jueves, junio 08, 2023

El atentado contra la represa Kakhovka y la internacionalización de la guerra a Rusia


El sabotaje del embalse de Kakhovka, en la provincia de Kherson, ha llevado la guerra en Ucrania a un nuevo estadio. El dique ha sido objeto de ataques reiterados durante la guerra, pero la destrucción de un sector de la parte superior implica la intensión de provocar un desastre ecológico y económico –el mayor ocasionado a una infraestructura civil en todo el conflicto- sin precedentes en toda Europa en más de medio siglo. 
 El sabotaje a la represa ha afectado a la planta hidroeléctrica adyacente y por lo tanto al servicio que presta en la región. El desborde de las aguas ha anegado extensas tierras de cultivo, de un lado y del otro del río Dnipro, que divide el este y oeste del sur de Ucrania. La consecuencia será también una irrupción de enfermades de diversa escala. El nivel estimado de los perjuicios es aún provisorio, porque se desconoce el alcance de la destrucción en toda la estructura de la represa. La provisión de agua potable, más allá de la de riego, ha quedado comprometida, lo cual afecta a la península de Crimea y al enfriamiento de los reactores de la central nuclear cercana de Zaporiyia. Se ha producido también un vasto derrame de lubricantes de petróleo, que afectará a la vegetación y al ganado y los animales. La cuenca hídrica de la región desemboca en los mares Azov y Negro. El significado político de este sabotaje y del desastre ambiental que ha provocado, es que se han cruzado las líneas de contención que se habían asignado a la guerra, o sea que no debía convertirse en una guerra total.
 La responsabilidad del atentado es objeto de controversias. De un lado se sostiene que reduce la capacidad de la “contraofensiva” planeada por la OTAN para recuperar los territorios bajo control del ejército ruso. Pero para el Financial Times, un firme partidario de la guerra contra Putin, la posición de Rusia sale perjudicada en el largo plazo. La zona más afectada por las inundaciones es la que se encuentra del lado de la ocupación rusa. El desborde de las aguas, por otra parte, desactiva el circuito de minas instalado por los ocupantes para evitar que la tropas ucraninas crucen el Dnipro. Las inundaciones obligan a Rusia a alejar sus tropas de la costa del Dnipro, el escenario casi seguro de la “contraofensiva” que ha anunciado Zelensky. El ejército ruso había abandonado la capital de la provincia de Kherson y replegado al lado izquierdo del Dnipro, por la certeza, dice el Financial Times, de que el embalse de Kakhova sería objeto de un atentado. 
 Aunque Putin es un experto en atentados contra la vida de sus opositores, la metodología, en esta guerra, ha sido un monopolio de la OTAN. El día previo a la destrucción parcial de la represa, el New York Times reveló que Estados Unidos conocía, con varios meses de anticipación, la preparación del atentado contra el gasoducto NordStream 2, por parte de saboteadores ucranianos y de la OTAN, que todo el tiempo había adjudicado a Putin. Una investigación del veterano periodista norteamericano Seymour Hersh atribuye este atentado directamente a Estados Unidos y Dinamarca. El mismo método habia sido aplicado a la destrucción de un buque insignia de Rusia anclado en el mar Azov y al intento de quebrar el puente carretero y ferroviario sobre el estrecho de Kerch, el más largo de Europa, que une a Rusia con Crimea. Cuando en la reunión del Consejo de Seguridad de la ONU, los embajadores de la OTAN no pudieron demostrar la responsabilidad de Rusia en el atentado a la represa de Kakhova, retrucaron que era responsable por haber invadido Ucrania –una cortina de humo típica. De acuerdo al sitio Asian Times, las inundaciones amenazan los esfuerzos defensivos de Rusia y facilita el propósito de la OTAN de que el ejército de Ucrania corte la línea defensiva del ejército de Putin y aisle territorialmente la península de Crimea, donde se encuentra la base naval rusa de Sebastopol. 
