miércoles, octubre 26, 2016

Cuando los trabajadores y el pueblo tomaron el poder



Muchas veces nos preguntan a los trotskistas: “Pero, ¿cuál es su modelo?”, “¿En qué país del mundo se dio lo que ustedes proponen?”. Quienes hacen estas preguntas, en general, son defensores del capitalismo como único sistema posible o escépticos que igualan los primeros años de la Revolución Rusa con su degeneración burocrática bajo la dirección de Stalin.

Sin embargo, aunque intenten ocultarlo, la revolución socialista que ocurrió en este país, comenzó a demostrar desde sus inicios que los obreros junto al pueblo podían crear un sistema infinitamente mejor que el capitalismo tanto a nivel económico como el de las libertades democráticas, los derechos humanos y culturales; y que de extenderse a nivel mundial (lo que no ocurrió fundamentalmente a causa de la socialdemocracia alemana) se podía implantar el socialismo y terminar con la explotación del hombre por el hombre. Una sociedad que permitiera llegar a “¡De cada cual, según sus capacidades, a cada quien, según sus necesidades!” (K. Marx). Con este artículo iniciamos una serie de notas durante el mes de noviembre que tomarán los aportes, dificultades y lecciones de esta gran revolución que, aunque irrepetible, es el modelo (de 1917 a 1923) que reivindicamos los trotskistas.
La mayoría de los socialistas de la época no podían creer lo que estaba sucediendo frente a sus ojos. Muchos se opusieron por considerarlo una aventura. No podía ser que en Rusia (un país imperialista con un régimen feudal y una economía capitalista pero todavía muy atrasada con relación a Europa) los obreros “saltaran” la etapa normal de desarrollo capitalista y la democracia burguesa y tomaran directamente el poder. Sólo unos pocos dirigentes del Partido Socialdemócrata ruso (como Lenin y Trotsky), vislumbraron que las condiciones del país, la dinámica revolucionaria que se sucedía con flujos y reflujos desde 1905, y la existencia de un partido revolucionario dispuesto a ocupar su rol hasta el final, hacían que “lo imposible se volviera realidad” (L. Trotsky).
Trotsky ya venía elaborando teóricamente esta posibilidad antes de la revolución de 1905, que posteriormente desarrolló en su libro Resultados y perspectivas. La revolución de 1905, aunque derrotada, había dejado grandes lecciones para los trabajadores. Fue la primera revolución obrera del siglo XX (con el antecedente de la Comuna de París de 1871), que inauguró como método la huelga general, donde surgieron los soviets (consejos) como organismos de lucha y se planteó la posibilidad de que cayera el zarismo y la cuestión del poder. Por eso para Trotsky fue el “ensayo general de la revolución de 1917”. Sin embargo, no había acuerdo entre los socialdemócratas rusos (y sobre todo los alemanes con el partido más importante de la II Internacional) sobre el rol de la burguesía en la revolución y por tanto, quién era la clase que debía dirigir el proceso y la dinámica de éste.
Ese desacuerdo dividió a la socialdemocracia, desarrollándose una tendencia etapista, donde Rusia debía primero atravesar el capitalismo bajo la dirección burguesa y el proletariado acompañando; y otra que planteaba que sólo se podía resolver las tareas democráticas pendientes (la repartición de la tierra, las nacionalidades oprimidas, un régimen democrático, etc.) enfrentándose con la burguesía que ya había demostrado en 1905 su cobardía frente a las masas y su inclinación a negociar con el zarismo. Por otra parte, estas diferencias se fueron profundizando cuando estalló la Primera Guerra Mundial (1914) donde la II Internacional Socialdemócrata entregaba a los trabajadores a sus burguesías nacionales para ir a morir por los intereses imperialistas que causaban la guerra. Sólo un pequeño sector se opuso a la guerra y apostó a que los sufrimientos que ésta causaba entre las masas podían crear situaciones revolucionarias, tal como sucedió en Rusia, luego Alemania y varios países del mundo. Lenin y Trotsky eran parte de este sector. Trotsky ya había anticipado que sólo una dictadura del proletariado en alianza con la mayoría campesina podía resolver los