Evocación de un legado, a un año de su muerte
El recuerdo de nuestro compañero Pablo podría transitar por numerosas aristas políticas, desde los años de la fundación de la UJS hasta hoy. Sólo por detenernos en una, vamos a recordar el debate sobre la cuestión del “catastrofismo”. Es sorprendente –pero muy significativo- que la calificación de ´catastrofista´ haya adquirido una connotación despectiva dentro del mundo, no de los economistas en general, sino de los de izquierda en particular. (Por cierto, es difícil encontrar una visión más sombría de la economía norteamericana que la que ofrece “The Economist” en sus últimos ejemplares). Si ese desprecio de izquierda sorprende, es porque la alusión a la catástrofe no hace sino recoger el hilo más elemental de la obra de Marx, a saber, el que se relaciona con el carácter históricamente determinado –y por lo tanto transitorio- del capitalismo como organización social. Esta transitoriedad está en el núcleo de la oposición entre el marxismo y la economía política clásica, que vio al intercambio generalizado de mercancías como la estación terminal y la culminación de un largo proceso histórico signado por la tendencia de la naturaleza humana al intercambio. En verdad, “El Capital” fue el gran esfuerzo por desarrollar las bases científicas del capitalismo como régimen social transitorio. Ese empeño consistió, al decir de Engels, en hallar “los medios para eliminar los males descubiertos en las cambiadas relaciones de producción vigentes. Estos medios no tienen que inventarse con sólo la cabeza, sino que tienen que descubrirse usando la cabeza, en los hechos materiales de la producción”. (Engels, Antiduhring) . Esta fue en definitiva la gran conclusión de “El Capital”, que desentrañó la tendencia al derrumbe de la sociedad capitalista a partir de las propias leyes de desarrollo de ese régimen social. Marx comienza por el desenvolvimiento completo de la ley del valor, como norma de una sociedad que produce a ciegas y anárquicamente, y sólo puede encontrar en el mercado a un regulador que ejerce su misión en medio de choques y convulsiones de todo orden. Esta primera condición de la crisis –que Marx avizora en la función del dinero como medio o promesa de pago- se replantea luego como tendencia plena, cuando Marx señala la contradicción entre la tendencia de la competencia capitalista a incrementar los medios técnicos, el rendimiento del trabajo y el capital acumulado, por un lado, y la dificultad creciente de ese mismo capital, considerado como un todo, en alcanzar su valorización. La tendencia del capitalismo al derrumbe es la conclusión más nodal del “socialismo científico”, cuando las leyes del metabolismo capitalista permiten fundar la necesidad histórica de una transformación social. Esta es la tradición teórica que Pablo recogió, en el debate que llevó adelante en los primeros años de este siglo. El material puede encontrarse en “En defensa del catastrofismo” (EDM No 34, diciembre 2006) y “Catastrofismo, forma y contenido” (EDM 35, marzo 2008).
Anticatastrofismo histórico
Al debatir con los nuevos “anticatastrofistas”, Pablo no hace sino recoger la tradición de una larga lucha política del movimiento socialista. En efecto: las primeras objeciones a la gran conclusión del “El Capital” aparecieron a fines del siglo XIX, cuando Eduard Bernstein (1850-1932) escribió la primera gran denostación de la ´teoría del derrumbe´. El teórico de la socialdemocracia alemana señaló, en cambio, que el desarrollo de los monopolios, la generalización del crédito y los ´nuevos´ medios de comunicación ejercerían una formidable labor reguladora sobre la anarquía capitalista, morigerando decisivamente la tendencia a las crisis. La labor sindical y política de la clase obrera, en ese cuadro, debía concentrarse en contribuir a ese equilibrio, propendiendo a una mayor apropiación de riqueza social por parte de ésta última. Pero de las mismas tendencias a la concentración e internacionalización del capital, Lenin arribó a conclusiones políticas antagónicas: con el capital superando las fronteras nacionales, se iniciaba una era de rapiña, de despotismo político, de “guerras y revoluciones”. El capital concluía su labor civilizatoria (la creación de un mercado mundial) e iniciaba su definitiva declinación histórica. Aunque desde premisas económicas diferentes, Rosa Luxemburgo arribaba a la misma conclusión política. Esta referencia histórica posterga –en nuestro análisis- la evocación a Pablo: pero lo entronca en una lucha política y económica que atraviesa al marxismo, casi desde la publicación de la obra completa de “El Capital”.
