al 5,8% previsto), la suba del gas y de los combustibles. Pero el organismo es insaciable: exigió al gobierno avanzar en un mayor control de las empresas públicas, en una reforma judicial, tributaria y jubilatoria. 
 Las políticas del Fondo terminaron por consagrar a Ucrania como el país más pobre de Europa. Y en junio de 2020,cuando la deuda aún rondaba el 60% del PBI, Kiev volvió a suscribir un acuerdo stand-by con el organismo, esta vez por 5 mil millones de dólares. Para destrabar el último envío, Ucrania debió presentar un memorándum con metas de déficit fiscal en el presupuesto 2022 (3,5% del PBI) y el compromiso de privatización parcial o total de los bancos PrivatBank y Oschadbank. En pocas palabras, la deuda y los acuerdos con el FMI son la avanzada de una colonización económica por parte del imperialismo. 

Prensa Obrera 

El presente artículo está basado en extractos de «La escalada imperialista en el este europeo» (27/1) y «Los acuerdos con el FMI en el mundo y sus consecuencias» (31/1).

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