jueves, octubre 20, 2016

Esa maldita costumbre de matar



"Manifestación" de Antonio Berni

Las efemérides nos deparan coincidencias y, en muchos casos, marcan la historia de los pueblos. Además, las clases dominantes han tenido desde siempre una vocación de utilizar la violencia y asesinar para resolver los conflictos sociales, económicos y políticos. Por todo esto es que aseguramos que la burguesía de nuestro país, tiene desde hace más de cien años sus manos manchadas de sangre.
Y eso es lo que sucedió con Cosme Budislavich, el primer obrero asesinado en una protesta en el país, el 20 de octubre de 1901, en Rosario, durante la huelga de los obreros de la fábrica Refinería Argentina del Azúcar. 109 años después, Mariano Ferreyra, fue asesinado por la patota del burócrata José Pedraza, el 20 de octubre de 2010.
Sobre esos dos asesinatos nos hemos de referir.

El asesinato de Cosme Budislavich

A partir de fines del siglo XIX, se instalan en el por entonces extremo nordeste de Rosario, en el barrio Refinería, los establecimientos industriales más grandes de la ciudad. Cabe aclarar que por entonces predominan los talleres artesanales y las pequeñas industrias. Se encontraban en ese barrio los grandes talleres del Ferrocarril Central Argentino, la Refinería Argentina de Azúcar, la fábrica de ginebra de E. Schiffner, las destilerías de Altgelt y de Wildemburg, la empresa de Aguas Corrientes, el establecimiento de Wilson’s Sons, las Barracas Remonda Monserrat, grandes galpones de almacenamiento y muelles. A principios de siglo XX, tres empresas ferroviarias (Ferrocarril Córdoba y Rosario, Ferrocarril de la Provincia de Santa Fe y Ferrocarril Rosario y Buenos Aires) atravesaban el linde norte de Refinería para desembocar en los mencionados muelles. A través del ferrocarril llegaba el azúcar de Tucumán y el norte de Santa Fe que era procesado en la Refinería. (1)
Ricardo Falcón, nos comenta que “la fábrica Refinería de Azúcar había sido fundada en 1887, siendo su principal propietario e impulsor Ernesto Tornquinst, a quien la prensa rosarina presentaba frecuentemente como un empresario ‘moderno’ y ‘emprendedor’ que viajaba a EE.UU. para aprender métodos ‘científicos’ de gestión y ‘producción’. Se la consideraba como una ‘verdadera’ fábrica en muchos sentidos: por la cantidad de trabajadores, por el volumen de los capitales invertidos, por la cantidad y tipo de maquinaria empleada, por la forma de organización social del trabajo y los métodos entonces modernos de producción, y porque era el eje central sobre el cual se había desarrollado el primer barrio obrero de Rosario. En 1900 contaba con 700 trabajadores y en 1910 superaba los 1300. Por testimonios de Bialet Massé, puede afirmarse que fue la primera empresa que intentó ceñirse a los principios del taylorismo”. (2)

