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lunes, octubre 24, 2016
The Walking Dead: las masas hambrientas regresan a la TV
Una aproximación al más politizado –por tradición- de los subgéneros del cine de terror.
Por fin, tras una agónica espera de varios meses, retomará su curso la historia de Rick y los suyos en los tiempos apocalípticos de The Walking Dead, la serie estadounidense que llevó a los zombis al prime time de la televisión. Algunos afortunados podrán ver el estreno este domingo, en simultáneo con Estados Unidos, mientras que otros más tendremos que esperar hasta el lunes. Sus seguidores se cuentan por millones.
La expectativa sobre este regreso es mucha porque se sabe que la nueva temporada comenzará con la muerte de uno de los protagonistas a manos de Negan, el sádico líder de la banda de los “Salvadores”. Si alguien está adelantado en el cómic de Robert Kirkman en el cual se basa la serie –y que también se edita en la Argentina-, probablemente ya sepa quién será el caído en desgracia, aunque muchas veces la serie se aparta un poco del original. Habrá que esperar y ver.
The Walking Dead –la serie y la historieta- retoman el subgénero de terror creado y desarrollado por George A. Romero a finales de los 60. Por un lado, mantiene las convenciones creadas por Romero: los muertos reviven y hordas de zombis putrefactos, hambrientos de carne humana, recorren la tierra y toman las ciudades, acorralando a los sobrevivientes. Su mordedura contagia la patología. La única manera de detener a los “caminantes” o “muertos vivientes” es destruyendo su cerebro.
Sobre ese fondo catastrófico, se recortan las historias de supervivencia de grupos humanos que muchas veces –casi siempre- se enfrentan entre sí. El origen del fenómeno pierde importancia. La humanidad como tal ha dejado de existir. Nadie pretende hallar una cura sino sobrevivir. Más que cine-catástrofe, que siempre plantea un retorno al punto de equilibrio anterior al desastre, Romero hace cine-catastrofismo.
Romero asegura que hizo la primera película de la saga –La noche de los muertos vivientes (1968)- con la pretensión de “exponer sus ideas políticas”. Rodada en blanco y negro y a un costo bajísimo -como la mayor parte de su filmografía-, la aterradora historia está salpicada de referencias al movimiento por los derechos civiles, a la bomba atómica, la guerra y las manipulaciones del gobierno. La desesperación de los personajes, la lucha por salvarse a toda costa y su mezquindad conducen a los sobrevivientes a una situación sin salida. La noche de los muertos vivientes retrata, de un modo tortuoso y peculiar, el agitado clima político de los años 60. Romero seguirá incursionando en el subgénero zombi para exponer sus críticas a la sociedad de consumo (El amanecer de los muertos, 1978), las corporaciones científicas y militares (El día de los muertos, 1985), la desigualdad social (Tierra de los muertos, 2005), la información en la era de Internet (Diario de los muertos, 2007).
En el otro extremo se podría ubicar a la infame Guerra Mundial Z, en la que el mundo es salvado por el secretario adjunto de la ONU, el “muchachito rubio” encarnado por Brad Pitt. Incluye un elogio a los servicios secretos sionistas. Verdaderamente de terror.
En el caso de TWD, sin el contenido de crítica social que ostenta la saga de Romero, el núcleo dramático casi siempre gira en torno a la evolución del régimen político del grupo protagónico que lidera el policía Rick Grimes a través de este mundo desquiciado. Democracia, consejo o tiranía, la lucha por el poder marca el devenir de la trama, en una exposición por momentos esquemática y en desmedro de la acción.
Pero dicho esto, ¿a quién se habrá cargado Negan? Falta poco para saberlo.
Washington Benítez
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