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miércoles, febrero 03, 2016
La relación de fuerzas en el PC, en Chile y en el marxismo
El concepto de “relación de fuerzas” es de uso común en el marxismo. El PC también lo utiliza, pero no en forma marxista, sino para justificar su estrategia de colaboración de clases, contribuyendo al desarme de la clase trabajadora.
La “relación de fuerzas” del PC: justificando la adaptación
En un reciente artículo, Rebeca Gaete miembro del Comité Central de las Juventudes Comunistas se plantea “la tarea de la izquierda ante la derecha y sus cómplices”.
Parte por un diagnóstico: “la relación de fuerzas es adversa”. Describe: “Este es el contexto que enfrenta la izquierda chilena posdictadura: un país sumido en la apatía y en la desinformación, donde el poder económico mantiene sus privilegios de dominación sustentado en la institucionalidad que la dictadura dejó como legado, obstaculizando deliberadamente el surgimiento de la izquierda –a partir de mecanismos como el sistema binominal, la educación particular subvencionada, la precariedad sindical, el monopolio de los medios de comunicación masiva, entre otros-, y propiciando una idiosincrasia que posterga lo colectivo, la solidaridad, la conciencia de clase y la participación”.
Resulta desesperanzador. Pero no pierde el optimismo. Señala algunas claves para enfrentar esta relación de fuerzas adversa. El espacio propio de la organización social. El surgimiento de movimientos sociales con demandas específicas que hay que politizar para que no se los gane la derecha, como “el movimiento medioambiental, de la diversidad sexual, ciclistas furiosos, de autocultivo de la cannabis, entre otros”. Diferenciar entre izquierda y derecha, contra esas izquierdas del “todo o nada” que no lo hace y resultan así “tachuelas en un camino que ya va cuesta arriba”. Y en su lugar, “la necesidad de generar convergencias con el centro político”, y de todas las fuerzas políticas que se pongan a disposición de hacer retroceder a la derecha, estructural y electoralmente”.
Más que un análisis marxista, su caracterización de la relación de fuerzas, que otras corrientes con responsabilidades dirigentes usan en igual sentido, parece un justificativo para sus adaptaciones al régimen. Y terminan en echarle la culpa a las masas de la situación, por “apatía”, como en este caso, u otras razones similares. Una característica propia del reformismo.
Aunque para una situación revolucionaria, la de España en la década de 1930, Trotsky critica planteos como estos, por ejemplo: “La falsificación histórica consiste en hacer recaer la responsabilidad de la derrota española sobre las masas obreras y no sobre los partidos que han paralizado, o pura y simplemente aplastado, el movimiento revolucionario de las masas… Esta filosofía de la impotencia, que intenta que las derrotas sean aceptables como los necesarios eslabones de la cadena en los desarrollos cósmicos, es incapaz de plantearse, y se niega a plantearse, la cuestión del papel desempeñado por factores tan concretos como son los programas, los partidos, las personalidades que fueron los responsables de la derrota. Esta filosofía del fatalismo y de la postración es diametralmente opuesta al marxismo, teoría de la acción revolucionaria. La guerra civil es un proceso en el que las tareas políticas se cumplen con medios militares. Si el resultado de una guerra semejante, viniese determinado por el "estado de las fuerzas de clase", la propia guerra sería innecesaria. La guerra tiene su propia organización, sus propios métodos, su propia dirección, que determinan directamente su resultado. Naturalmente el "estado de las fuerzas de clase" sirve de fundamento a todos los demás factores políticos, pero, de la misma forma que los cimientos de un inmueble no disminuyen la importancia que puedan tener los muros, las ventanas, las puertas, los tejados, el "estado de las fuerzas de clase" no disminuye en nada la importancia de los partidos, de su estrategia y de su dirección. Disolviendo lo concreto en lo abstracto, nuestros sabios en realidad se han parado a medio camino”. (León Trotsky, Clase, partido y dirección).
La relación de fuerzas en Chile: puesta en cuestión
Hasta el 2006, pesó la triple derrota histórica del golpe, las protestas, y la salida pactada a la dictadura. La relación de fuerzas era favorable completamente a la burguesía y sus representantes de la derecha y la Concertación. Se condensaba en frases que se popularizaron y en imágenes del país: “los ingleses de Latinoamérica”, “el jaguar latinoamericano”, el “no estoy ni ahí”, el “cuídate” en cada despedida. La lucha de clases era esporádica y dentro del orden existente. Las “instituciones funcionan”.