El movimiento obrero en Rosario

Hacia la ultima década del siglo XIX y la primera del XX, en Rosario existían distintos agrupamientos gremiales como la Sociedad de Cocheros Unidos, Unión Trabajadores de la Madera, Confederación de obreros ferrocarrileros, Federación Metalúrgica, Centro Panadero, Centro de Carpinteros, Centro de Zapateros, Talleres Ferrocarril Central Argentino, de Tráfico y Carga del Ferrocarril Buenos Aires, Luz y Fuerza, Agua y Energía, Sociedad de Albañiles, obreros yeseros, de molienda, y de otros oficios.
El proletariado rosarino fue creciendo junto con el desarrollo de la ciudad y las condiciones de trabajo en los talleres y manufacturas eran penosas. El registro de la primera actividad gremial de los asalariados rosarinos fue una huelga de aguateros en 1876. Se produjeron pedidos de mejoras salariales de los conductores de coches y tipógrafos, mientras que, al conformarse el gremio de los trabajadores panaderos, éste puso en circulación el periódico “El Obrero Panadero” (1988), dirigido por el anarquista Francisco Berri, colaborando activamente Virginia Bolten. Mientras que en 1887 los ferroviarios crearon “La Fraternidad” y, al año siguiente, se produjo la primer huelga del gremio, a principio de enero, por la detención del maquinista Smith, acusado de atropellar a una persona en el trayecto a Buenos Aires. Exigieron la libertad y el traslado hasta Rosario del obrero arrestado; posteriormente, la empresa se hizo eco del pedido, fletando un tren especial para trasladarlo. La segunda huelga tuvo lugar el 8 de febrero de 1888, a un mes de la anterior, y esta vez el reclamo fue por 8 horas de trabajo y aumento de salarios.
La ciudad se conmovió en 1889, cuando los empleados de la Empresa Tranwy Anglo Argentina, perteneciente a Míster Ross, declararon el paro el 12 de septiembre, y se sumaron al conflicto en una huelga solidaria los obreros de las empresas de los muelles. Hacia fin de año, fueron las costureras las que se declararon en paro, integrando la comisión de huelga Blanca Stella, Bonoria Dipitilli y Matilde Magard.
Entre los activistas gremiales había tanto anarquistas como socialistas, algunos de ellos españoles, italianos y franceses. Precisamente, algunos de estos últimos habían participado del primero gobierno obrero: la Comuna de París en 1871. Todos los años se recordaba esa gesta proletaria y las crónicas registran que el 21 de marzo de 1888, para el 17 Aniversario de la misma, se organizó un importante acto en la Plaza López, con una posterior manifestación por las calles céntricas.
Entre las publicaciones proletarias que surgieron en esos años estuvieron El Artesano, en 1885; El Fénix, en 1886; Demoliano, escrito en castellano e italiano, cuya consigna era “La propiedad es un robo. La anarquía es el porvenir de la humanidad”, en 1893, y también se editó La Voz de la Mujer, dirigido por Virginia Bolten, María Calvia y Teresa Marchisio, bajo el lema “Ni Dios, Ni Patrón, Ni Marido”.
Mientras tanto, anarquistas y socialistas se reunían en el café “La Vieja Bastilla” o “La Bastilla” en “calle Rioja entre Libertad (Sarmiento) y Progreso (Mitre)”, en donde funcionaba un ateneo de internacionalistas franceses, italianos, alemanes, austriacos y españoles. Otros militantes se congregaban en un local de calle Santa Fe entre Maipú y San Martín y, el 23 de abril de 1890, resolvieron crear una Sección de la Asociación Internacional de Trabajadores y enviar una nota adhiriendo al Congreso Obrero y Socialista de París.
Recibida la invitación para concurrir a la convocatoria del Club Worwarts de Buenos Aires para la organización de la jornada internacional de protesta por las ocho horas de trabajo, los activistas internacionalistas que se habían agrupado en la denominada “Asamblea Internacional de Rosario”, reunidos en el café “La Bastilla”, designaron a Virginia Bolten y Rómulo Ovidi para representarlos. Luego, organizaron una manifestación y acto para el 1º de Mayo de 1890.

