domingo, febrero 13, 2022

Votando con las dos manos el camino hacia el abismo

El FMI, el Congreso y el rodrigazo. El rechazo de la secretaría de Estado yanqui a cualquier reducción de las sobretasas que pagan los países de “ingresos medios” –como Argentina- ya estaba descontada en el `entendimiento´ de Fernández-Guzmán con el FMI. Pero constituye, de todos modos, un claro señalamiento político: el imperialismo no tiene condiciones para actuar como rescatista de las naciones en default, cuando enfrenta, él mismo, el rescate de sus finanzas desquiciadas –esto, después del emisionismo desenfrenado para socorrer a los bancos y corporaciones bajo la pandemia. Para la administración Biden, por el contrario, es el momento de succionar los recursos de la "periferia" para salvar al dólar. Muy lejos de Washington, Ji Xing Ping no tuvo una respuesta demasiado diferente para el presidente argentino: las alabanzas al “comunismo” chino no le sirvieron siquiera para habilitar el uso de unos 3.000 millones en yuanes de las reservas nacionales, para el comercio argentino con aquel país.
 En otras palabras: el gobierno de Alberto Fernández deberá beberse la cicuta hasta el final, y aceptar las condiciones explosivas del acuerdo que el Fondo le ha presentado al gobierno argentino. A despecho de ello, la burguesía argentina y sus partidos se encaminan a refrendar, con las dos manos, un acuerdo que llevará al estallido de todas las contradicciones acumuladas por la bancarrota del país. 

 El recinto

 El propio Sergio Massa se animó, días atrás, a dar “seguridades” respecto de una amplia votación parlamentaria a favor del Congreso, y todos lo refrendaron. El bloque radical-macrista aseguró que levantará la mano, y lo hizo por boca de su ala dura, Patricia Bullrich. La clave la suministró Elisa Carrió, cuando invocó, en un twitt, el mandato “del campo, la industria y el comercio”. La gran burguesía clama por la firma del "acuerdo de facilidades extendidas" con la expectativa de abrir una puerta de salida a su propio financiamiento, que en muchos casos se traduce en una crisis de deudas tan o más grandes que las del propio Estado. Bullrich-Macri, en este cuadro, se han guardado las ganas de precipitar una crisis política terminal –o, mejor dicho, dejarán que sean otros los que actúan como los detonantes de ella. En el oficialismo, la tarea de “contención” parece concentrarse en el recinto de Diputados: por lo pronto, la treintena de votos camporistas o "izquierdistas" -como los de la CCC- no cruzarían la raya de una prudente abstención, es decir, dejar pasar el acuerdo sin hacer olas. Pero el nudo de la colaboración kirchnerista no está allí, sino en la cámara alta: “La Nación” informa que Cristina “no obstaculizaría la votación en el Senado” (13.2). El silencio kirchnerista abona esa posibilidad, que el gobierno viene cultivando por otro lado: con el recorte de los subsidios al transporte en la CABA, Guzmán le ha prometido a los gobernadores una versión atenuada del tarifazo. 
 Más allá de estas maniobras, el voto al acuerdo vendrá abonado por una gran operación de encubrimiento por parte de los dos bandos de la grieta: el gobierno le presentará al Congreso las metas difusas que ya se hicieron públicas en estos días, a saber, porcentajes de reducción del déficit fiscal o de la emisión monetaria, y un objetivo de acumulación de reservas. Naturalmente, se reservará para sí el “cómo”, es decir, las medidas brutales que estarán planteadas para alcanzar las metas del acuerdo. Para levantar la mano, diputados y senadores fingirán desconocerlas. En los últimos días, el oficialismo de toda laya acusó a Guzmán de "ocultarles información" sobre las modalidades del acuerdo. Este argumento –“no lo sabíamos”- va a ser la endeble coartada de oficialistas y opositores cuando estalle la conmoción social que encierra la "letra chica". 
 Por lo pronto, el FMI está exigiendo las llamadas "acciones previas", es decir, medidas inmediatas a llevar adelante incluso antes de que se firme el acuerdo. El gobierno respondió a esa exigencia con una suba de la tasa de interés y una aceleración en la trepada del dólar oficial, junto a los anuncios sobre la segmentación de tarifas. Pero estas medidas son nimiedades al lado de lo que está en juego. El Fondo dejado trascender que los dólares que reembolse del último pago de Argentina “no quiere que se usen para bajar la brecha cambiaria” (Infobae, 13.2). Ello significa que la “brecha” deberá acortarse por medio de una fuerte devaluación del dólar oficial, de un lado, y aflojando la presión sobre los dólares financieros del otro. De acuerdo a ese mismo medio, se está discutiendo una nueva operación “para que los fondos de inversión que quedaron atrapados por el cepo cambiario (Templeton, Pimco y otros) puedan salir” (id). La cirugía fondomonetarista, como se ve, exige rescates a medida, a costa, claro está, de una formidable desvalorización de salarios, jubilaciones y gastos sociales. En las "acciones previas", el Fondo ha colocado también al semifenecido control de precios, que terminará de volar por los aires cuando los aumentos de tarifas y combustibles se trasladen a los bienes de consumo esencial.
 La perspectiva es todavía más cruenta en materia de tarifas: la “segmentación” diseñada por un par de funcionarios de la Cámpora, con afectación a los barrios privados, ha pasado a mejor vida. La razón es sencilla: con un puñado de countries, no van a resolver una poda de subsidios cercana a los 8.000 millones de dólares. La nueva segmentación, todavía no revelada, amplía el universo a “los barrios de clase media”, el eufemismo con el cual se mencionan a los departamentos o casas habitadas, en su mayoría, por inquilinos trabajadores. En suma, la "letra chica", que oficialistas y macristas jugarán a “no ver”, contiene un rodrigazo en regla.

 Crisis política 

El acuerdo fondomonetarista, en estas condiciones, avanza a paso tan firme como la propia desintegración del gobierno y del régimen político. La gestión económica, política y hasta diplomática ha quedado en manos del dúo Guzmán-Fernández –nadie quiere hacerse cargo de los choques sociales que se vienen. La virtual desaparición del jefe de gabinete Manzur del escenario político es el fracaso de la tentativa de compensar, con los gobernadores pejotistas, al distanciamiento del camporismo. Así las cosas, la pretensión de que el voto parlamentario por el acuerdo inaugure una coalición de hecho o circunstancial para llegar hasta el 2023, es sólo una fantasía: después del “voto con las dos manos”, todas las fracciones políticas patronales buscarán apartarse de un gobierno en ruinas, al que le queda la meta inviable de aplicar un rodrigazo.
 La clase obrera será involucrada en esta crisis a partir de los golpes en ciernes contra el salario, las jubilaciones y el derecho al trabajo. La pandemia no es, ni por lejos, un episodio del pasado –muy tardíamente, se dio cuenta de ello la burocracia de Camioneros, que está piloteando la rebelión de sus trabajadores por los descuentos de los días no laborados por Covid. Pero la inquietud, como diría Charly García, “no es sólo camionera”. Se vive en los call centers, en los docentes obligados a reintegrarse sin protocolos, en la crisis social y habitacional de los barrios. Organicemos y preparemos una respuesta de conjunto al régimen de los usureros internacionales y sus gobiernos.

 Marcelo Ramal 
 13/02/2022

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