 Sea como haya sido, la palabra última acerca del atentado la tendrá una investigación realmente independiente. Putin ha advertido, en reiteradas ocasiones, que Rusia recurriría a métodos “extremos” en caso de tener que hacer frente a una “amenaza existencial”. El jefe del Grupo Wagner, Y. Prigozhin, ha hecho reiteradas referencias en este sentido, describiendo una crisis de poder en la cúpula del Kremlin. Es cierto, de cualquier modo, que la invasión rusa ha fracasado, porque la ocupación de la región del Donbás no le ofrece ninguna de las seguridades que Putin dice pretender –Rusia se encuentra hoy en una posición más vulnerable que antes de la invasión. La ocupación carece de objetivo estratégico. Habiendo proclamado el propósito de desnazificar y desmilitarizar a Ucrania, los agrupamientos nazis o protonazis tienen hoy más poder político y la OTAN ha instalado un ejército subordinado en la frontera con Rusia. Putin ha organizado una línea defensiva de 1000 kilómetros de largo, contra el contrataque que espera de la OTAN, como la que Francia plantó contra Alemania (Línea Maginot), arrasada por los tanques de Hitler. Este repliegue contradice cualquier iniciativa estratégica, sea política o militar. Putin se rehúsa a una movilización general de Rusia debido a su certeza de que provocaría, a medio término, un sublevación popular. Este escenario es la confirmación más clara de que no libra, como pretende, una guerra nacional, sino una guerra reaccionaria de opresión.
 Lo fundamental, de todos modos, es que el sabotaje a la mayor represa de Europa tiene lugar en el marco de una ofensiva militar y política de la OTAN que se extiende al territorio ruso. La “contraofensiva” es sólo un aspecto de esta acción. Un artículo del NYT, reproducido en La Nación, señala, sin matices, que la OTAN desarrolla una escalada que tiene por objeto medir la capacidad de reacción de Putin y del régimen en su conjunto, para escalar aún más por medio de esta prueba de acierto y error. Los ataques con drones a Moscú y los repetidos asaltos a las ciudades fronterizas con Ucrania, están llevando la guerra adonde Biden había prometido no sobrepasar. La guerra “proxy” de la OTAN (a través del ejército de Ucrania) es cada vez menos “proxy”, y demuestra que se asiste a una guerra mundial por etapas. 
 La “contraofensiva” ha sido preparada en los cuarteles de la OTAN y está sujeta a su supervisión. Está encuadrada en un diseño mayor: la OTAN se encuentra realizando “un ensayo general” de invasión a Rusia, para el caso de que la crisis política en Rusia desate un choque entre facciones adversas y un cuadro de ingobernabilidad. Francia, por ejemplo, ha instalado una brigada de paracaídistas en Estonia, un caso típico para una ‘intervención rápida’. Alemania ha lanzado ejercicios de aviación en el Báltico con la presencia de 10 mil soldados de una decena de naciones. La envergadura de los ejercicios no tiene antecedentes –participarán 250 aviones de guerra. Se trata de “un ensayo incremental”, caracteriza el Financial Times. La cobertura de una operación de defensa contra una improbable invasión de Rusia, sirve al propósito contrario, como lo prueban las acciones militares contra el Kremlin.
 El vacío político dejado por la disolución de la Unión Soviética y la restauración de un capitalismo sin raíces históricas, por parte de burócratas y oligarcas usurpadores y advenedizos, nunca habría de ser un proceso pacífico o democrático. Lo demostró el desmembramiento violento de Yugoslavia, y las guerras ulteriores en Chechenia, Dagestán, Georgia y ahora Ucrania. El gigantesco empeño de la OTAN en la guerra actual está determinado por un enorme diseño estratégico, como es el reparto del Asia Central. Aunque la restauración del capitalismo en China no fue acompañada por la disolución del Estado nacional -que sí había dejado como interrogante la Revolución Cultural de Mao, a principios de la década del 70 del siglo pasado- el ascenso del capitalismo en China ha sido siempre un fenómeno internacional, o sea un entrelazamiento con el capital mundial. La China capitalista no tiene porvenir fuera de ese entrelazamiento. Por eso la crisis actual plantea vigorosamente la perspectiva de la guerra, que se vincula, en el momento actual, con la guerra de la OTAN contra Rusia. 
 Al fin de cuentas, la derrota de las Revoluciones en Rusia y en China no abren, en la época de decadencia del capitalismo y del imperialismo, un nuevo período de desarrollo capitalista ‘pacífico’, sino uno de guerras infinitamente más destructivas que las del pasado.

Jorge Altamira
08/06/2023

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