La huelga de 1901, represión y asesinato de Cosme Budislavich

Los obreros de la Refinería Argentina del Azúcar, luego de una reunión-asamblea en el bar “El Atrevido”, decidieron reclamar por el doble jornal por un día feriado trabajado, reducción de la jornada de trabajo –ya que se trabajaba más de 10 horas–, y aumento de salarios, al tiempo que resolvieron conformar el Sindicato de Obreros de la Refinería.
La solicitud fue rechazada por la patronal y a continuación los obreros declararon la huelga el 18 de octubre de 1901.
El periodista y dramaturgo Florencio Sánchez, quien apoyaba los reclamos y había concurrido a las reuniones obreras, redactó la siguiente proclama:
“¡A los huelguistas obreros y obreros de la Refinería!: El trabajo rudo y penoso al cual estamos sometidos, los dolores, las miserias y las prepotencias de los patrones nos han obligado a cruzar los brazos. Cansados de vernos engañados y mistificados por unos cuantos holgazanes de levita que en un día de farra gastan el producto que todos los obreros hacemos en varios meses, debemos mostrarnos dignos de ser hombres, defendiendo con energía nuestros derechos hasta que tengamos completa satisfacción de lo que pedimos.
“¡Obreras y obreros! En todas partes del mundo nuestros compañeros luchan por su bienestar en contra de los usureros de todos los países, demostrando que los explotados no están dispuestos a ceder. La época de los carneros que se dejaban esquilar ha desaparecido. Los patrones tienen esbirros que guardan las riquezas por nosotros producidas; tienen todo lo necesario para resistir: nosotros tenemos nuestros brazos y nuestra voluntad inquebrantable para defendernos y triunfar. Y cuando crean aplastarnos por el hambre, acordemos que el pan y la libertad no se piden, se toman.
“¡Obreras y obreros! Para ayudar la huelga, los compañeros de La República vendrán en nuestro auxilio. ¡Soldados! Acordaos que sois hijos del pueblo, que tenéis un machete para castigar a los obreros en huelga, mañana, cuando os echen de los cuarteles y tengáis que recurrir a las fábricas para ganar un miserable mendrugo, vuestros hijos vestirán el uniforme de esclavos y harán con vosotros lo que hoy hacéis con nosotros. Todos somos explotados y por consiguiente debemos unirnos para combatir el capital. ¡Viva la solidaridad obrera! ¡Viva la huelga!” (19-10-1901).
El jefe político de Rosario era Octavio Grandoli, que tenía entre sus funciones las de controlar políticamente al intendente, pero además estaba la de “resguardar la seguridad, ejercer la censura y vigilar la moral, por lo que se arrogaba el comando de la policía”.
El domingo 20 de octubre, cientos de trabajadores se congregaron para protestar frente a la fábrica. La policía resguardaba las instalaciones y Grandoli reconoció entre los trabajadores a líderes anarquistas como Rómulo Ovidi y ordenó su detención, desatándose la represión policial, cargando la caballería con sablazos.
“En el desbande, Cosme Budislavich corrió hacia lo que hoy es Bulevar Avellaneda, saltando el alambrado de las vías, cruzando una quinta cercana. Luego se escuchó un disparo y Cosme cayó con la nuca perforada por el pesado revolver de un policía, cerca del conventillo conocido como El Atrevido”. (3)
Nunca se esclareció judicialmente el hecho, pero testigos presenciales señalaron como autores de los disparos a dos personas: a Octavio Grandoli, y un policía de apellido Mazza. La policía declaró que Budislavich era el vicepresidente de la “Casa de Pueblo” de Rosario, hecho desmentido por los anarquistas.
El asesinato de Budislavich, de 34 años, fue la primera víctima del movimiento obrero en la Argentina en una represión.
La policía retuvo el cadáver en la morgue y se prohibió toda manifestación pública, para evitar que su sepelio se convirtiese en un acto de protesta o repudio al gobierno.
Los gremios declararon la huelga general para el 23 de octubre, tras una asamblea en la Plaza López, contando con la adhesión solidaria de los obreros de los Talleres Ferrocarril Central Argentino, de Tráfico y Carga del Ferrocarril Buenos Aires, Luz y Fuerza, Agua y Energía, Sociedad de Albañiles, y los obreros yeseros, de molienda, fideeros.
Mientras tanto, la policía procedió a la clausura de la Casa del Pueblo, en Pellegrini y Buenos Aires, donde se velaba al obrero asesinado.
Como sucedió en distintos momentos de nuestra historia (velorios y entierros de los Mártires de Trelew y durante el sepelio de Agustín Tosco), la policía reprimió el cortejo fúnebre. Luego, se organizó un acto de repudio, organizado conjuntamente por anarquistas y socialistas. A este último acto asistieron 8.000 personas, entre ellas figuras socialistas y anarquistas como Juan B. Justo, Enrique Dickman, Adrián Patroni y Virginia Bolten. Años más tarde, el pintor Antonio Berni retrataría ese acontecimiento en su obra “Manifestación”.
Cosme Budislavich fue un obrero yugoslavo, que había emigrado a la Argentina en 1899 y se instaló en la ciudad de Rosario. Allí se desempeñó como elevadorista en la empresa Refinería Argentina de Azúcar. Hoy, en la ciudad, una plaza lleva su nombre, en Vélez Sárfield y Monteagudo.

