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domingo, octubre 16, 2016
Andrzej Wajda, una historia polaca
Cineasta de larga trayectoria, acaba de fallecer Andrzej Wajda (Suwalki, 1926), el más conocido director del cine polaco, un autor extrañamente representativo de las diversas fases de la historia de este hasta fechas recientes. Tanto es así que ha dejado acabado pero sin estrenar comercialmente el biopic Powidoki, sobre el artista de vanguardia Wladyslaw Strzeminski, la película elegida por Polonia este año para la carrera de los Oscar. Simbólicamente, su última película estrenada entre nosotros ha sido Walesa. La esperanza de un pueblo (2013), otro biopic, aunque seguramente más ambivalente ya que el personaje está tratado en su lucha “contra” el régimen que era tan “comunista” como el de Franco “cristiano”.
Su padre era oficial de carrera; su madre, profesora, dos personajes presentes en no poca medida en el espeluznante fresco del film Katyn (2007), que reconstruye el exterminio de 20 000 oficiales polacos. Katyn fue igualmente candidata al Oscar a la mejor película extranjera, candidatura que repitió hasta cuatro veces. Entre sus valores destaca el de narrar los hechos esenciales, una auténtica lección de historia, contando al tiempo, con talento, el drama personal de varios personajes; y todo ello sin la inquina habitual en este tipo de filmes, y dando mucha y acertada presencia al punto de vista femenino. A modo de primoroso tapiz, el destino de un oficial, al que su esposa, apelando al futuro de su hija y de ella, pide que abandone el campo donde es prisionero con otros compañeros, sirve de puntada para ver el sufrimiento de estos oficiales prisioneros y sus familiares; y también para revelar el destino fatal de los intelectuales polacos: convocado a la universidad el padre del oficial con otros profesores, se les anuncia su detención y destino a Auschwitz…
Cuando estalla la guerra, Andrzej tiene trece años; su padre muere en septiembre de 1939. Debe ponerse a trabajar; es tonelero, herrero, ayuda a restaurar frescos de las iglesias… En 1942 participa en la Resistencia en las filas del AK (Armia Krajowa), el Ejército del Interior, que dirige el gobierno legal en Londres y que pronto se posicionará en contra del Armia Ludowa, el Ejército del pueblo, controlado por los “comunistas” que sustituyen a los “luxemburguistas” que Stalin había mandado aniquilar como a los oficiales de Katyn /1. Termina sus estudios en 1946, se inscribe en la academia de Bellas Artes de Cracovia y funda, con el pintor Andrej Wroblewski, el Grupo de los Autodidactas, partidarios de una pintura “bárbara y brutal”, influida por el neorrealismo y por el arte gráfico mexicano; entra, finalmente, en la escuela de cine de Lodz. Diplomado en 1952, se convierte en ayudante de Aleksander Ford, aunque años más tarde reconocerá en Luis Buñuel su principal referente.
En 1954 realiza Pokolenie, su primera película, inaugura la “escuela polaca”, a la que desde entonces no deja de aportar ideas. A partir de 1959, será también realizador de teatro, en Polonia y en el extranjero, siendo la conciencia de la Polonia renacida con la crisis de 1956 que lleva al poder al disidente Gomulka, el cual intenta una apertura en el arte y la cultura. Wajda opta por un cine abiertamente político en la línea de lo que se llamó el “octubre polaco”, fuerte movimiento a favor de una difícil desestalinización, finalmente fallida pero que permite un espacio de libertad que se expresa en el arte y el cine. Por entonces, se convierte en portavoz de las transgresiones que bordean temas tabúes, como el papel eficaz del Armia Krajowa en la Resistencia en Cenizas y diamantes (Popiół i diament, 1958),que evoca el idealismo de los brigadistas polacos en la guerra de España frente al cinismo de los comunistas. En ella Wajda despliega un excelente uso de la profundidad de campo donde podemos ver en el punto más cercano cómo uno de los protagonistas habla por teléfono con su jefe informándole que el asesinato de Szczuka (un líder comunista) ha sido un éxito, mientras en un foco más lejano vemos a su compañero (Maciek) leyendo un periódico y, acto seguido, en un punto todavía más lejano vemos la entrada de Szczuka para luego mostrar en un cambio de plano el gesto de sorpresa de Maciek. La película se convierte en un éxito internacional, en una de las más aplaudidas del cine polaco y señala su encuentro con el actor Zbigniev Cybulski /2, al que Wajda confió el papel de un “desesperado” de la Resistencia en Cenizas y diamantes. “Resumía nuestra generación”, dirá el cineasta, “y se me parecía como un hermano”. Cybulski se identificó con Maciek, el héroe dividido, irónico y perdido del Armia Krajowa que quedará como un hito en la historia de una cinematografía que aquí nos llegó muy parcialmente.
