domingo, octubre 30, 2016

Pequeño diccionario bukowskeano



Ni Bukowski eligió por azar estas palabras para conectar con hechos ni el autor de esta nota eligió al “tun tun” a través de qué voz hablar de esas definiciones sobre esas palabras. Un repaso para pensar en el peso de lo que decimos y hacemos.

Bebida: “Ése es el problema con la bebida, pensé, mientras me servía un trago. Si ocurre algo malo, bebes para olvidarlo; si ocurre algo bueno, bebes para celebrarlo; y si no pasa nada, bebes para que pase algo”.

Desigualdad: “La deuda nacional podría hundirnos como un pulpo gigante. La gente acabaría durmiendo en los cementerios. Y al mismo tiempo, hay una costra de ricos que vive encima de la podredumbre. ¿No es asombroso? Hay gente que tiene tanto maldito dinero que ni siquiera sabe cuánto tiene. Y ahí está Hollywood, fabricando películas de 60 millones de dólares, tan idiotas como los pobres estúpidos que van a verlas. Los ricos siguen ahí, ellos siempre han encontrado la manera de ordeñar al sistema”.

Dinero: “He tenido muy poco dinero la mayor parte de mi vida. Sé lo que es el banco de un parque, y los golpes del casero en la puerta. Con el dinero sólo hay dos problemas: tener demasiado o tener demasiado poco”.

Dolor: “Estos tipos piensan que tienes que pasarte la vida en la cruz, y sangrando, para tener alma. Te quieren medio loco, babeándote la camisa. Yo ya me he cansado de la cruz, tengo el deposito hasta arriba. Si puedo seguir bajado de la cruz, me queda combustible de sobra para continuar. Que se suban ellos a la cruz. Pero el dolor no crea la escritura, la crea un escritor”.

Enamoramiento: “Me alegraba de no estar enamorado, de no ser feliz con el mundo. Me gustaba estar en desacuerdo con todo. La gente enamorada a menudo se ponía cortante, peligrosa. Perdían el sentido de la perspectiva. Perdían el sentido del humor. Se ponían nerviosos, psicóticos, aburridos”.

Escritura: “Yo había escrito durante décadas en cuartuchos, había dormido en los bancos de los parques, había pululado en los bares, había desempeñado los más estúpidos trabajos, dedicándome al mismo tiempo a escribir. Mi obra, finalmente, estaba siendo reconocida. Y seguía escribiendo como quería. Seguía escribiendo para no volverme loco; seguía escribiendo, intentando explicarme esta maldita vida a mí mismo”.

Gatos: “Subí por el callejón de entrada de mi casa. Los gatos estaban tirados por el suelo, ajenos a todos. En mi próxima vida quiero ser gato. Dormir 20 horas al día y esperar a que me den de comer. Estar tirado todo el día, lamiéndome el culo. Los humanos son demasiado miserables e iracundos y monotemáticos”.

Hipódromo: “Es un sitio donde estar. Un sueño loco. Un lugar que aturde. Todos pensando que sólo ellos conocen el secreto. Estúpidos egos perdidos. Yo soy uno de ésos. Sólo que para mí es un pasatiempo. Creo. Espero. Pero hay algo allí, aunque sea en un corto espacio de tiempo, muy corto; un fogonazo, como cuando mi caballo entra en la recta final y lo consigue. Hay un subidón, una elevación. La vida casi resulta razonable cuando los caballos cumplen tus deseos”.

Infierno: “Puede que exista el infierno. Si es así, yo estaré allí, y ¿sabéis una cosa? Todos los poetas estarán allí, leyendo sus obras, y yo tendré que escuchar. Me ahogaré entre sus pavoneos de vanidad, su desbordante autoestima. Si existe el infierno, ése será el mío: un poeta detrás de otro, leyendo sin parar…”.

Influencia: “Algunos escritores tienden a escribir lo que ha complacido a sus lectores en el pasado. Entonces están acabados. La vida creativa de la mayoría de los escritores es corta. Oyen los aplausos y se los creen. Sólo existe un juez definitivo de la escritura, y es el escritor”.

Inspiración: “¿Cómo puede una persona que no está interesada en casi nada escribir sobre algo? Bueno, yo lo hago. Escribo sobre todo el resto: un perro perdido caminando calle abajo, una mujer que asesina a su marido, los pensamientos y sentimientos de un violador mientras le pega un bocado a una hamburguesa; la vida en la fábrica, la vida en las calles y las habitaciones de los pobres y los mutilados y los locos, mierda como ésta, escribo mucha mierda como ésta…”.

Juego: “Recuerdo a un amigo mío que era jugador empedernido. Una vez me dijo: ‘No me importa si gano o si pierdo; yo lo que quiero es apostar’. Yo no soy así, he estado demasiadas veces en la Calle del Hambre. No tener nada de dinero sólo tiene un ligerísimo tinte de Romanticismo cuando eres muy joven”.

