Una nueva etapa en la crisis política
La gran protagonista de la jornada fue la abstención. Con un abultado 65% alcanzó su mayor nivel desde la llegada de los gobiernos de la Concertación en los ‘90. Los candidatos electos con los porcentajes más altos apenas alcanzaron el 15% del padrón habilitado.
Se puso de manifiesto que la pretensión de la Concertación PDC-PS, de formar un gobierno del tipo de la Unidad Popular (que gobernó con Salvador Allende entre 1970 y 1973, cuando fue derrocado por el golpe de Augusto Pinochet -N. de R.) sobre los cimientos del pinochetismo, sumando al Partido Comunista para cooptar al movimiento de masas, fracasó. Asistimos al derrumbe de la coalición que pretendió abrir un “nuevo ciclo político” con un programa que se presentó como “reformista” pero, en la práctica, se redujo a una ampliación de los planes asistenciales mientras buscó rescatar a los capitales en crisis. Ello quedó en claro con las millonarias inyecciones de recursos fiscales aplicadas para mantener en pie la educación privada y las AFP, dos de los principales pilares de la herencia dictatorial, jaqueados por la bancarrota capitalista mundial, empezando por la caída de los precios del cobre. Esto pesó con fuerza en las elecciones municipales, donde el plan de reformas del gobierno, y su expresión en las candidaturas locales, no cosecharon el entusiasmo popular.
Los principales medios han mostrado a la coalición de derecha como la “gran ganadora de la jornada”, pero en todos los municipios donde se impuso lo hizo con una bajísima votación. No estamos, entonces, ante una “derechización de la masas” sino ante el fracaso de la Nueva Mayoría. La derecha deberá demostrar ahora que tiene los recursos políticos para gobernar las administraciones locales, y someterse a la prueba del movimiento popular. En Santiago, el electo Alessandri ya ha declarado que bajo su gestión se aplicarán medidas tales como “colegio tomado, colegio desalojado”, en una abierta provocación al movimiento estudiantil.
El fenómeno Sharp
La principal “novedad” de esta municipal fue el triunfo de Jorge Sharp en Valparaíso. A pesar de que salió electo con sólo un 31% de la participación en su localidad (incluso por debajo del magro promedio nacional), la importancia de su triunfo radica en que se presentó como una “alternativa ciudadana” al “duopolio Nueva Mayoría – Chile Vamos” para sacar adelante un “gobierno participativo”. Es una manifestación de importante desapego de los votantes hacia los bloques y partidos que han dominado estas últimas décadas.
Los casos de corrupción que involucraron el desfalco de recursos del municipio, el negligente actuar frente a los incendios forestales de la zona que arrasaron con poblaciones obreras completas y los nexos de negocios entre el municipio y los interés inmobiliarios detrás de los proyectos de privatización en el borde costero, fueron el caldo de cultivo para que emergiera la candidatura de Sharp.
El Movimiento Autonomista levantó dicha candidatura dentro del Pacto de La Matriz, donde confluyen con diferentes organizaciones locales de pobladores organizados por la reconstrucción posterior a los incendios, pequeños propietarios de las zonas en contra de la privatización de las zonas costeras, artistas, profesionales, académicos e intelectuales y sectores del movimiento estudiantil, la ANEF y el Colegio de Profesores que lograron desapegarse de la cooptación del PC en el último periodo.
La izquierda
A partir de este triunfo, se vuelve a configurar, con viejos y nuevos rostros (a la cabeza de esta iniciativa de “frente amplio” se coloca el Partido Humanista) la intentona de dar vida a un frentismo de características democratizantes, ubicado como el flanco izquierda de la Concertación. Los antecedentes más inmediatos de estas coaliciones se encuentran en el otrora Juntos Podemos, que se desarmó con la integración del PC a la Concertación, y el fallido acuerdo que aglutinó a gran parte de las organizaciones que buscaron un frente amplio en la pasada presidencial, con la candidatura de Marcel Claude.El común denominador de sus planteos consiste en una depuración del personal de las actuales, sin alterar a fondo el orden económico, social e institucional plantado por el pinochetismo –y que han respetado todos los que gobernaron después de la dictadura. Su remoción definitiva exige de una transformación social dirigida por los trabajadores.
En el seno de la izquierda revolucionaria es urgente desarrollar un debate tomando en cuenta los últimos acontecimientos. El derrumbe de la herencia pinochetista y de todos los partidos que la defienden, ha comenzado a abrir una grieta, que le abre a la izquierda revolucionaria un gran campo de acción política.
Es necesario impulsar la lucha independiente de los trabajadores y desarrollar una oposición estratégica a los partidos defensores del régimen actual, incluida la centroizquierda, alrededor de un programa de transformación revolucionaria de la sociedad bajo la dirección de la clase obrera y el planteo central de una Asamblea Constituyente libre y soberana para discutir una reorganización integral del país sobre nuevas bases sociales.
Vitoco La Rosa
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