En Kanal (1957) ofrece una espléndida reconstrucción de la insurrección del gueto de Varsovia en septiembre de 1944. La lucha de los pequeños David de la Resistencia que se ven forzados a ocultarse en los laberínticos canales de Varsovia tratando de escapar de la ofensiva nazi, plantando cara, y que no olvida señalar la inactividad soviética ante la insurrección de Varsovia /3. Con ambas películas, Wajda llega al punto más alto de su trayectoria. Desconozco Samson, un alegato contra el antisemitismo “nacional” polaco…
Sin embargo, Wajda tiene que abandonar esta línea digamos de oposición interna y se “refugia” en un cine más metafórico y esteticista con la ayuda de otro actor, Daniel Olbrychski, lejos del tono agresivo de Cybulski. En los años setenta dirige la unidad de producción “X”, realiza películas como La boda (1973), poblada de las contradicciones y los sarcasmos de la historia, entre lo absurdo y la ironía. Habla de desmitificar, de “desromantizar” Polonia, “Cristo de las naciones” que dijo George Sand, “país de vanos sacrificios y de ilusiones fáciles”. Por una bella paradoja, esta acusación al romanticismo heroico tomará prestadas las vías estéticas de sus películas. En ellas, Wajda muestra derrotas; el romanticismo es trágico. Pero en esta coyuntura, el nivel de Wajda desciende tal como sucede con la coproducción anglopolaca Gates to Paradise (1968), situada en1212, en el delirio de la Cruzada de los Niños que se inicia después de que Jakob afirme haber tenido una visión en la que se dice que la inocencia de los niños sería capaz de liberar Jerusalén. Un monje, de regreso de Jerusalén, se une a la cruzada y escucha las confesiones de los niños; poco a poco se dará cuenta de que la mayoría de ellos no están tomando parte por cuestiones religiosas, sino por razones más mundanas, como el amor rechazado.
La conciencia nacional domina la obra de Wajda, ligada a una historia antigua que permaneció borrada del mapa del mundo durante ciento veinticinco años. Que consiguió la libertad con la revolución rusa a la que respondió con la dictadura semifascista del renegado JózefPiłsudski, que no dudó en apoyar la cruzada antibolchevique de 1918-1921. Se sostiene entre las dos guerras pero se verá obligada a luchar en 1939 en el campo de las democracias y queda rota por dos ocupaciones (la alemana y la soviética). Dos resistencias, dos destinos: el “socialismo” burocrático que opera grandes cambios pero que mantiene el poder a la manera estaliniana, o la emigración. Una generación quedará desgarrada por esas fuerzas contrarias.
Es en este terreno donde se sitúa la obra de Wajda, una obra que volverá a ser identificada con la causa de los trabajadores con otra de sus grandes películas, La tierra de la gran promesa (1975); la elegía proletaria sustituye aquí al panfleto contra el capitalismo salvaje cuya trama transcurre en Lodtz, corazón de la industria textil polaca, y describe sin tapujos las diferencias sociales y el modo inhumano en que son tratados los trabajadores. Pero sobre todo centra su atención en tres amigos acomodados y arribistas, que desean prosperar en los nuevos tiempos, una historia que recordará bastante lo que vendrá más tarde con Solidarność. Wajda desarrolla una magnífica reconstrucción de época, entrega secuencias espectaculares como la del incendio, y no esquiva los momentos crudos, como la de la pelea junto a una maquinaria, donde uno de los contendientes acaba literalmente triturado, al igual que hace el propio capitalismo inhumano con las personas. Wajda deja a las claras la total ausencia de rostro humano en el injusto sistema económico que describe, algo que desde luego se olvidará en sus trabajos ulteriores totalmente enfocados contra el “comunismo” como envoltorio de la opresión del bloque soviético /4.
Le sigue una adaptación de Joseph Conrad, La línea de sombra (1976), su primera salida al extranjero, y untestimonio de que a veces es posible dominar al destino, siguiendo el relato homónimo del escritor británico de origen polaco, aunque Wajda lo considera uno de sus filmes fallidos. Confesaba que era más fácil hacer una película estilo Conrad que adaptar uno de sus relatos. Lo cierto es que se trata de un film lento, que apenas se detiene en otra cosa que los avatares de la navegación de un barco alrededor del golfo de Siam… El cineasta volvió a recobrar el pulso con El hombre de mármol (Czlowiek z marmuru, 1976), una película de larga gestación, pues ideada en 1962, no pudo ser llevada a la pantalla hasta quince años más tarde. Se trata de una mirada nada complaciente a los esfuerzos de sovietización de Polonia en los años 50, cuando en las cercanías de Cracovia se construía Nowa Huta, la ciudad que debía responder al modélico ideal socialista. Todo gira en torno a Agnieszka (Krystyna Janda), una resuelta y joven estudiante de la Escuela de Cine de Lodz, que prepara como corto para su graduación un documental acerca del obrero Mateusz Birkut…La trama está situada en tiempos del estajanovismo, Birkut es un albañil carismático, y las autoridades comunistas quieren aprovechar este hecho para presentarlo como adalid de un récord de colocación de ladrillos en un determinado número de horas, lo que demostraría la perfección del sistema. Un título tan premonitorio que se suele confundir como una producción inserta en lo que vendrá después.