Anticatastrofismo actual
En realidad, es Pablo quien cita a Bernstein, para ubicar la raíz histórica de su debate con los actuales anticatastrofistas. Pero con extrema agudeza, diferencia a éstos últimos del debate que había recorrido el umbral entre los siglos XIX y XX. “Bernstein –señala Rieznik- desenvolvió sus análisis en la etapa culminante de la sociedad capitalista, en los albores de la era imperialista” (en cambio”, el “socialismo bernsteniano de cuño criollo se plantea en un momento histórico totalmente diferente”, esto es, cuando la realidad de la descomposición capitalista se hace sentir con toda su fuerza. “No solamente se ha producido un derrumbe catastrófico de la condición material de las masas sino, mucho más importante, de toda su perspectiva social”. Pablo incorpora acá otro elemento central en la tradición política de nuestra corriente, a saber, la comprensión del imperialismo como etapa final del capitalismo, o sea, la época de su declinación como régimen social. Esta cuestión ocupó el lugar central de las reflexiones de Trotsky sobre los ciclos económicos, al diferenciar entre los estertores de un “cuerpo joven”, por un lado, y las señales inequívocas de un órgano social en decadencia, esto, en vísperas del período de masacre y destrucción masiva que signaron al nazismo y a la segunda guerra. Los anticatastrofistas presentan a estas convulsiones – y a los ciclos de la economía capitalista- como las formas tortuosas de manifestación de un “equilibrio general” que, más temprano que tarde, terminaría gobernando al actual régimen social. Pero la sola evocación del nazismo, como la que implica hoy la crisis de los refugiados o la tendencia a la guerra, destacan bajo qué condiciones de regresión histórica y masacre ese “equilibrio” es recobrado. Precisamente, Pablo recoge esos señalamientos de Trotsky en un segundo trabajo sobre el tema, “Catastrofismo, forma y contenido”; EDM 35). Al responder a su crítico, que arguye que el capitalismo “sigue en pie”, Rieznik responde: “sigue en pie con sus métodos; a cada catástrofe y a cada manifestación de su crisis, la “salida” que puede encontrar reproduce y potencia esa misma catástrofe capitalista. Si uno no sabe lo que busca ,dijo alguna vez un gran historiador, no entiende lo que encuentra”.
En el debate de Pablo con los actuales anticatastrofistas, no se expresa un académico, sino un ´hombre de partido´. Cuando sus detractores pretenden afirmar que “los partidarios del colapso desprecian la lucha reivindicativa”, Pablo les responde con la enorme experiencia recorrida del PO con el movimiento piquetero, organizando a los más explotados en medio de la bancarrota capitalista argentina de 2001/2002. “En oposición a quienes declararon caducas las reivindicaciones, el PO señaló que la declinación del capitalismo, sus crisis y catástrofes, ponían en primer lugar, con la pauperización y el hundimiento violento de las condiciones de vida de vastísimos contingentes de la masa popular, las reivindicaciones fundamentales de los explotados”, ello porque partíamos “de las necesidades de las masas y no –como nuestros críticos- por las posibilidades del capital”.(id). En verdad, han sido los teóricos de la “autorregulación” del capital quienes, como también señala Pablo, inventaron las ´nuevas reivindicaciones´, intentando hallarle a la violencia de género u otros agravios una salida diferente a la de la superación de un orden social, no “oscilante”, sino en completa decadencia.
Objetivismo y Subjetivismo
En el ataque al punto de vista catastrofista, es habitual encontrar una suerte de señalamiento “por izquierda”, a saber, que caracterizar las tendencias del capitalismo hacia su propia disolución tornarían innecesarios o prescindentes los esfuerzos por desarrollar una subjetividad revolucionaria (“el capitalismo se cae sólo”). Semejante vulgaridad desconoce que esa subjetividad sólo puede tener lugar como ´conciencia de la catástrofe´ (capitalista), o sea, como la comprensión acabada de la tendencia al colapso de las actuales relaciones sociales. Una vez más, nos topamos con la cuestión del socialismo científico, esto es, con la acción revolucionaria como conciencia definitiva de los límites insuperables de la actual sociedad. No es casual que el debate que aquí sostuvo Pablo tuvo lugar con quienes se agruparon, a comienzos de la década pasada, bajo el mote de “Economistas de Izquierda”. En otros textos memorables, anteriores a los que aquí comentamos, Rieznik señaló la contradicción flagrante de una “economía de izquierda”, o en otras palabras, entre la economía como ciencia del capitalismo, e históricamente condenada a morir con él, y el socialismo, que es la superación histórica de aquel orden social. Hay que destacar, sin embargo, que el anticatastrofismo domina ampliamente el punto de vista de la izquierda argentina e internacional, y está en la base de la profunda incomprensión, no ya sobre las cuestiones de la crisis económica internacional, sino sobre sus consecuencias políticas de fondo. En este punto, el debate de Pablo con este “anticatastrofismo” presenta otro mérito genial: Pablo escribe su primer texto en 2006, o sea, cuando la economía argentina –e internacional gozaban aún de la euforia especulativa dictada por la salida a la crisis que comenzó en 1996/97 (tigres asiáticos) y se extendió hasta el colapso de las punto.com, la devaluación brasileña y la propia bancarrota argentina (2001). Nos referimos al boom empujado por el acople económico entre China y Estados Unidos y a la recuperación económica de este país, fundada en el crédito hipotecario y, en general, en el endeudamiento de consumo. Premonitoriamente, Pablo se detiene en ese crecimiento y señala, por ejemplo, que “en el caso de China late, con una tensión brutal, la realidad de un capitalismo en “exceso” que ha depredado regiones y ramas enteras de la economía mundial para “mantenerse en pie”. Siempre en relación a este punto, dice luego que “ a pesar de la victoria mayor que significó para el capital la liquidación de la URSS, el proceso de restauración capitalista esté condicionado por la impasse más general del capital (…) lo notable es que la propia salida para el capital que significa la reapropiación de mercados gigantescos de los cuales había sido expropiado, debe ser comprendida como parte de un proceso inacabado totalmente inserto en el período de una aguda decadencia histórica del capital”.
En el video que nuestros compañeros del frente audiovisual elaboraron en homenaje a Pablo Rieznik, éste señala en una charla que “el catastrofismo forma parte del ADN del Partido Obrero”. Ese ADN, sin embargo, es el resultado de luchas políticas y gigantescas contribuciones humanas. La de Pablo, qué duda cabe, es una de las mayores.
Marcelo Ramal
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