Otro antecedente son las invasiones inglesas de 1806 y 1807 donde la Buenos Aires colonial resiste la invasión de las tropas del imperio más poderoso del mundo. Ante la invasión el virrey escapa a Córdoba ganándose el repudio popular. En esta resistencia contamos con la formación de milicias de diversa composición desde españoles residentes hasta el “batallón de pardos y morenos” como evidencia de participación del bajo pueblo porteño.
Se ha instalado en el virreinato la sensación de que España no puede defender la región de amenazas externas y como contrapartida se ha consolidado la fuerza de las milicias, es decir la posibilidad de Buenos Aires de defenderse con sus propias fuerzas.
Son pocos los años hasta 1810 y el fortalecimiento del cuerpo de milicias es sin duda uno de los causales de los sucesos de mayo. Tulio Halperin Donghi (2007) señala que “no hay dudas que la amenaza de usar las fuerzas de las milicias fue el elemento decisivo” y agrega “los cuerpos milicianos son, más bien que un elemento autónomo en el conflicto, la expresión armada de cierto sector urbano que sin duda los excede”.
Se abre así una crisis institucional que no podrá solucionar el nombramiento de Liniers, que es un héroe de la resistencia, como virrey. Sumada a la crisis monárquica, estamos ante una “doble crisis” como define Ternavasio (2009) que pone en cuestión el orden colonial.
Ahora bien, todos estos sucesos se dan en un esquema económico insostenible que es el monopolio español del comercio, esa condición de solo poder comerciar con el imperio español. Según describe Lynch (1976) “España no podía proporcionar las mercancías, los barcos o los mercados requeridos por Buenos Aires, pero persistía en entrometerse entre el Río de la Plata y el mercado mundial”. La economía colonial estaba, además, agujereada por el contrabando.
Estos fenómenos se van a enlazar de una manera particular y van a desembocar en nuestra “revolución de mayo”, ahora bien, nos preguntamos, ¿fue realmente una revolución?
Muchos historiadores, como Eric Hobsbawm (2009), definen la época como “la era de la revolución”. Ese momento de la historia que se abre con la revolución francesa, la norteamericana, la haitiana, la andina con Tupac Amaru y Tupac Katari y muchas más que fueron derrotadas y no pasaron de manera tan célebre a la historia. Ninguna revolución fue igual a la otra aunque generalmente se tome a la francesa como modelo.
En el caso de nuestro mayo de 1810 empecemos por una definición social. ¿Qué sectores (o clases) estaban aglutinados bajo la demanda de autonomía? Es el cabildo abierto convocado el 22 de mayo el que va a iniciar el movimiento que deriva en lo que comúnmente se denomina “primer gobierno patrio”. ¿Quién componía ese cabildo? Es claro que el bajo pueblo no tenía lugar ni voz en estas deliberaciones. “Entre los presentes se encontraban funcionarios, magistrados, sacerdotes, oficiales del ejército y milicias y vecinos distinguidos de la ciudad”, enumera Ternavasio (2009). De hecho de un total de doscientos cincuenta y un participantes, sesenta y nueve votaron por la permanencia del virrey mientras la gran mayoría se inclinó por la destitución. Cuando hablamos de la elite de Buenos Aires estamos hablando del mismo sector que recibió muy bien a los invasores ingleses en el año 1806 y había negociado con Beresford mantener en sus cargos al funcionariado. Elite que tan solo días antes juraba por el rey de España, luego se daba vuelta y apoyaba a los británicos, luego volvía al redil de la corona española para después apoyar la destitución del virrey, es decir un fuerte pragmatismo que lejos está de la idea del patriotismo revolucionario y premeditado que dio un golpe de mano en mayo para liberar a la patria como enseña la historiografía oficial.
Lejos también se encuentra del papel dirigente de la burguesía francesa en la Gran Revolución donde esta acaudilló al pueblo pobre o la plebe en una gesta violenta de toma del poder e imposición de nuevo orden que implicó también nuevas relaciones de clase. O Haití y su feroz revolución, directamente de esclavos por su libertad que además resultó triunfante luego de sangrientos enfrentamientos con miles de muertos bajo la dirección de quienes serían llamados jacobinos negros por Cyril Lionel James (2001). Muchos hombres de mayo veían con preocupación esa perspectiva siendo ellos mismos propietarios de esclavos. Un trabajo para el Conicet de Juan Francisco Martínez Peria (2016) afirma “la revolución generó pánico entre las élites criollas y peninsulares y esperanzas entre grupos de esclavos y pardos.