Era otro tiempo, cuando pasó a ser uno de los animadores del sindicato Solidarność, que empleaba los métodos del sindicalismo combativo contra el régimen en nombre del “socialismo autogestionario”, aunque en realidad creía hacerlo por un capitalismo como el que existía en Europa o en las áreas más ricas de los Estados Unidos, como si se tratara de escoger en unos grandes almacenes de alternativas socio-políticas. Es la época en que consigue Palma de Oro en Cannes con El hombre de hierro (1981), una continuación de la anterior que evoca las jornadas revolucionarias en los astilleros navales de Gdansk (o Danzig), protagonizadas por los obreros del sindicato Solidarność, en el verano de 1980. Ese mismo año, un periodista radiofónico, más amigo del régimen estalinista que de la verdad, debe cumplir una misión de difamación contra un destacado militante del sindicato, alguien que resulta ser el hijo del héroe de El hombre de mármol…
Su reconocimiento internacional culmina con Danton (1983), el proyecto más ambicioso de la efímera moda fílmica sobre la gran revolución, sobre la que tuvo lugar un extenso debate interpretativo en la que no faltaron hipótesis sobre el paralelismo Trotsky-Stalin con el de Danton-Robespierre, aquí representado como un personaje inquietante al margen de cualquier tentativa que fuese más allá de las características personales, desbordante en el caso del Danton-Gerard Depardieu. Ulteriormente trabajó con mayor periodicidad, llegó a ser senador, negándose a ser jubilado. Tanto sus películas clásicas como las más recientes son dignas de discusión, entre otras cosas porque se ha erigido como el director más activo, longevo e incisivo de la historia del cine polaco. De un país al menos con dos almas entre las cuales Wajda se movió mirando más bien hacia los trabajadores y hacía cierta izquierda.
Pepe Gutiérrez-Álvarez
Notas
1/ Una historia que fue reconstruida por Isaac Deutscher en su opúsculo La tragedia del Partido Comunista Polaco. Está disponible en pdf.
2/ Zbigniev Cybulski (1927-1967) fue el actor más representativo de la nueva generación. Trabajó con Wajda en varias películas (Niewinni Ózarodzieje, El amor a los viente años), utilizando una manera de actuar derivada del Actors Studio, contemporáneo. Murió al querer saltar de un tren en marcha. El cineasta, que le iba a dedicar una película antes de su muerte, le convierte en el héroe ausente de Wszystko Sprzedaz.
3/ Hollywood realizó un “remake” que fue bastante premiado, Rebelión en Polonia –Sublevación en el gueto (Jon Avnet, TV, 2001), que narra igualmente cómo en septiembre de 1939 350.000 judíos son confinados por los nazis en el gueto de Varsovia, una pequeña área, donde están condenados a enfermar y a morir de hambre. Al ver cómo la mayoría de sus amigos y familiares mueren a manos de los soldados alemanes, algunos judíos crean un grupo de resistencia: la Organización de Lucha Judía (OLJ)…A pesar de tratarse de una producción ambiciosa, carece de la autenticidad de la primera al tiempo que desdibuja los perfiles ideológicos para llevarlos al terreno del sionismo, violentando de esta manera la verdad de los hechos.
4/ Por su valor ilustrativo, me permito contar una anécdota que sucedió realmente a un grupo de jóvenes comunistas catalanes en pleno debate entre “eurocomunistas” y los llamados “afganos”, o sea, del recién constituido Partit Comunista de Catalunya a comienzos de los años 80. Estaban tan convencidos que todo lo que se decía de las huelgas obreras en Polonia era “propaganda imperialista” que aprovechando unas vacaciones se plantaron en un barrio obrero de Varsovia con la firme convicción de que podrían hacer llegar a los obreros sus verdades. Confundidos con policías, tuvieron que salir por piernas del lugar. Como este tipo de mentalidad era entonces de lo más común, la anécdota se hizo “viral” por el sistema boca-oreja.
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