Mariano Ferreyra: Asesinado por la patota de Pedraza

El 20 de octubre de 2010, una patota sindical persiguió a un grupo de militantes, que se había movilizado para cortar las vías de la línea Roca en protesta por las demoras reiteradas en el pase a planta de empleados tercerizados. No solo persiguieron a los manifestantes, sino que abrieron fuego sobre ellos. Hubo varios heridos, entre ellos Mariano Ferreyra, de 23 años, que murió al llegar al Hospital Argerich.
Las balas asesinas defendían el negociado de la tercerización, que une a los empresarios K, al gobierno y a la burocracia sindical ferroviaria. Con la plata de los subsidios, los concesionarios del tren pagan contratos millonarios a "empresas" que les pertenecen a ellos mismos.
Lisandro Martínez recrea con detalle lo sucedido en esa jornada: “Miércoles 20, 12 horas, calle Lebensohn al 500, Avellaneda. Desde esta cita salió la movilización de los compañeros ferroviarios de las empresas tercerizadas, acompañados por delegaciones del PO y otras organizaciones. A pocos metros, se pudo advertir la presencia de una patota organizada sobre las vías con uniformes de la empresa, formada por unos 120 integrantes. Formaba parte de la patota el hijo de Antonio Luna, subsecretario de Transporte Ferroviario, integrante de la burocracia sindical ferroviaria, quien actúa como un provocador desde el inicio de los hechos. El corte de vías, en ese lugar, era imposible de hacer por la presencia de la patota y un cordón de la Infantería de la Policía Federal y de la Bonaerense. Por esa razón, la movilización siguió marchando por Lebensohn hacia los fondos de la Estación Avellaneda y luego hasta las inmediaciones de la Estación Hipólito Irigoyen, donde las organizaciones decidieron subir a las vías. Hasta ese momento, la patota seguía a la movilización ocupando y marchando por las vías, en tanto el cordón de las fuerzas de seguridad seguía a la movilización de los ferroviarios en lucha. A la altura de Puente Bosch –que comunica Avellaneda con Capital– los manifestantes intentaron nuevamente concretar la ocupación de las vías, lo que fue violentamente reprimido, a pedradas, por la patota sindical. La Bonaerense, fuera de jurisdicción, actuó en sintonía con la patota, descargando balas de goma contra los agredidos”.
“Luego de este hecho, los participantes de la movilización decidieron en asamblea retirarse y llamar a una asamblea para discutir nuevas iniciativas de movilización.
Mientras se estaba desenvolviendo el último tramo de esta asamblea, la patota bajó de las vías a la carrera descargando una lluvia de piedras. Allí se rearmó el cordón de seguridad de la movilización, que hizo retroceder a los agresores. Pero la policía, esta vez la Federal, protegió a la patota en retroceso, resguardándola detrás de los patrulleros. La columna de la movilización, a la altura de Pedro de Luján y Perdriel, a tres cuadras de Avenida Vélez Sarsfield, se frenó, se replegó y se retiró. En este momento, la policía, una vez más la Federal, abrió el cordón y dejó pasar a quienes serían los asesinos. Estos actuaron profesionalmente, tapándose la mano con la que accionan el revólver para que las partículas de pólvora no se depositen en la mano del tirador porque esto puede ser descubierto hasta dos semanas después por pericias. Hay dos tiradores, uno con un revólver 38 y otro con una 22. El portador de la 38 carga dos veces el tambor y los casquillos quedan como prueba. Tanto uno como otro, esto es importante, tiran al bulto, es decir a matar”. (4)
Además de Mariano Ferreyra y de Elsa Rodríguez, fueron heridos Nelson Aguirre y Ariel Pintos, un ferroviario tercerizado.
Con Mariano Ferreyra herido de muerte, la Policía Federal no se hizo cargo. Fue la decisión de sus compañeros lo que permitió parar una ambulancia en tránsito y cargar a Mariano y a Elsa.
El asesinato fue presentado, por los voceros del oficialismo, como el resultado "fortuito" de un "enfrentamiento". Según los escribas K, en el país de la abundancia, del progreso, donde reinaba la paz social y el respeto por las protestas, a un patotero "se le fue la mano".
Opuesto a esa visión, el periodista Diego Rojas, realizó una excelente investigación y la plasmó en un libro, al que llamó “¿Quién mató a Mariano Ferreyra?”. A través de una cuidadosa reconstrucción de los hechos y de testimonios de los participantes de la movilización de los tercerizados y de la patota del sindicato, nos clarifica cómo los trabajadores fueron atacados por la patota luego de recibir la orden de escarmentarlos usando armas de fuego que habían llevado premeditadamente.
El libro incluye una entrevista con José Pedraza y los negocios que los dirigentes sindicales antes menemistas y despues kirchneristas construyeron a costa del despido y la precarización de los trabajadores que dicen representar. Rojas plantea la tercerización de la represión, por la cual ya no es la policía la encargada de reprimir las manifestaciones opositoras sino las patotas sindicales, integradas por barrabravas y delincuentes. Y nos detalla todos los aspectos de la vida de Mariano, entrevistando a sus familiares, amigos y compañeros de militancia. Los testimonios van mostrando al Mariano hijo, el Mariano niño y después se le va adosando toda su faceta militante.
La muerte de Ferreyra descubre además el lado oculto del "modelo de organización sindical" que la ex presidenta Cristina Kirchner elogió en noviembre de 2009, cuando acompañó a Pedraza en un acto realizado en la Unión Ferroviaria.
La movilización y la lucha por el juicio y castigo ha logrado el encarcelamiento de los jefes de la patota: José Pedraza y Gallego Fernández.
Los motivos para seguir luchando son muchísimos: bajos salarios, trabajo en negro, pésimas condiciones laborales, precarización laboral, falta de delegados, inexistentes inspectores laborales, graves problemas de vivienda, etc.
Por eso “Marchemos, gritemos, protestemos... Que cuando se escriba la historia de este tiempo que nos tocó vivir, se sepa que no estuvimos de acuerdo...” (Raúl González Tuñón)

Leónidas Ceruti Historiador

Notas:

1. Javier Etcheverry.
2. Ricardo Falcón, La Barcelona Argentina.
3. “La primera víctima”, Museo de Refinería, Rosario.
4. Lisandro Martínez.

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