Inicialmente los sectores criollos revolucionarios buscaron evitar todo contacto con la isla y eludir el modelo insurgente haitiano por considerar que produciría en la Tierra Firme una guerra de razas y una hecatombe similar a la que, en su opinión, allí había acontecido”. Si bien la revolución de mayo dictaminó el fin del sistema de castas y una aparente “igualdad jurídica” que no era tal en la práctica, esto no implicó que cesara el racismo existente ni el esclavismo, un impensable de la revolución de mayo, de hecho habrá que esperar al gobierno de Juan Manuel de Rosas para ver este derecho hacerse realidad. Hay que decir que incluso en Francia la cuestión de los esclavos se resuelve unos pocos años después de tomado el poder y también por influencia de la revolución haitiana.
Esto en lo referido a los sectores más bajos de la pirámide social pero tampoco el resto del bajo pueblo tendrá grandes cambios en sus condiciones de vida con la revolución de mayo. De hecho es en los años posteriores donde el movimiento apunta contra los beneficios sociales de los españoles que perjudicaban a los nativos. Pero la élite rica se mantendrá intactos sus privilegios.
El proceso solo se da en el plano político manteniendo lo fundamental de la estructura social. Esto no significa que el bajo pueblo no apoyase el movimiento, al contrario lo veía con mucha simpatía y la composición popular de las milicias reforzaba este sentimiento.
Incluso en el plano político vemos la limitación primera de enmarcarse aún en la obediencia al rey y en los marcos de la legalidad española aludiendo al principio de la retroversión de la soberanía, es decir gobernar hasta tanto vuelva el rey a sus funciones. No vemos aquí una calculada táctica como sostienen algunos historiadores sino más bien una expectativa real que se caerá a pedazos cuando vuelva al poder Fernando y las tropas españolas busquen arrasar a sangre y fuego estas tierras.
Sin embargo hay que reconocer a un sector que desde el principio apostó por la independencia de país, no solo por esa autonomía de gobierno amistosa con el rey. Esta ala más radical que había estado encabezada por Mariano Moreno pero que luego de su dudosa muerte y enrolados en el “club morenista” perderían poder limitando aún más la radicalidad de la revolución. El escritor Andrés Rivera (1993) desde una alta literatura pondrá en boca de Castelli una frase memorable que representa el derrotero del ala radical "Somos oradores sin fieles, ideólogos sin discípulos, predicadores en el desierto. No hay nada detrás de nosotros; nada, debajo de nosotros, que nos sostenga. Revolucionarios sin revolución: eso somos. Para decirlo todo: muertos con permiso. Aun así, elijamos las palabras que el desierto recibirá: no hay revolución sin revolucionarios".
Pese a lo que algunos afirman romantizando la “revolución de mayo” amalgamándola a la francesa, podemos decir que no fue una revolución de la burguesía liberal contra el feudalismo. Milcíades Peña, historiador marxista, define que la forma que revestía la relación entre las colonias y España tenía, en lo jurídico, un acentuado color feudal, pero “bajo esa forma jurídica, el contenido económico-social de las colonias gira en torno a la producción para el mercado y la obtención de ganancias – lo cual da a ese contenido un decisivo carácter capitalista -, pese a todos los matices feudales que lo envuelven”.
La grandilocuente celebración de la fecha la ha transformado en un mito fundacional de la patria, un pasado revolucionario de nuestra clase dirigente, ilusión que se han dedicado a inculcarnos con prolija sistematicidad. Por el contrario adoptaremos la definición de los sucesos de mayo no como una revolución en sí misma sino como la apertura de un proceso revolucionario independentista que tendrá elementos de radicalización como en la Banda Oriental sobre el que luego se montará Gervasio Artigas, como el caso de los gauchos de Güemes que atemorizaron a la poderosa elite salteña y otros ejemplos que surgen a lo largo del territorio que luego será la Argentina pero sobre el que logrará montarse la clase dominante local consolidando el estado-nación avanzada la segunda mitad del siglo XIX.
La clase dominante ha pintado así la histórica construcción de sus privilegios como el progreso nacional. El cuestionamiento de estos privilegios está atado al cuestionamiento de sus verdades.
Joaquín Bourdieu
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