sábado, abril 09, 2016

Francia: un enfrentamiento total



La jornada de movilizaciones y huelgas del 31 de marzo en Francia encontró en la calle a más de un millón de trabajadores y jóvenes. Es un movimiento que lleva un mes y se concentra en el rechazo a la nueva ley laboral del gobierno socialista.
Esta movilización es la más importante en Francia desde 2010, en defensa de las jubilaciones, y en 2006, el movimiento de jóvenes contra la precariedad. A diferencia de entonces, es una lucha contra un gobierno socialista. El ciclo de enfrentamientos entre el movimiento obrero y la juventud contra las políticas de austeridad sigue abierto, mientras la crisis europea ha avanzado cualitativamente. Hay una conjunción entre movilización social, derrumbe político y crisis económica, que ahora tiene su centro en Francia, pero que de diversas maneras se manifiesta en toda
Europa.
Los gobiernos socialistas y de izquierda están destinados a contener a las masas e imponer la política de crisis (con un coctel variado de austeridad y reactivación). El derrumbe del gobierno Hollande/Valls es paradigmático desde este punto de vista. Si la lucha actual terminara en una victoria, será la calle la que habrá terminado con un gobierno de izquierda y de austeridad, y las consecuencias políticas serían enormes.
El esfuerzo dominante del gobierno, de la burguesía, de los partidos y de las direcciones sindicales es evitar este desenlace, pero lo están haciendo en el cuadro de un descalabro. La izquierda del PS precipitó los acontecimientos con declaraciones incendiarias contra el gobierno, el PC no pesa como conciliador y las direcciones sindicales de la izquierda (CGT, FO, FSU, Solidaires) estuvieron obligadas a llamar al retiro del proyecto de reforma laboral y a las jornadas de movilización. El punto es que la propia burguesía duda ahora en comprometerse con una política que hace agua.

Una orientación alternativa

La conjunción entre clase obrera y juventud es más marcada que en el pasado y los jóvenes dieron el primer paso de la agitación callejera. La organización en asambleas generales y la Coordinadora nacional y regional fue y es un punto de apoyo. De aquí derivan tendencias y orientaciones que diluyen la intervención del movimiento obrero y caracterizan simplemente la existencia de una “movilización juvenil”. No toman en cuenta que la movilización juvenil es minoritaria y que, a diferencia de 2006, no estamos en presencia de una lucha masiva de la juventud apoyada por los trabajadores. El rol fundamental de las asambleas estudiantiles no puede ser “bajarle la línea a las organizaciones y los militantes obreros”, sino convocar a movilizarse conjuntamente con una línea de intervención de lucha de clases.
En los últimos días, los sectores y militantes más autónomos han tratado de cristalizar una estructura independiente con reuniones y asambleas en la Plaza de la Republica en París. Intervienen varios centenares de jóvenes y los voceros teóricos practican más bien el mesianismo, ignoran las reivindicaciones y desprecian la organización y a los militantes obreros. Quieren reproducir el movimiento de los Indignados y de la Puerta del Sol, pero no son un factor del movimiento real de la lucha.

La organización obrera militante

Los ferroviarios huelguistas de Grenoble (en el sur de Francia) redactaron una carta abierta a las federaciones SUD y CGT criticándolas por no haber aprobado la huelga prorrogable y llamando a una extensión del movimiento. En Saint-Denis, suburbio obrero de París, se constituyó una Intersindical.
La movilización del 31 comprendió 260 ciudades. En capitales regionales como Toulouse la manifestación fue enorme y en muchos pueblos comprendió también a algunos miles. Una de las fuerzas del movimiento es este carácter nacional y la existencia de centenares de sindicatos locales y/o agrupamientos militantes que son a la vez una palanca y una correa de transmisión. Hay miles y miles de militantes sindicales, cuyo horizonte político puede seguir siendo la izquierda democratizante, pero que están dispuestos a luchar contra el gobierno y los programas de austeridad y que no dudan ahora en diferenciarse de sus direcciones nacionales. Las confederaciones sindicales no ordenan y controlan en el vacío, tienen que contar con esta fuerza.
Las próxima jornada está prevista para el 9 de abril. Será una movilización callejera, esta vez un sábado -esto es, prácticamente sin huelgas.
La fuerza del movimiento va a depender de la capacidad de los activistas de avanzar en sus pronunciamientos, en su estructuración local, en su capacidad de expresión nacional.
Todo y todos por la victoria. Una nueva etapa política puede abrirse.

Roberto Gramar

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