El 2006 hubo un primer estallido de las contradicciones que se acumulaban, con la llamada “revolución pingüina” en el movimiento estudiantil, con centro en los secundarios, y en el movimiento de los trabajadores con las movilizaciones en especial de los trabajadores subcontratistas de Codelco en la minería, de la industria del salmón y la forestal. Los trabajadores tuvieron en esa ocasión, un mártir, Rodrigo Cisternas. Poco antes, fines de los ’90- inicio de los 2000, en el pueblo mapuche, se culminaba un proceso ascendente de organización y lucha, se formaba la CAM y vimos lo que un autor llamó “el tiempo de los weichafe” (guerreros).
Tras un reflujo, irrumpió el 2011, con centro en el movimiento estudiantil, todo se vio sacudido desde entonces. Movilizaciones de masas, algunas de hasta un millón de personas. Aglutinó a su alrededor a millones, en forma pasiva, apoyando, reflejadas en las encuestas, y en forma activa movilizándose. Tomas, paros. Multiplicidad de formas de lucha, desde pacíficas, mediáticas y performativas, hasta combativos enfrentamientos callejeros. Cuestionamientos a las dirigencias y partidos tradicionales y surgimiento de nuevos fenómenos políticos. Jornadas como el 4 de agosto, con paro y movilización en solidaridad de la CUT incluida, que se transformó en una verdadera batalla en Santiago. Con estas movilizaciones, emergieron las revueltas locales de Aysen y Magallanes. Las movilizaciones masivas de la diversidad sexual y medioambientalistas.
El movimiento estudiantil actuó como caja de resonancia del conjunto de las contradicciones sociales. Con él, se movilizaron las capas medias y los trabajadores. Pueblos de regiones castigados. Nuevos movimientos sociales.
La lucha de clases, bajo estas formas, irrumpió poniendo en movimiento capas profundas de la sociedad. Su mayor límite es que la clase trabajadora no entró como tal poniendo en movimiento todas sus fuerzas, aunque sí acompañaba con simpatía. El ánimo cambió, el “hay que hacer como los estudiantes” era un comentario habitual.
Con el cuestionamiento al mercado de la educación, a la educación como “bien de consumo” de Piñera que fue defenestrado por su frase, se apuntó más alto. Sin proponérselo. Se apuntó a las herencias de la dictadura. Al “Estado subsidiario”. Al negocio de las AFP. Al negocio de la Salud.
Un empresario en esos días se lamentaba en un buen resumen: “todo está en cuestión”. Y así fue.
La disposición a la lucha, el poner todo en cuestión, quedó como sello puesto por la lucha de clases, en su primer gran embate. La Nueva Mayoría surgió para usurpar esas demandas e impedir se desarrollen y se conquisten con los métodos de la lucha de clases.
No se triunfó. La política de las dirigencias de entonces, con las JJCC a la cabeza, lo desviaron al Parlamento, desmovilizando. Sin triunfo, se abrió un período de flujos y reflujos, que permanece abierto. La Nueva Mayoría se proponía cerrar ese período, no lo está logrando. Como reflejo distorsionado, está el crujido de las instituciones del régimen. La agravada crisis de legitimidad con los casos de corrupción, no son un efecto de las redes sociales y los medios de comunicación, sino de la nueva situación que se abrió desde el 2011. También, como efecto distorsionado, quedó un ánimo en sectores del movimiento de masas, en particular en el movimiento estudiantil, de “ilusiones posibilistas”: mantienen sus demandas, esperan, aunque débilmente, que con medidas de presión podrán forzar a los partidos del régimen, a la Nueva Mayoría, a cumplirlas. Y mantienen la disposición a la lucha: por solo nombrar los más reciente, el 2015, aunque hay un esfuerzo por ocultarlo, en la primera mitad del año, se abrió una nueva fase de movilizaciones.
