sábado, octubre 29, 2016

Las conquistas de la mujer en la revolución



Las reformas profundas que se prometían en las democracias más avanzadas de Occidente, se plasmaron en la nación más atrasada de Europa, empujándola a ocupar un puesto de vanguardia en la historia mundial.

En los primeros años de la Revolución Rusa de 1917, en el marco de una sociedad nueva por nacer y la vieja sociedad reaccionaria que se derrumbaba, los bolcheviques debatieron también en torno a la vida cotidiana. En el marco de fuertes contradicciones que surgían de la realidad material rusa, desplegaron una enorme creatividad revolucionaria que prefiguraba una sociedad librada de toda explotación y opresión. Dos ideas centrales recorrían su pensamiento: que la igualdad ante la ley no garantiza la igualdad ante la vida, y que las leyes creadas por el Estado obrero son transicionales, es decir, son pensadas para que desaparezcan.
Inmediatamente después de la toma del poder, impulsaron medidas que tendían hacia la igualdad jurídica de las mujeres: podrían elegir libremente su profesión; tendrían un salario igual por el mismo trabajo que los hombres; quedarían prohibidos los despidos de mujeres embarazadas; y la educación sería mixta.
Como marxistas, los juristas estaban en la posición extraña de crear leyes que creían que pronto se convertirían en irrelevantes. En este marco de profundas discusiones entre juristas, intelectuales y dirigentes, surgió el Código Civil de 1918, que no tenía parangón en ninguno de los países centrales europeos. Éste, además de garantizar el derecho al divorcio y de eliminar el status de inferioridad legal de las mujeres, rompía la unidad jurídica “familia-matrimonio” y hacía que las obligaciones familiares fueran independientes de la unión legal. Arrasó también con el privilegio masculino sobre la propiedad y la herencia, eliminado la figura jurídica de “hijo ilegítimo”. En 1920 se decretó el aborto libre y gratuito, un derecho que las mujeres de los principales países capitalistas iban a tardar más de 40 o 50 años en conquistar y que aún hoy es negado en gran parte del mundo.
Junto a esto se desarrollaba una amplia propaganda entre las masas trabajadoras y se integraba a las mujeres a la producción, los organismos del Estado, los soviets y la vida cultural, mientras se desarrollaban planes de alfabetización. Para 1920, ya existían en Moscú “comunas” integradas por un conjunto de viviendas individuales y un centro comunitario con comedor, sala de esparcimiento y espacios para los niños. Se desplegaron derechos relativos a la maternidad como licencias y suplementos dietarios durante el período de amamantamiento. Si una mujer tenía a su cargo a un hijo menor de ocho años, no debía trabajar en tanto demostrara que no había otro miembro de la familia que pudiera ocuparse del niño durante su ausencia. Esta última reglamentación fue perdiendo vigencia a medida que aumentaban las guarderías y jardines de infantes.
Fue necesaria la derrota de los levantamientos revolucionarios; la persecución y el aislamiento en cárceles, campos de trabajo forzoso; el exilio, los juicios fraguados y el fusilamiento de miles de estos revolucionarios para que –paradójicamente- “en nombre del socialismo”, se echaran por tierra estas enormes conquistas de la revolución.
La reacción stalinista no tenía nada en común con las mejores tradiciones del socialismo. La historia de la revolución rusa tiene sentido no como letra muerta sino para extraer las lecciones que tienen actualidad con el objetivo de preparar el futuro. Ellos y ellas se atrevieron, no sólo a tomar el poder, sino a tomar el cielo por asalto, pensando nuevas formas de relaciones humanas, despojadas de la coerción, la represión, el despotismo y la mezquindad familiar.

LID

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