problemas de las masas hasta el final, empezando por las tareas democráticas y siguiendo por las socialistas, enfrentando a los enemigos internos (los resabios del zarismo, la burguesía nacional y los imperialismos que iban a enfrentar esta perspectiva). Y que dado que el capitalismo ya era un sistema mundial, las tareas debían estar en función de la revolución mundial, sobre todo en los países avanzados como Alemania. Lenin, al principio, no planteaba una dictadura del proletariado sino una dictadura democrática de los obreros y campesinos. En este punto, la realidad le daría la razón a Trotsky. Pero Lenin, había creado desde 1903 la herramienta que haría capaz la dictadura del proletariado: el partido revolucionario, sin el cual hubiera sido imposible la insurrección, y aún menos, retener el poder durante varias décadas. En esto, Trotsky le dio la razón a Lenin, ingresando al Comité Central del Partido Bolchevique, casi de inmediato de su llegada a Rusia.
La primera revolución contra el zarismo en Rusia comenzó en febrero de 1917, pero Lenin y Trotsky estaban exiliados, uno en Europa, otro en EE.UU. Y aunque esta revolución logró derribar al zar, los mencheviques y socialrevolucionarios (un partido pequeñoburgués) le entregaron el poder a representantes de la burguesía, incluso anteriormente ligados al zarismo, que formó un Gobierno Provisional. Pero gracias a la experiencia de 1905, resurgieron los soviets que se empezarán a desarrollar como organismos de doble poder.
Lenin y Trotsky logran sortear la clandestinidad y llegan a Rusia, convencidos que el proceso revolucionario aún no se había cerrado. Entre febrero y octubre (según el viejo calendario juliano utilizado por el zarismo, en la actualidad, marzo y noviembre) los dos revolucionarios junto a un sector del Partido Bolchevique (en el que no estaba Stalin) convencieron a todo el partido para ser conciente de su rol. De una minoría poco significativa, los bolcheviques pasaron en pocos meses a ser mayoría en el movimiento obrero y a ganarse la simpatía de los campesinos y soldados, fundamentalmente por su enraizamiento en el movimiento obrero y su lucha política en los soviets.
Un gobierno formado por socialrevolucionarios y mencheviques, que seguía formando parte de la guerra imperialista, que no resolvía el problema de la tierra ni el hambre, se tambaleaba cada vez más y se gestó un golpe contrarrevolucionario que permitiera a la burguesía y el imperialismo retomar el poder. Pero este golpe aceleró aún más el odio de las masas, que terminaron coincidiendo con las propuestas bolcheviques: ¡Pan, paz y tierra! ¡Todo el poder a los soviets! La organización de la insurrección por parte de los bolcheviques permitió que la revolución se sucediese casi sin derramar sangre. Sin embargo, esos mismos trabajadores, campesinos y soldados, agotados por la guerra y la revolución, tuvieron que formar un Ejército Rojo (bajo la dirección de Trotsky) para enfrentar a los ejércitos zaristas y 14 invasores imperialistas y defender la revolución.
Todas las esperanzas estaban puestas en la revolución alemana de 1923. Sólo así la URSS podría mantenerse avanzando hacia el socialismo. Pero grandes errores de la Internacional Comunista y del Partido Comunista alemán impidieron su triunfo. Esto llevó a que los grandes logros que habían obtenido los bolcheviques desde la toma del poder en todos los terrenos, comenzaran a retroceder. Junto a la muerte temprana de Lenin en 1924 y a la miseria y fatiga producto de la guerra civil, esto permitió el surgimiento de una casta burocrática que por defender sus intereses y no los de la revolución socialista mundial, no sólo permitió el ascenso del fascismo sino que hizo retroceder a tal punto a la URSS, que terminó capitulando y convirtiéndose en una correa transmisora del imperialismo dentro del movimiento obrero. Esto provocó que los Partidos Comunistas se convirtieran en una gran barrera para la revolución mundial y que el imperialismo se haya fortalecido y prolongado su vida para llegar a los niveles de explotación y opresión que sufrimos hoy día.

Gabriela Liszt

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