Un operativo policial de dos mil efectivos fue convocado para restaurar el orden en múltiples barrios parisinos. En Nanterre, donde vivía el joven asesinado, se convocaron durante dos noches los vecinos para protestar enérgicamente contra el despotismo policial. Gérald Darmanian, ministro del Interior, ha hecho declaraciones provocativas contra los manifestantes acusándolos de ejercer violencia contra edificios públicos. Darmanian ha tenido durante estos años una política contraria a la inmigración y busca hacer pasar un proyecto sumamente represivo que pretende deportar a millones de inmigrantes y refugiados. Nahel era de origen argelino, la policía actuó bajo los pretextos racistas de su líder político.
Macron y Borne han intentado despegarse de sus propias fuerzas policiales, acusando que es imperdonable lo que ha sucedido y que debe ser esclarecido lo más pronto posible. Han convocado a respetar la movilización que ha hecho pública la madre de Nahel y llamado al país a “mostrar respeto”. El llamado a la paz ha sido el preludio para un operativo represivo por parte del gobierno. Los manifestantes han respondido sin temor a estas provocaciones, mostrando una gran predisposición, fundamentalmente de los jóvenes, a un enfrentamiento abierto.
La enorme reacción popular ha sacudido al gobierno que busca levantar cabeza tras la aprobación de la reforma de pensiones que ha sido rechazada por el conjunto de los trabajadores de Francia. Las brutales represiones sufridas en la lucha contra la reforma de pensiones han tenido continuidad en las presentes movilizaciones: ya se encuentran detenidos más de 150 manifestantes (con mayoría en Nanterre) y se han contabilizado varios heridos. La policía ha efectuado disparos con gases lacrimógenos, equipo de motociclistas e infantería. Justamente, los dos oficiales de motocicleta han sido los responsables del asesinato, lo cual ha encendido aún más la ira popular. Varias comisarías y patrulleros han recibido ataques por parte de los manifestantes e, incluso, una prisión parisina.
El levantamiento popular en Nanterre y su rápido contagio a todos los puntos cardinales del país demuestra que en Francia la chispa de la rebelión popular sigue encendida. En Francia hay un régimen político basado en la represión a la población migrante y a sus descendientes. Tiene, por lo tanto, un abierto carácter de clase. Permea en toda la sociedad francesa. Las centrales sindicales deberían llamarse a un paro general.
Joaquín Antúnez
29/06/2023
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