Contra lo que sostiene una opinión difundida, ni el Vaticano ni Bergoglio han sido muy afortunados en sus ‘mediaciones’ internacionales. El último fiasco lo constituyó el rechazo, por medio de un referendo, al ‘plan de paz’ en Colombia, que habían avalado nada menos que Obama, Raúl Castro, el Vaticano y hasta Nicolás Maduro. Las ‘mediaciones’, en el caso de Venezuela, han fracasado en varios formatos, unas tras otras. Tampoco dio resultado la injerencia del Papa en el conflicto entre Israel y la Autoridad Palestina. Sin pretensiones supersticiosas, habría que tocar madera en lo relativo a la reanudación de relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba, donde se adjudica a Francisco un papel eminente, porque el bloqueo aún no ha sido levantado ni hay señales de que ocurra en lo inmediato, mientras la prensa internacional está ventilando una negociación en curso de Cuba con China y, por sobre todo, con Rusia para instalar bases militares en la Isla Grande del Caribe. Después de que el presidente de Filipinas anunciara una ‘separación’ de su país de EEUU, el tablero diplomático es proclive a cambiar en cualquier dirección. Que lo digan, si no, Rusia-Turquía-EEUU, con sus blancos móviles en el Medio Oriente.
Con estos antecedentes precarios, Bergoglio se ha lanzado a una mediación final en la crisis de Venezuela, aunque no haya puesto la cara para sellar el trámite. Lo que para Página/12 culminaría una gestión de un par de días, para The Wall Street Journal fue un anuncio improvisado en un par de horas. Lo fundamental no lo ha dicho nadie; a saber, si es una mediación para contener un desenlace inminente del enfrentamiento político en Venezuela o para precipitarlo. Por de pronto, la nueva negociación tendrá lugar lejos de Caracas, aunque tampoco la Isla Margarita asegura un ambiente sosegado. La mayoría de los representantes de peso de la oposición de derecha ha calificado al intento de tardío y carente de contenido, pues parte de una decisión del gobierno de anular cualquier posibilidad de ejercicio de referendo revocatorio del mandato de Maduro, que ha incluido, en los últimos días, el desconocimiento de la Asamblea Nacional controlada por la oposición. Maduro acaba de aprobar el Presupuesto 2017 por decreto. La llamada ‘ala dura’ del chavismo tampoco lo bendice -simplemente porque no tiene contemplada ninguna concesión a los reclamos de esa oposición y recela de los conciliábulos entre los mediadores a sus espaldas. Si la división del oficialismo se ratifica, la ‘mediación’ podría acabar pariendo un cambio de gobierno. El aislamiento del chavismo es completo en todos los planos -político, social y financiero.
La cuestión de la deuda
Ningún comentarista especializado destaca la ausencia en la mesa de uno de los protagonistas de mayor peso en esta crisis: los acreedores internacionales de Venezuela. La negociación deberá, sin embargo, satisfacer la posición de estos acreedores antes que nada. En las últimas semanas, la estatal de petróleo, Pdvsa, ha intentado en vano obtener un canje de deuda, que vence en noviembre, del orden de los 5.500 millones de dólares, sobre una deuda de conjunto con acreedores privados de 45.000 millones. Ha contratado para desarrollar el canje al Crédit Suisse, sin éxito. El chavismo ha pagado escrupulosamente, hasta ahora, los vencimientos de capital e intereses a los fondos internacionales, a costa de un freno al gasto de mantenimiento y a las inversiones de Pdvsa. Algún comentarista recordó que esto ya lo había hecho Ceaucescu en Rumania en la década del 80 del siglo pasado: tuvo un éxito memorable, porque logró, a costa de una hambruna, reducir a cero la deuda externa, para acabar ante un pelotón de fusilamiento en medio de una revolución popular.
El pago de la deuda en Venezuela ha redundado en una caída de la producción y en un ‘defol’ con los acreedores locales. Las empresas extranjeras de servicios tecnológicos han salido del país. Las operaciones comunes con empresas extranjeras están paralizadas. Un fallo del estado de Delaware acaba de condenar a Venezuela a pagar 3.000 millones de dólares por la nacionalización de la minera Cristalex, anticipando lo que ocurrirá en caso de un ‘default’ de la deuda externa. La prioridad otorgada al pago de la deuda externa ha redundado en la caída de un 60% de la importación de alimentos y de componentes para la producción industrial. The Wall Street Journal ‘admite’ que una razón para rechazar el canje de deuda propuesto por el gobierno (que reconoce como muy ‘generoso’) es la expectativa de los acreedores en “un cambio de gobierno”. La suma de la deuda externa de PDVSA y de la administración nacional es de alrededor de 80.000 millones de dólares, sin considerar la deuda con China que es pagada con exportación de crudo, y que por lo tanto no reporta ingreso de divisas. Venezuela se encuentra negociando la deuda contraída con China.
