Al menos 78 migrantes murieron como resultado del naufragio de un buque pesquero cerca de las costas griegas. Un centenar de personas fueron rescatadas, pero otros cientos permanecen desaparecidas, por lo que la cifra de víctimas fatales podría elevarse dramáticamente, hasta 600 según algunas estimaciones. Se confirmaría, así, una de las peores catástrofes de la historia en el Mediterráneo.
El barco había partido desde Libia y, como tantos otros, seguía una ruta especialmente peligrosa para tratar de burlar los controles que han ido instituyendo los Estados europeos. Las políticas expulsivas de la Unión Europea transformaron al Mediterráneo en un cementerio.
Junto a Italia y España, Grecia es uno de los países llamados receptores primarios, es decir, aquellos a los que llegan inicialmente los migrantes que tienen la intención de afincarse en algún lugar del viejo continente. Esto los convierte en los más afectados por las oleadas de refugiados. Desde hace tiempo, reclaman al resto de la Unión Europea que no se desentienda y los ayude a enfrentar la situación.
La cuestión ha sido fuente de grandes disputas al interior de la UE que, en estos días, acordó un mecanismo de reparto entre los Estados miembros de 30 mil personas al año, o en su defecto, un aporte económico a cargo de cada socio (El País, 11.6). Pero no solo se trata de números limitados, sino también de políticas que ya fracasaron en el pasado, bajo la gestión de Jean-Claude Juncker al frente de la Comisión Europea.
Al mismo tiempo, la UE dispuso un endurecimiento de los requisitos de entrada de quienes buscan asilo, y la construcción de nuevos centros de detención -al estilo de los que ya existen en las islas griegas- que las organizaciones de rescate denuncian como prisiones. En forma simultánea, Joe Biden hace lo propio en Estados Unidos. El imperialismo, que con sus guerras y sus políticas de saqueo económico es el principal responsable de la devastación de pueblos enteros, aplica un veto sobre las masas que huyen de esos lugares.
La unión de la clase trabajadora nativa con los migrantes, en una lucha común contra los gobiernos capitalistas, es el camino a recorrer para terminar con esta infamia.
Gustavo Montenegro
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