Miedo: “Yo no conocía a nadie. Costaba mucho lograr excitarme. No me importaba. No me gustaba Nueva York. No me gustaba Hollywood. No me gustaba el rock. No me gustaba nada. Quizás tuviese miedo. Eso era, sentía miedo. Quería sentarme solo en una habitación con las persianas bajadas”.

Muerte: “La mayoría de la gente no está preparada para la muerte, ni la suya ni la de nadie. Les sobresalta, les aterra. Es como una gran sorpresa. Demonios, no debería serlo. Yo llevo a la muerte en el bolsillo izquierdo. A veces la saco y hablo con ella: ‘Hola, nena, ¿qué tal? ¿Cuándo vienes por mí? Estaré preparado’”.

Mujeres: “Me gustaban los colores de su ropa, su manera de andar, la crueldad de algunos rostros, de vez en cuando la belleza casi pura de una cara, total y encantadoramente femenina. Estaban por encima de nosotros, planeaban mejor y se organizaban mejor. Mientras los hombres veían fútbol o bebían cerveza, ellas, las mujeres, pensaban en nosotros, concentrándose, estudiando, decidiendo si aceptarnos, descartarnos, cambiarnos, matarnos o simplemente abandonarnos. Al final no importaba, hicieran lo que hicieran, acabábamos locos y solos”.

Poetas: “Ahora me he cansado de escribir sobre los poetas. Pero sí añadiré que se perjudican a sí mismos empeñándose en vivir como poetas en lugar de vivir como otra cosa. Yo trabajé de obrero hasta los 50. Nunca afirmé ser poeta. Y no es que pretenda decir que ganarse la vida trabajando sea una maravilla. En la mayoría de los casos es horrible. Y a menudo tienes que luchar para conservar un empleo horrible, porque hay 25 tipos detrás de ti, dispuestos a aceptar ese mismo empleo. Por supuesto que no tiene sentido. Pero creo que el estar metido en esa porquería me enseñó a dejarme de chorradas a la hora de escribir. Creo que tienes que meter la cara en el barro de vez en cuando; creo que tienes que saber lo que es una cárcel, lo que es un hospital. Creo que tienes que saber lo que se siente cuando no has comido desde hace 4 o 5 días. Y todo esto lo digo porque los poetas que he conocido han sido siempre unas medusas reblandecidas. De lo único que pueden escribir es de su ausencia egoísta de aguante”.

Presente: “No estoy metido en ninguna competición con nadie, ni pienso en la inmortalidad; me importa un carajo todo eso. Es la acción mientras estás vivo. La gloria está en el movimiento y en la osadía. Al carajo con la muerte. Es hoy y es hoy y es hoy. Sí.”

Relaciones: “Si hubiera nacido mujer seguro que habría sido prostituta. Como había nacido hombre, anhelaba constantemente mujeres, cuanto más guarras mejor. Y sin embargo las mujeres, las buenas mujeres, me daban miedo porque a veces querían tu alma, y lo poco que quedaba de la mía quería conservarlo para mí. Básicamente deseaba prostitutas, porque eran duras, sin esperanzas, y no pedían nada personal. Nada se perdía cuando ellas se iban. Pero al mismo tiempo soñaba con una mujer buena y cariñosa, a pesar de lo que me pudiera costar”.

Sexo: “Había algo que no marchaba bien en mí: tenía una verdadera obsesión sexual. Me imaginaba en la cama con cada mujer que veía. Era una interesante manera de pasar el tiempo de espera en un aeropuerto”.

Soledad: “Yo era por naturaleza un solitario, me contentaba simplemente con vivir con una mujer, comer con ella, dormir con ella y dar algún paseo con ella. No quería conversación, ni ir a ninguna parte que no fueran el hipódromo o los combates de boxeo. No entendía la televisión. Me resultaba estúpido pagar para ir a ver una película o ir al teatro y sentarme junto a otra gente para compartir sus emociones. Las fiestas me ponían enfermo. Odiaba el fingimiento, el juego sucio, el flirteo, los borrachos aficionados”.

Temporalidad: “Somos delgados como el papel. Existimos a base de suerte, entre porcentajes, temporalmente. Y eso es lo mejor y lo peor, el factor temporal. Y no se puede hacer nada al respecto. Puedes sentarte en la cima de una montaña y meditar durante décadas, pero eso no va a cambiar. Puedes cambiar tú mismo y aprender a aceptar las cosas, pero quizás eso también sea un error. Quizás pensemos demasiado. Hay que sentir más, pensar menos”.

Variedad: “¿Por qué hacía aquellas cosas? Yo conocía a muchas mujeres. ¿Por qué siempre más mujeres? ¿Qué intentaba hacer? Los nuevos ligues eran excitantes, pero también eran un trabajo duro. El primer beso, el primer polvo, tenían algo de teatro. La gente era interesante al principio. Luego más tarde, lenta pero firmemente, toda la mala leche y chifladura se ponían de manifiesto. Yo iba significando cada vez menos para ellas; ellas iban significando cada vez menos para mí”.

Gonzalo Reartes/ @reartes_gonzalo

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