El ajuste forzado impuesto por la carga de la deuda externa es acompañado por otro más ‘clásico’. Los ‘tour’ de compras a los estados fronterizos con Colombia han dado paso a la liberalización de las importaciones en seis de esos estados, y por lo tanto a la liquidación de los controles de precios y de los precios máximos. Las góndolas han dejado de estar vacías, aunque a precios siderales respecto del salario. El propósito sería extender el proceso en forma paulatina a todo el país; el Banco Central de Venezuela intenta acompañar con un ritmo menor de emisión monetaria. Como ha ocurrido con el kirchnerismo, en Argentina, el perfil macrista del ajuste empieza a cobrar forma bajo el chavismo.
La ruta de un eventual acuerdo
Es posible describir los términos de un acuerdo hipotético en Margarita. De menor a mayor, el chavismo reconocería, por lo menos, la soberanía de la Asamblea Nacional, con la cual debería acordar el Presupuesto. Nada menos que definir la política económica de un país quebrado y una inflación del 600% anual -con los hermanos caribeños de Macri, Temer, Duarte, Santos y el ‘peruano’ Kuczynski. La viabilidad de un acuerdo que levante los ‘cepos’ dependería de la obtención de financiamiento internacional y de los condicionamientos políticos de esta financiación.
La derecha concedería reportar el revocatorio al año que viene, pero a cambio de modificaciones en el poder judicial electoral. Incluso aceptaría la anulación sin más del revocatorio a cambio de un adelantamiento de elecciones presidenciales para fines de 2017. Un paquete de estas características implicaría, por lo menos, la sustitución de Maduro por su propio vice. El pacto establecería la intangibilidad de las FFAA y el alto mando chavista.
Como sea, incluso un acuerdo básico de estas características haría saltar las costuras tanto del chavismo como de la oposición de derecha. Colombia sirve de ejemplo, porque la derrota del Sí al plan de paz tuvo poco que ver con las críticas o rechazos a la llamada “justicia transicional” que se había concebido para las Farc, y mucho más con la disputa de poder dentro de la oligarquía de Colombia, entre los representantes del capital financiero, en la figura de Santos, de un lado, y los de la mafia de acaparadores de tierras, en cabeza de Uribe, por el otro.
Es difícil asegurar si el apresuramiento mediador de la curia vaticana responde al temor de que la convocatoria de la derecha a una ‘ocupación de ciudades’ el miércoles 26 se convierta en una rebelión popular que sea reprimida por las fuerzas armadas, pero si ello ocurre la propia mediación saltará por los aires. En Venezuela hay una crisis de poder irreversible: el destino del revocatorio, la salida al derrumbe económico, la defensa de los derechos laborales, sociales y democráticos ya no se juegan en el terreno preexistente sino que dependen de una salida de poder.
El reconocimiento de una crisis de poder significa que el poder oficial del chavismo es un espectro, cuyo recurso último de defensa no es la movilización popular, que no quiere ni podría realizar, sino un golpe aventurero de las Fuerzas Armadas. Es, desde hace tiempo, un gobierno de facto en rápida declinación. La oposición de derecha, por su lado, ya se encuentra llamando a un golpe militar para implantar su salida ‘democrática’. Es necesario explicar este cuadro político a los trabajadores para explotar este momento de la crisis y las etapas subsiguientes de ella para desarrollar una alternativa socialista de la clase obrera. En oposición a mediaciones, regímenes de facto y salidas democráticas de derecha y golpistas, planteamos la convocatoria de una Asamblea Constituyente por parte de un gobierno de trabajadores.
La clase obrera y la izquierda
La clase obrera, las masas y la izquierda de Venezuela están pagando ahora las consecuencias de no haber sido las líderes de la oposición popular al chavismo, ni de haber intentado crear las condiciones para serlo -en resumen, de haber cedido, por esa incapacidad, el liderazgo a la derecha. Fenómeno plebiscitario por excelencia, que oponía los votos a las conspiraciones de la derecha, el chavismo acaba entregando ese recurso plebiscitario a sus enemigos y repudiando el recurso al voto popular.
Hijo histórico del Caracazo, el chavismo se ve amenazado ahora por un Caracazo dirigido por los represores de aquél. La catástrofe del chavismo ha sido un factor de primer orden en el desprestigio político que llevó al desplazamiento de los gobiernos ‘nac & pop’ en el resto de América Latina. El seguidismo de la izquierda a los representantes del ‘mal menor’, acaba, por la misma lógica capitalista de ese ‘mal menor’, en la recuperación política y en la eventual victoria política del ala derecha del frente patronal.
En cualquier caso, sin embargo, las alternativas que se barajan en el campo de la burguesía para salir de esta catástrofe no hacen sino abrir nuevos escenarios de crisis, seguramente más agudos. En primer lugar, por un ajuste de características sociales muy violentas. En segundo lugar, por la probable disgregación de los bloques capitalistas en presencia. En este cuadro, la llamada izquierda del chavismo ha entrado en un impasse irreparable al apoyar el revocatorio, o sea, al respaldar la salida de la derecha mientras el otro encabeza la salida ‘mediadora’. Es la oportunidad para que la izquierda revolucionaria de Venezuela juegue su papel histórico.
Jorge Altamira
25 de octubre de 2016
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