Hubo una enorme fuerza desplegada en movilizaciones, tomas y paros. Las movilizaciones nacionales se sucedieron: el 16 de abril, 14 y 28 de mayo de los estudiantes con 150.000 cada una (contando solo Santiago). El 3 de junio del Colegio de Profesores de 70.000. El 10 de junio de los estudiantes con 200.000. El 17 de junio de los profesores, convocó a más de 100.000 en las calles de Santiago, junto a movilizaciones en Regiones. El 18 de junio, la jornada de paro con movilización convocada por distintos sindicatos como la Unión Portuaria, SITECO, Sintec, trabajadores Forestales, No + AFP, Confech y Ukamau, ante la reforma laboral, en la que se levantaron barricadas en 10 puntos de Santiago, se paralizaron distintos puertos como los del BioBio, y se concluyó el día con marchas llamadas por el movimiento NO+AFP en distintas ciudades del país. El 25 de junio, de los estudiantes con casi 120.000 en las calles solo de Santiago. El 3 de julio, nueva marcha convocada por el Colegio de Profesores con 100.000 en Santiago. Movilizaciones nacionales sostenidas en decenas paros, tomas, cortes de calles, acciones culturales, foros de discusiones. La convergencia en las calles entre trabajadores, con los profesores, y estudiantes. Entre los trabajadores, paros largos y combativos de los subcontratistas de Codelco, que incluyó otro mártir obrero, Nelson Quichillao, de los profesores, del Registro Civil, de la salud, más de 70 empresas fueron tomadas o bloqueado el acceso al lugar de trabajo. Hay tendencias a la polarización, expresándose por derecha en la marcha de los dueños de camiones a La Moneda en agosto del mismo año.
Hablar de “apatía” es ser ciego, peor aún, es silenciar los procesos de lucha de clases que desde el 2011, con sus antecedentes el 2006, llegaron para quedarse. Algo nuevo en la política de Chile. Los revolucionarios, en cambio, como decía Trotsky, “deben hacer conocer por todos los medios las luchas de los trabajadores y los movimientos revolucionarios”. Además, volviendo a la discusión de la relación de fuerzas, “la idea que se hace el partido o la clase de la correlación de fuerzas en el país es un elemento importante de su propia fuerza. En toda guerra, el enemigo intenta imponer una imagen exagerada de sus fuerzas. Este era uno de los secretos de la estrategia de Napoleón” (Trotsky, Alemania, la clave de la situación).
Ninguno triunfó. Ni el 2011, ni los posteriores. Esto obstaculiza un cambio general en la relación de fuerzas, a favor de los trabajadores y el pueblo.
Pero la relación de fuerzas está en cuestión. La dinámica es otra. ¿Se puede cambiar la relación de fuerzas? Hay que conquistar victorias.
Un contrapunto marxista
Lamentarse de “la relación de fuerzas desfavorable”, oculta los reales procesos de la lucha de clases, de las relaciones entre las clases y fracciones de clase, del rol de los partidos y programas.
El desvío parlamentario del 2011, se repitió en escala ampliada con la llegada al Gobierno de la Nueva Mayoría. La tensa discusión de la reforma laboral, fue enfrentada por la dirigencia de la CUT con Bárbara Figueroa a la cabeza, con una estrategia de lobby parlamentario. No convocó a ninguna deliberación entre las bases de trabajadores, ni a ninguna movilización seria. En las que hubo, como el 18 de junio, no participaron. La fuerza estudiantil puesta en movimiento la primera mitad del año, fue desmovilizada. Hablar de la relación de fuerzas en general, sin el rol de los partidos y sus políticas, es disolver “lo concreto en lo abstracto”.
La relación de fuerzas no es algo estático. Para cambiarla a favor, se necesitan victorias. Para vencer, se necesita una política acorde. Como decía Trotsky, de nuevo en una situación revolucionaria, pero es útil como lógica: “La victoria no es el fruto maduro de la "madurez" del proletariado. La victoria es una tarea estratégica. Es necesario utilizar las condiciones favorables de una crisis revolucionaria a fin de movilizar a las masas; tomando como punto de partida el nivel determinado de su "madurez", es necesario empujarle a ir hacia adelante, enseñarle a darse cuenta que el enemigo no es omnipotente, que está desgarrado por sus contradicciones, que reina el pánico detrás de su imponente fachada”.
La victoria es una tarea estratégica.
Para los marxistas, determinar la relación de fuerzas entre las clases es una de las tareas que se le imponen. Para Lenin, es necesario “tomar en consideración la correlación de fuerzas. En eso reside la médula del marxismo y de la táctica marxista…” (Lenin, El izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo). Trotsky insistía “¡con qué cuidado y cuán concienzudamente estudiaban, contaban y medían los bolcheviques la correlación de fuerzas en cada nueva etapa de la revolución!” (“El comunismo nacional”, en La lucha contra el fascismo en Alemania). Para Gramsci, se necesita “un estudio sobre la forma en que es preciso analizar las ‘situaciones’, o sea, la forma en que es preciso establecer los diversos grados de relaciones de fuerzas”. (Análisis de las situaciones. Relaciones de fuerzas).
La relación de fuerzas cambia, y se cambia, en la lucha de clases. Para Lenin, “había, por decirlo así, que elegir el camino de desarrollo más inmediato de la revolución, con la particularidad de que la elección no la decidía, naturalmente, la voluntad de tales o cuales grupos, sino la fuerza de las clases revolucionarias y contrarrevolucionarias. Y la fuerza solo podía medirse y comprobarse en la lucha” (Lenin, Contra el boicot, 1907, t. XIII).
Gramsci señala que “se lee con frecuencia en las narraciones históricas la expresión genérica: "relaciones de fuerza favorables, desfavorables a tal o cual tendencia". Planteada así, en abstracto, esta fórmula no explica nada o casi nada, porque no se hace más que repetir el hecho que debe explicarse presentándolo una vez como hecho y otra como ley abstracta o como explicación. El error teórico consiste, por lo tanto, en ofrecer como "causa histórica" un canon de búsqueda y de interpretación. En la "relación de fuerza" mientras tanto es necesario distinguir diversos momentos o grados”.
Momentos y grados. Hay flujos y reflujos. No estamos en el 2011, pero tampoco en el 2010 o el 2005. La burguesía con sus partidos, con un método la Nueva Mayoría de tomar y usurpar las demandas sociales, con otro la derecha intransigente a cualquier demanda y pidiendo más mano dura, pretenden cerrar el período abierto a su favor. Porque está en cuestión la relación de fuerzas.
Para Trotsky, “sobre una sola y misma base económica, con la misma diferenciación de clases de la sociedad, la correlación de fuerzas varía según el estado de ánimo de las masas proletarias, el derrumbamiento de sus ilusiones, la experiencia política acumulada, el quebrantamiento de la confianza de las clases y grupos intermedios en el poder estatal o el debilitamiento de la confianza que en sí mismo tenga el citado poder. En tiempos de revolución estos procesos se efectúan con rapidez” (Lecciones de Octubre). No estamos en tiempos de revolución, los ritmos son otros.
Pero el rol de los partidos y sus políticas sigue siendo clave. En una situación más desesperada, Trotsky se preguntaba si “¿somos capaces, en semejante situación, de ganar el tiempo que necesitamos para efectuar los cambios preliminares en la correlación de fuerzas, esto es, de arrebatar a lo principal de las masas proletarias de la influencia de la socialdemocracia y forzar así a los desesperados estratos inferiores de la pequeña burguesía a volver la cara hacia el proletariado y dar la espalda al fascismo?” (“El comunismo nacional”, en La lucha contra el fascismo en Alemania).
El PC hace exactamente lo contrario. Su rol como sostén por izquierda de la Nueva Mayoría en general, y de la DC en particular, impide ese proceso de ruptura, de arrebatarles su influencia sobre las masas proletarias, y de las capas medias.
Tras el 2011, hubo vaivenes, flujos y reflujos, procesos de lucha de clases y fenómenos políticos nuevos siguen su curso, le sucedieron “ilusiones posibilistas” pero sobre estas bases, y como su reflejo distorsionado, no como un obstáculo absoluto. “No nos solidarizamos ni un instante con las ilusiones de las masas, pero lo que tienen de progresivo dichas ilusiones debemos utilizarlas hasta el final, de lo contrario no seríamos revolucionarios, sino unos despreciables pedantes” (León Trotsky, La revolución española y los peligros que la amenazan).
El 2016 será un año efervescente, atravesado por la necesidad de definir discusiones nacionales abiertas, como la reforma educacional y laboral, además que se inicia el ciclo electoral con las municipales que culminará con las parlamentarias y presidenciales, y habrá elecciones en organismos de masas de los trabajadores como la CUT, el Colegio de Profesores y la ANEF. Para hacerles frente, en todos los niveles, la más amplia unidad en la acción, la unidad de trabajadores y estudiantes, la recuperación de los organismos de los trabajadores, el más amplio debate entre las nuevas formaciones políticas y sindicales que emergen, se imponen. La magnitud de las tareas planteadas, que no son solo estas dos, vencer a la derecha, no será de la mano de los supuestos progresistas reunidos en la Nueva Mayoría. Para lograr victorias, y definir a nuestro favor una relación de fuerzas puesta en cuestión, en la lucha de clases, es un asunto estratégico, y no la descripción anodina de “los cimientos de la casa”. La “apatía” y “la relación de fuerzas desfavorable” del PC es una justificación de su estrategia que no hace más que contribuir a que este período en que “todo está en cuestión”, se pueda cerrar en favor de la burguesía.
Nicolás Miranda
Santiago de Chile
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